Corazón mutilado

Capítulo seis

Me quedé gran parte de la mañana explorando los jardines y disfrutando de lo único que podía disfrutar en esta casa; de la cálida luz del sol. Era impresionante la gran cantidad de flores que había en ese jardín y era tan hermosas que, parecían haber sido sembradas con tanto amor y dedicación. Que las cuidaban y protegían de la misma forma. Entre ellas había rosas rojas, blancas e incluso margaritas, pero el jardín estaba lleno de mi flor favorita, tulipanes. Los había en rojos, blancos y amarillos que relucían bajo los rayos dorados del sol. También los había en color rosa. Me acerqué a ellos con una sonrisa dibujada en mis labios, la primera que había podido expresar con verdad desde que había llegado a esta casa. Bajé mi rostro a la altura de las flores y cerré mis ojos sin borrar aquella sonrisa de mi cara para poder oler el exquisito aroma que desprendía de ellas.

—¿Te gustan las flores? —Mis ojos se abrieron con lentitud al escuchar aquella voz.

Me quedé de cuclillas por unos instantes y luego volví a ponerme de pie para girarme hacia el dueño. Era el hermano pequeño del señor Mehmet y Khan. Me estaba mirando con sus ojos brillantes y su genuina sonrisa. Bajo el sol su cabello parecía tener hebras de oro y sus ojos lucían mejor el color verde amarronados en ellos.

Cuando él me observaba, me transmitía una seguridad indescriptible, era como si pudiera confiar en él a ojos cerrados sin importar que no lo conociera en lo absoluto. Tal vez se debía a que era el más joven de la casa, en verdad no podía explicarme a mí misma porque me sentía de esa forma ante él.

—Sí… —le contesté con timidez—. Los tulipanes son mis favoritas —volteé a mirar a las flores.

—¿Sabías que tienen un significado según su color? —preguntó mientras se acercaba a ellos, acortando la distancia que había entre los dos.

—Lo sé, por eso me gustan.

Lo sabía porque Eren me había enseñado a leer con un libro en donde salían todas las flores que existían.

Sonreí al recordar aquel momento de mi infancia junto a mi hermano.

—A mí también me gustan mucho —suspiró como si ellas le trajeran algún recuerdo, entonces llevé mi mirada hacia su rostro y me encontré con sus ojos; me miraba fijamente mientras hablaba—. Estos tulipanes los sembró mi querido padre cuando yo era pequeño. Él amaba cuidar de este jardín —hablaba con bastante nostalgia—. Era un hombre de negocios, era duro y estricto, pero cuando estaba en este jardín, se convertía en el hombre más dócil y amoroso que pudiera existir.

Escucharlo hablar con tanta ternura y amor sobre su padre, me hizo curvar mis labios de una manera casi imperceptible. Pero al mismo tiempo recordé al mío con tristeza.

—Lo siento mucho… —musité sin saber que otras palabras podría decirle.

—Ya pasó mucho tiempo desde ese accidente —me sonrió—. Creo que todos hemos aprendido a vivir con ello y hemos aceptado que así debía de pasar. Pero ya no hablemos más de cosas tristes —soltó una pequeña risa, mientras metía las manos en los bolsillos de su pantalón—. Dime, Amira, ¿cuál de todos los tulipanes es tu favorito?

—Me gustan los rojos —le sonreí, emocionada porque me preguntara aquello—, pero también los blancos.

Él me miraba y escuchaba con tanta atención que, me hacía sentir como si fuera importante para él escucharme.

—¿Y el tuyo? —me atreví a preguntarle.

—Me gustan los tulipanes rosas —me contestó sin apartar la mirada de mí.

—La pureza y la inocencia —susurré sin poder despegar mis ojos de su rostro.

—La juventud y feminidad —agregó y luego soltó un suspiro—. Qué bueno saber que tenemos algo más que mi hermano en común.

Me quedé en silencio ante su comentario que me había hecho sentir unas extrañas cosquillas en el estómago. Él me miró con sus ojos entornados, los cuales bajó hasta mi cuello y llevé mi mano hasta este, donde mis dedos tocaron, el dije que él me había regalado el día anterior en la desdichada boda y agaché la mirada avergonzada.

—Bueno, Amira, ha sido un placer hablar contigo. Te dejaré para que sigas disfrutando del sol y las flores.

Sentí su aroma abrazarme cuando pasó por mi lado.

—Espera… —musité con los ojos cerrados, mientras le daba la espalda—. Quiero pedirte un favor, Tarık —dije y volteé a verlo—. Claro que, si no significa una molestia para ti.

—¿Sí? Dime, si puedo ayudarte lo haré.

Junté mis manos al frente y bajé un momento la mirada hacia lo verde del jardín. Lo que había hecho Khan esta mañana, me había descolocado por completo y me había asustado demasiado. Quería decirle a él lo que había hecho su hermano, pero al mismo tiempo me daba miedo. Quizá no me creería o se reiría de mí.

Llevé mi mano derecha hacia mi brazo izquierdo y lo sobé, entretanto pensaban en todas esas posibilidades. Lo mejor era no decirle nada, aunque necesitaba desahogar aquella incomodidad con alguien y no podía hacerlo con Mehmet.

—Discúlpame —dije avergonzada—. Olvídalo, no es nada.

Sus cejas se juntaron en señal de confusión.

—¿Segura? —cuestionó—. ¿Necesitas ayuda con algo? —volvió a interrogar como si sintiera una verdadera preocupación.




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