Esa noche almorzamos sándwiches exquisitos.
Y nadamos bajo la inmensidad del cielo nocturno.
Y hacemos el amor en la costa del río.
Y volvemos a nadar, esta vez desnudos.
Y comienzo a llenarme de experiencias desconocidas.
Cuando soñaba con tener un amor de verano, no creí que sería de esta forma. Tan pasional, tan adictivo, tan hermoso, tan mágico… Porque no pensé que un paraíso así sería posible.
Pero llegó él y me demostró que sí. Que, si nos dejamos llevar, el paraíso es fácil de alcanzar.