Corazón mutilado

Capítulo quince

—¡¿Dónde vas?!

Volteé para encontrarme con mi amada prima, Reyhan, observándome de brazos cruzados con los ojos entrecerrados. Últimamente, se había vuelto un verdadero dolor de testículos y estaba seguro de que vigilaba cada uno de mis movimientos dentro de la casa.

—Desconocía que debía darte explicaciones sobre lo que hago —me giré para contemplarla con las cejas arqueadas y de brazos cruzados.

—Pues ahora tienes el conocimiento —dijo.

La paciencia se esfumó en cosa de segundos.

—No tengo tiempo para tus estupideces de mujer despechada —bufé, listo para darme la vuelta y continuar mi camino.

—Secuestraste a Amira, ella no se escapó de la mansión, ni de Mehmet —entonces detuve mis pasos en seco al escucharla.

Me volví a girar hacia ella tan rápido como aquellas palabras salieron de su boca y me dirigí hacia ella con pasos frenéticos. Mis ojos la contemplaban llenos de furia. La tomé con violencia por uno de sus brazos y la arrastré conmigo hacia otra parte de la casa, donde nadie nos escuchara.

Cerré la puerta del despacho de Mehmet y trabé la puerta con el seguro, asegurándome que ni siquiera la servidumbre pudiera entrar. Ella miró temerosa hacia la manija y luego me contempló a mí. Podía ver su cuerpo temblar, aunque fuera lo mínimo. Me temía y hacía muy bien en hacerlo; ya me tenía harto que se metiera en vida como si tuviera derecho y si seguía, no me quedaría más remedio que darle una maldita lección.

—¿Cuántas veces debo repetirte que dejes de hablar tanta mierda? —dije pasando una mano entre las hebras de mis cabellos.

Estaba verdaderamente harto de Reyhan y su fijación por su papel de buena.

—No es mierda, es la realidad —su cabeza se alzó y me miró con firmeza—. ¡Lo sabes, no seas hipócrita!

Incliné mi cabeza hacia un lado, mientras la observaba con la burla plantada en mi rostro.

—Ser esquizofrénica no te queda, cariño —me burlé—. Dejemos esto así, ¿bien?, y me olvidaré de esta ridícula conversación.

—¡La tienes en la cabaña! —Ahora era ella quien perdía la paciencia, y entonces la sonrisa desapareció de mi rostro—. En la cabaña que me dejaron mis padres. Era para eso que…

Pero no la dejé terminar la frase, porque me acerqué a ella en dos zancadas y la sujeté con fuerza por el cuello. Esa maldita iba a destruir todo lo que Amira y yo habíamos construido; haría que nos separaran y eso era algo que no estaba dispuesto a permitir.

—¡Cállate, maldita sea!

—Me lastimas… —dijo con la voz ahogada, mientras mi mano presionaba su tráquea.

Rápidamente, sus ojos se llenaron de lágrimas y su boca se abrió, mientras tosía en busca del aliento del que la estaba privando. Me importaba una mierda si la mataba aquí mismo; era lo que se merecía.

Estaba jugando con fuego e iba a salir quemada.

—¡Khan! —sus manos golpeaban mi brazo y se aferraban a este para empujarme lejos de ella. Pero su fuerza no se comparaba a la mía de ninguna manera.

—¿Me seguiste? ¿Eh? —cuestioné, mientras veía sus ojos inyectados en sangre, su lengua estaba fuera de su boca—. ¡Maldita, perra entrometida!

La maldije con mi pulgar, ejerciendo presión contra su garganta.

Cuando vi las lágrimas caer de sus ojos y sus labios tornarse de un color más oscuro, solté su cuello; ella cayó al suelo, al mismo tiempo que se esforzaba por carraspear y trataba de llenar sus pulmones de todo el aire posible.

—Escúchame bien, Reyhan —mi voz era amenazante—. Yo no tengo a Amira secuestrada como dices. Si vuelves a decir algo como eso, juro que te enviaré con tus padres al maldito infierno en donde deben de estar —me acuclillé frente a ella—. ¿Me entendiste?

Ella lloraba, mientras sobaba su cuello y asentía con la cabeza. Estiré una mano hacia su cabeza y acaricié su cabello, como si se tratara de una niña pequeña. Aunque más bien era una perra.

—Así me gusta, primita, obediente como la perra que eres.

Me levanté y la observé tirada en el suelo, como la pobre estúpida que era; después de esto, no se atrevería a desafiarme otra vez. Estaba más que seguro. Reyhan se atrevía a desafiarme porque no me conocía. Creía que, porque éramos familia y teníamos una buena afinidad, podía hablarme como si le diera la gana. Pero estaba dispuesto a demostrarle lo cuán equivocada estaba.

Conmigo no podía jugar como lo hacía con Mehmet.

No podía creer que fuera tan mal agradecida. Ahora tenía el camino libre con Mehmet y, en vez de seducirlo como tantas veces trató de hacerlo, estuviera perdiendo el tiempo intentando joderme la maldita existencia. Le había dejado el camino libre, pero ella prefería jugar a la chica buena, cuando siempre ha odiado a Amira e intentó acusarla de asesinato contra ella.

¿Qué quería lograr enfrentándose a mí?

¿Salvarla?

¿De quién?

Primero la asesinaba si se atrevía a separarla de mí.

Salí del despacho dejándola atrás, respiré profundo, al mismo tiempo que me llevaba ambas manos hacia la cabeza y enterraba los dedos en mi cabello; llevándolos hacia atrás, pensando en qué mierda haría ahora que Reyhan sabía dónde tenía a Amira. Debía de sacarla de esa maldita cabaña, porque aunque la hubiera amenazado de muerte, no confiaba en ella. No podía ser estúpido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.