Corazón mutilado

Capítulo trece

En contraste a los días anteriores, el sol brillaba afuera, sus rayos atravesaron las cortillas que cubrían la única ventana que había en la habitación. Llevaba horas despierta, desde mucho antes de que el sol saliera. La habitación estaba tan fría y silenciosa que, los latidos de mi corazón retumbando dentro de mi pecho, era todo lo que podía escuchar a través de la almohada. Por más que intentara mantener la calma, no podía lograr escapar de la angustiante sensación de estar atrapada, no solo en esta habitación, sino también en mis pensamientos; un día podía estar optimista y otro totalmente derrotada.

Me senté sobre la cama con el peso del grillete sobre mi pierna, recordándome mi condena y tortura. Mi cuerpo ya estaba fatigado de este encierro y mi mente no paraba de dar vueltas, saltando de un pensamiento a otro. Cada vez que pensaba en mi escape, un pensamiento oscuro me azotaba y ponía en duda mis habilidades y mi valentía; me hacía cuestionarme si realmente iba a lograrlo o si era mejor olvidarlo y aceptar que esto era lo que me esperaba el resto de mi vida. Pero sacudía la cabeza y volvía a intentarlo, a llenarme de esos pensamientos que me empujaban a intentarlo, que me gritaban en voz alta y fuerte que yo podía desafiar a quien me mantenía prisionera.

Y la navaja oxidada que había encontrado detrás de aquella mesa de noche, era una prueba de ello.

La saqué de debajo de la almohada y la sostuve en mi mano, parecía tan pequeña y frágil ante mis posibilidades. Era evidente que no podría usarla para cortar las cadenas que me ataban a esta cama, pero quizá podría intentar abrir el grillete con ella y liberarme; tal vez me serviría para defenderme de Khan cuando volviera. Todavía no estaba segura de que era lo que haría con ella, sin embargo, si estaba segura de que no podía continuar un día más en este lugar. Estaba harta de la sensación de estar perdida, cansada de ser invisible ante los ojos de los demás que tal vez seguían buscándome o quizás no. Necesitaba dejar de ser una sombra.

«No vas a lograrlo, ya ríndete.»

Aquel pensamiento oscuro se coló en mi mente, como el veneno de una serpiente recorriendo mis venas, debilitándome lentamente. Era suficiente, debía detenerlo, seguir permitiéndole al miedo que decida por mí tenía que parar. Desde aquella vez en casa, cuando Mehmet me llevó en contra de mi voluntad, dejé que el miedo me hundiera en la oscuridad; dejando que la voluntad de otros estuviera sobre mí gobernando mi vida. Era momento de que eso terminara, ahora era diferente. Esperar a que alguien viniera a salvarme no era una opción viable, porque no tenía a nadie que lo hiciera.

Cerré los ojos por un momento y tomé una respiración profunda, entonces pensé en ellos; en mi madre y en mi hermano, ¿dónde estaría? ¿Todavía me recordarían? ¿Acaso me seguirían esperando? O ¿Tal vez me estarán buscando? No, ello seguramente me olvidó.

Solo me tenía a mí misma y ya no podía continuar siendo espectadora de mi propia vida.

Tenía que ser capaz de terminar con todo esto, de lograrlo por mí misma.

Me puse de pie dejando todo el peso de las dudas y los miedos sobre el colchón, necesitaba poner mi plan en marcha, ahora más que nunca, necesitaba tomar acción. Quedarme tirada sobre esa cama esperando a que las cosas se solucionaran por sí solas, no era una opción y tampoco la solución; lo era la navaja en mi mano. Aunque solo era un pedazo de metal oxidado y pequeño, ella era mi única opción, tal vez no sería suficiente, pero haría que lo fuera.

Aunque sabía que era probable que no pudiera ver nada a través de ella, traté de caminar hacia la ventaba, pero la cadena del grillete me impidió acercarme lo suficiente. Necesitaba deshacerme de el primero y después intentar escapar por aquella ventana, aunque sabía lo que me esperaba allá afuera, rodeada de naturaleza, silencio y soledad. Si lograba escapar no encontraría a nadie que pudiera ayudarme, si corría no tenía idea a dónde ir y si gritaba por ayuda nadie iba a escucharme.

¿Qué era lo que iba a hacer después de escaparme? Ni siquiera recodaba el camino hacia aquí, no conocía la ciudad y mucho menos el mundo que me rodeaba. Estuve tanto tiempo dentro de las paredes de la mansión Aksel que, solo conocía sus patios y las rejas que me separaban del mundo y ahora de nuevo solo conocía cuatro paredes que me separaban de un bosque.

En mi mente solo quedaban vestigios de lo que era el mundo cuando era una niña, y cada día que pasaba los recuerdos que me quedaban de ese mundo, iban desvaneciéndose.

¿Qué haría si no encontraba un lugar seguro?

—No. —me dije a mí misma, al mismo tiempo que apretaba la navaja en mi mano y sacudía la cabeza—. No harás que me rinda ahora —sentencié, como si aquellos pensamientos tuvieran la habilidad de escuchar mi voz.

No tenía las repuestas a todas aquellas dudas que carcomían mi mente como larvas y tenerlas realmente no me importaba. Tenía el destino en mis manos y no podía darme lujo de seguir esperando a que alguien más tomara las decisiones por mí. Sí, estaba sola, pero no indefensa. Era más fuerte de lo que yo misma creía y se lo demostraría a los que pensaban que no.

Volví a la cama y tomé asiento, volví a dejar las piernas sobre el colchón y doblé aquella que estaba sujetada por el grillete. Intenté abrirlo con la navaja, pero me quedé paralizada al escuchar el sonido de una puerta cerrándose y luego pasos firmes sobre el piso de madera.




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