Beso su espalda descubierta, cuento sus lunares y me pierdo en su sonrisa.
Definitivamente, la imaginación estaba mucho mas lejos de la realidad. Porque haber conocido su placer en mi nombre, solo hace que la desee mas.
—¿Quieres comer algo?
—Mjm.
—¿Qué quieres comer? Te cocino.
—¿Sabes cocinar? —me pregunta con una risita mientras se recuesta en mi pecho.
—Por supuesto. Seguramente, no tan bien como tu, pero hago unos sándwiches geniales.
Su risa invade la habitación. Y deseo que aquel presente se repita en bucle. Así. Con ella en mi pecho, su risa como música, el atardecer como escenario. Necesito hacer eterno ese momento de paz.
—Me dejaré sorprender —me dice acariciando mi pecho.
—Después podemos nadar en la pileta.
—Me encantaría.
—Y dormiremos juntos.
—Que bien suena eso.
—¿Te he dicho que me gusta pasar tiempo contigo?
—No, pero encanta que me lo digas —me dice mirándome a los ojos.
—Pues me encanta pasar tiempo contigo. ¿Podemos repetir esto todos los días?
—Me encantaría que lo hagamos.
—-Entonces lo haremos.
—Es una promesa.
Entonces busco sus labios para sellar aquella promesa imposible de cumplir, pero muy sencilla de desear.