Volver al pueblo después de dos días de magia hace que la tristeza se apodere de mi.
Dormir en mi cama, lejos de él, parece una tortura. Y no entiendo por qué, si solo ha sido una noche.
Supongo que es el precio a pagar por haber visitado el paraíso.
“Buenas noches, bella. Nos vemos mañana”
Y esa simple frase final, que poco tiene de promesa, hace que mi ánimo mejore.
Porque en poco tiempo, su nombre ha tenido el poder suficiente para pintarme colores en el presente, despertar los latidos de mi corazón y hacerme ver todo lo lindo de la vida.