—Me encanta.
—A mí me encantas tu —me dice abrazándome por atrás.
Nuevamente, todas mis emociones se alteran.
Me giro para poder besarlo y me encuentro con unos labios demandantes.
De pronto, los deseos de mi cuerpo gritan por ser escuchados.
Me sigue besando mientras sus dedos viajan hacia las tiras de mi vestido.
—¿Puedo? —masculla mientras vuelve a besarme.
—S-si. Si.
Con lentitud, baja las tiras del vestido y comienza a besar mi cuello, mis hombros, mis brazos. Entonces las suelta a mis costados y el vestido amplio cae al piso dejándome en ropa interior. La brisa del exterior me eriza la piel.
De a poco, vuelve a subir hacia mis labios y sus manos bajan hasta mi espalda baja y continúan camino hacia mis muslos. Entonces me alza y me lleva hasta la cama.
Me deposita allí y se saca la remera antes de empezar a jugar con sus dedos en la parte superior de mi busto.
Todo mi cuerpo pide por él. Lo necesito más cerca. Mucho más cerca.
Con un movimiento rápido, desprende mi brassier y lo saca de mi dejando mis pechos al descubierto. Entonces su boca se dirige hacia allí haciéndome gemir. Su mano baja hacia mi ropa interior y con lentitud ingresa en ella.
Todo quema en su nombre y tras su tacto, todo arde más.
Cuando finalmente nuestras pieles se encuentran y nuestros cuerpos conectan, entiendo que había mucho más paraíso que descubrir. Porque de a poco, me lleva a conocer el cielo y gritar su nombre en una explosión de placer.