Corazón mutilado

Capítulo veintidós

Reyhan se estaba quedando en la casa desde hace exactamente dos semanas. Desde el día uno en que el doctor me dio el alta, ella había estado ahí junto a Khan para ayudarlo a cuidarme. Ya me sentía mejor, pero tampoco de maravilla. Aún debía guardar reposo, como lo había indicado el médico y así evitar cualquier complicación, pero tanto Khan como ella, no me dejaban hacer nada por mí misma; si debía ir al baño, Khan era quien me tomaba en brazos y me llevaba hasta el inodoro. Me parecía demasiado exagerado, cuando yo me sentía bien y mis hijos también lo estaban. Solo me habían hecho una intervención de emergencia para detener el sangrado, así me lo había dicho Khan. No había día de aquellas semanas en que pudiera levantarme de la cama, ni siquiera para salir al jardín y respirar algo de aire fresco.

Ya estaba cansada de sentirme como alguien que no podía caminar por sí mismo.

Dos semanas de aquella horrible pesadilla y yo quería ver a mi hermano y hacerle tantas preguntas, pero Khan se negaba a traerlo. Sabía que Reyhan no solo estaba aquí porque lo estaba ayudando, sino porque cuando él salía, era ella la que se quedaba a cargo de vigilarme. Le reproché desde el primer día que la vi por su traición y ella me pidió perdón con los ojos cristalinos. El corazón se me encogió al ver sus grandes ojos azules llenos de lágrimas, pero no sabía si creer en sus palabras. Ahora estaba sentada en el sofá, frente a los pies de la cama, mirándome en completo silencio.

—Quiero salir al jardín, al menos —resoplé en medio del silencio que rodeaba la habitación.

—No puedes, lo sabes —me dijo y la contemplé con el ceño fruncido.

—¿Por qué soy una prisionera? —Un bufido salió de entre mis labios y Reyhan fijó sus grandes ojos en mi rostro y luego en mi vientre.

—Porque debes de cuidarte, el doctor lo dijo. Tienes que evitar hacer cualquier esfuerzo.

—No voy a ir a ningún lado, Reyhan —le sostuve la mirada—. No voy a escapar, al menos no por ahora.

—¿Todavía quieres hacerlo?

Me quedé contemplando algo confusa por su pregunta, pero luego vi que lo preguntaba en serio. Remojé mis labios con la punta de mi lengua, para después soltar una sutil carcajada.

—¿Cómo eres capaz de preguntarme eso cuando sabes la respuesta? —Mis palabras eran toscas.

No solo me había hecho enojar su estúpida pregunta, también lo estaba por su traición. Ella, más que nadie, conocía mis ganas de escapar de los Aksel. Ella fue testigo de las múltiples ocasiones fallidas en que intenté correr lejos de ellos y ahora se atrevía a preguntarme si todavía quería huir de las garras de Khan. Ninguna mujer sometida a lo que yo he tenido que vivir en manos de ese monstruo, dejaría de querer huir.

—Lo pregunto, porque he visto cómo te ha tratado él en estos últimos días y porque… —La interrumpí casi de inmediato.

—¿Tú te quedarías al lado de alguien que te tiene en contra de tu voluntad? —le cuestioné con las cejas fruncidas—. ¿Le perdonarías a tu secuestrador que te haya violado? —proseguí—. ¿Acaso podrías borrar todas las cosas malas que te ha hecho?

Entonces agachó la mirada, mientras jugueteaba nerviosa con los anillos que decoraban los dedos de sus manos pálidas. Ella sabía la respuesta a todas aquellas preguntas: claro que no lo haría. Por eso guardaba silencio, por eso prefería evitarme la mirada.

—Khan no siempre fue el monstruo que conoces… —murmuró.

—No lo excuses ni trates de defenderlo.

—Créeme que no es mi intención —alzó la mirada—. Todos tenemos una historia oscura detrás de nuestras acciones, Amira.

Aquellas palabras me hicieron recordar la noche de la pesadilla, cuando giré mi cabeza y me encontré con el rostro apacible y quieto de Khan mientras dormía. Cuando aquellas dudas sobre él aparecieron en mi mente, quise despertarlo para que él las respondiera. Y ahora Reyhan volvía a plantarlas en mi cabeza y bastaba con que yo se las preguntara a ella para obtener las respuestas. Aunque yo luchara contra mi cabeza y la curiosidad que me causaban aquellas dudas, en el fondo quería saber la respuesta, por más que me dijera a mí misma que no me importaba.

Pero no deseaba conocerlas para perdonar a Khan por el daño y las heridas que me había dejado, anhelaba conocerlas para comprender qué clase de cosas pueden ser capaz de oscurecer el alma y el corazón de alguien de esa manera.

Guardé silencio, esperando a que ella continuara hablando y no tener que preguntarle y parecer demasiado interesada, pero ella también se quedó en silencio, para después ponerse de pie y caminar hacia la puerta que llevaba fuera de la habitación. Agarró el picaporte y lo giró, dispuesta a salir de la habitación. Me iba a quedar otra vez sin las respuestas a aquellas interrogantes que me carcomían la cabeza desde aquella noche.

—¿No vas a decirme entonces cuál es esa historia? —pregunté cuando la vi decidida a salir.

Se quedó debajo del marco de la puerta, mirándome por sobre su hombro izquierdo.

—¿De verdad estás dispuesta a saberlo?

Quería decirle que no.

Que no me importaba en lo absoluto quién era Khan o quién había sido antes de esto, pero sería engañarla a ella y engañarme a mí misma. La curiosidad era más fuerte que mi orgullo en ese momento, y si quería escapar de las garras del monstruo, debía de conocer sus fortalezas y sus debilidades.




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