Sídney, Australia.
En la enorme mansión a pesar de las altas horas de la noche aun se encuentra iluminada, sobre todo la lujosa sala que esta dominada por aquella hermosa lámpara de araña de Baccarat. Su potente luz ilumina a las dos personas que se miran enfadadas y que están en medio de aquel lugar.
Parece que en el aire las chispas de la furia pueden alcanzar la mayor fuerza y encender aún más los ánimos y arras con todo lo que está a su alrededor.
Don Aníbal Lennox, oriundo de Melbourne y que llegó a la capital solo para cambiar el futuro de su hija, ahora está furioso al ver a su adorada hija llegar a las tres de la mañana ebria y con sus ropas desordenadas. Una joven que apenas está cursando los primeros semestres en la universidad y en la cual va impresionantemente mal por falta de atención y dedicación a su nueva carrera.
Ella, ha recorrido cantidades de facultades buscando algo que le interese, pero hasta el momento ha perdido dos años y ya su padre está realmente decepcionado por el actuar tan irresponsable de ella. Ahora, el hombre ve que ha llegado el momento de ponerle un tatequieto a su princesa, su única hija.
Sus ojos analizan como ella se tambalea de un lado a otro con su ropa mal arreglada. Su rostro esta colorado debido al alcohol que tiene en su sistema. Su cabello que parece un nido de pájaro y además y pegajoso. Su aspecto es lamentable.
— ¿Qué son estas horas de llegar? — pregunta furioso Don Aníbal mirando el estado lamentable en que se encuentra su hija— ¿Acaso no tienes un poco de dignidad? ¿¡Dónde está tu cordura!?
Marinela simplemente sonríe con sus ojos brillantes por el entusiasmo y con el aliento intoxicado por el alcohol que ha bebido con sus amigas y compañeras de farra y vagancia.
—Papi, ¿no tienes reloj? — le preguntó distorsionado la pregunta del padre. Ella habla con un dejo de burla en su voz. —Son las…
Se balancea de un lado a otro y trata de enfocar su vista en aquellos diminutos números que están resaltados con diamantes. Al final se da por vencida.
— ¡Bah! — dijo con cansancio—. Al parecer este reloj es demasiado pequeño y no veo la hora, pero yo creo que tú puedes saber mejor la hora que yo...
El hombre aprieta las manos debido a la furia que siente por la desfachatez de su hija. Es increíble ese comportamiento tan errático.
—Creo que tú y yo vamos a hacer ciertos cambios a partir de hoy — dijo el hombre mientras que la toma del brazo y la lleva hasta la alcoba.
Al entrar a la habitación de la joven se dirige al baño con ella y con fuerza la coloca bajo la ducha sin importar lo que lleve accesorios de lujos, como su reloj. Abrió la llave y el agua fría la golpeó con fuerza.
— ¡Papá! — exclamó la joven despertando de inmediato del aturdimiento que dominaba los sentidos por el alcohol y el sueño— ¡Esto es cruel!
La joven lucha con su padre y furiosa grita.
— ¡Esto que me haces es injusto! — dice a gritos.
El hombre al verla ya con los ojos abierto y sin adormecimiento en su rostro, sonrió de medio lado.
—Injusto es la forma en que te estás destruyendo. Después que te he dado todo para que salgas adelante. Pero eso hoy se acaba. Como tienes un curso en administración vas a ir a uno de los ranchos que tengo y a partir de hoy serás la administradora auxiliar. Vas a aprender a surgir de abajo hacia arriba como lo hace todo el mundo, sin importar que estés rodeada de lujos y riquezas. En este momento tendrás un sueldo básico como cualquier auxiliar y deberás valerte con ese dinero. A partir de hoy todas tus tarjetas han sido canceladas.
Los ojos violetas de la joven brillaron contenciosos al oír aquellas palabras. Al parecer su padre quería hacerle la guerra, eso ya lo había previsto e imaginaba que podría salir vencedora. Solo tendría que llegar al maldito rancho donde la dejaran Y hacer que todos los empleados renunciaran para que la sacaran de ahí. Sonrió con cierta perversidad al imaginarse su paso catastrófico por aquel lugar.
— ¡Esto es guerra! — dijo soltándose del agarre de su padre y recostándose a la pared. Los bellos azulejos chorreaban agua a igual que la joven que está totalmente empapada.
Los enormes ojos miraron el rostro colorado de su padre y luego sonrió de medio lado.
Dejó salir el aire de sus pulmones antes de hablar con elocuencia.
—Si, si eso es lo que quieres, pues entonces a partir de hoy me voy para el rancho donde me has puesto mi condena— se pasó la mano por el rostro embadurnándolo más con el maquillaje corrido por el agua.
Los ojos del viejo brillaron contencioso. En ese lugar no solamente iba a aprender a valorarse como mujer sino también a enfrentar a uno de los hombres más dominante y amargado. El hombre que era su prometido, aunque ella aún no lo sabía.
—Está bien, iré, pero tengo una condición. Si no estás de acuerdo, entonces ni pienses que me voy para ese infierno— dijo la joven con cierta testarudez y soberbia
El viejo simplemente levantó una de sus cejas para oírla y su gesto se torció de medio lado. E imagina cuál es la propuesta de ella, pero no está cerca de sus propios planes.
—Dime… ¿cuál es tu propuesta? — dijo el viejo tratando de conciliar con ella.
—Que mi compromiso con el Ceo Corporation Soul Cristal sea roto. No me pienso casar con ese vejestorio. Soy muy joven como para andar con una momia…
Don Aníbal la contempló con cariño. ¿De dónde sacaba ella esas ideas tan ridículas? ¿Aún no sabe que el Ceo de esa empresa es solo un hombre de veintisietes años?
— ¡Eso es imposible! — dijo el viejo aguantando las ganas de reír al escuchar las tonterías de su hija. —Ese matrimonio va porque va. Por lo menos deben estar casados cinco años, juntos y compartiendo la misma cama.
—Dalila me dijo…— la joven calló al ver la mirada furiosa de su padre.
— ¿Cuántas veces te he dicho que no le prestes atención a esa joven? ¡Ella solo te tiene envidia! ¿De verdad eres tan ciega? Cámbiate esa ropa, porque sales de inmediato para el rancho El Crespúsculo.