Corazón mutilado

Capítulo doce

Llevaba tres días en esa habitación, encerrada, sin ver la luz del día y menos la de la noche. Khan venía a dejarme comida, a llevarme al baño, a hacer mis necesidades y luego se iba. Intenté en esos tres días apelar a su lado humano diciéndole que confiara en mí y que me quitara aquellas ataduras, pero fue un total fracaso y lo comprendía, porque había pasado muy poco tiempo y poder lograr que confiara en mis palabras no era algo que conseguiría en tres días; se necesita más tiempo que solo eso. Rezaba todas las noches esperando a que Dios fuera oyente de mis súplicas y para no dejarme derrumbar por la desesperanza que amenazaba a cada momento que podía con derrumbarme.

—¿Todavía no confías en mí? —pregunté al verlo guiarme hacia la cama.

—Te has portado bien estos días —contestó.

—¿Y no crees que deberías de quitarme las esposas y el grillete? —Me atreví a sugerir.

Me hizo tomar asiento en la cama y me contempló con el ceño fruncido, sus ojos me examinaban con cautela, como buscando un atisbo de algo. Tal vez estaba sospechando de que tramaba algo, pero esperaba y confiaba en que Dios me ayudara para que no fuera así.

—Todavía no —dijo después de un rato que me pareció eterno.

Cabizbaja apreté los ojos por un par de segundos, mientras las lágrimas los quemaban en un intento por brotar de ellos, pero las contuve. Dejarme llevar por el pánico y la desesperación de esta tortuosa situación no era una opción.

El peso del grillete en mi pierna era capaz de hundirme más en lo que era mi fatal realidad, pero no era capaz de arrebatarme esa chispa de esperanza que permanecía viva en mí.

—Aunque… —su voz hizo que volviera mi atención a él—. No te pondré las esposas esta vez.

—¡¿De verdad?! ¡¿No lo harás?! —La emoción en mi voz era más que evidente y aquella esperanza pareció inflarse como un globo dentro de mí.

Él me sonrió como no lo había hecho antes, mientras asintió con su cabeza. Ni el peso del grillete que aún me mantenía atada a la cama, evitaron que me levantara y lo abrazara. La adrenalina que invadió mi cuerpo en ese momento, ni siquiera me dio tiempo de sopesar lo que estaba haciendo, porque solo podía pensar en que había logrado algo, por muy mínimo que fuera, lo había logrado y eso solo significaba que podía lograr mucho más y por din salir de aquí.

—¡Gracias, gracias!

Sus manos abrazaron mi cintura, entretanto mis manos abrazaban su cuerpo.

—Te dije que hago esto por el bien de ambos —habló—. Si sigues portándote como hasta ahora, entonces ya no tendrás que usar el grillete.

—Lo haré, no te defraudaré —le sonreí para que mi mentira fuera creíble, aunque aquella sonrisa no era del todo mentira.

Dentro de todo, era cierta. No podía ocultar la felicidad que emanaba de mí con tanta autenticidad. Él creía que yo me quedaría a su lado, mientras yo solo pensaba en llevar a cabo mi escape de aquí.

Apenas salió de la habitación sin decir nada más, pude respirar profundamente al mismo tiempo que me dejaba caer sentada sobre el colchón con las manos sobre el pecho. Entonces recordé aquel brillo metálico que se asomaba por detrás de la mesa de noche, el cual era mi única salvación.

Ahora que ya no tenía que aquellas esposas limitándome, podía tratar de alcanzarlo, por suerte la cadena del grillete era lo suficientemente larga para darme algo de alcance. Esperé un tiempo prudente para llevar a cabo mi siguiente paso y no hice movimiento alguno hasta que no escuché la puerta de la cabaña, cerrarse y todo estuvo en completo silencio.

Entonces solo cuando estuve segura de que él se había ido una vez dejándome sola, me deslicé hacia la mesita de noche, la empujé un poco hacia mí y me agaché para recoger el pedazo metálico que pensé se trataba de un cuchillo, sin embargo, era una pequeña navaja que parecía llevar algún tiempo ahí; pero no importaba realmente que no se tratara de aquel cuchillo que pensé, me bastaba para salir de aquí y era todo lo que importaba. Mis dedos rozando la punta filosa y una descarga de fuerza me invadió de manera indescriptible.

Volví a dejar la mesita tal y como estaba, cuidando de que no se viera diferente de como estaba.

Arrastré mi cuerpo sobre la cama y apreté aquella navaja oxidad contra mi pecho; era mi esperanza. Aquella sonrisa volvió a mis labios y cerré los ojos para saborear aquella chispa de fuerza que creció dentro de mí.

Sabía que no cortaría las cadenas con ella, pero quizá me serviría para tratar de abrir el grillete o usarla en contra de Khan cuando él menos lo esperara.

Pero entonces otros pensamientos invadieron mi mente, ¿qué pasaría si lograba escapar? ¿A dónde iría? No conocía la ciudad y había pasado tanto tiempo desde que dejé casa, que ni siquiera sabía si mi familia seguí ahí. No tenía dinero para volver con ellos, ¿cómo iba a lograr huir sin que Khan volviera a atraparme?

Otra vez la desesperación intentaba opacar mi esperanza.

—No tengo otra opción —me dije a mí misma—, es huir o morir —mis ojos quedaron fijos sobre la navaja que sostenía en mis manos.

Estaba decidido, no esperaría más tiempo.

Cuando Khan volviera, seguiría fingiendo que estaba sometida a él y entonces usaría la navaja contra él, aunque eso sería una batalla difícil, seguir intentando ganarme su confianza y hacer que baje la guardia no es cosa de un día, tenía que tratar de hacer lo necesario para liberarme.




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