Erick, que se había despertado de lo poco que había dormido, su cabeza no dejaba de pensar en todo lo sucedido, fué al baño a lavarse la cara, en donde se vió al espejo, su mirada se veía apagada por no saber qué creer ni que pensar.
Luego de terminar salió de allí para ir a ver como estaba Lya, porque le preocupaba a pesar de todo, pero desistió recordando que su amada Penélope estaba con ella, así que cambió su rumbo y decidió mejor ir a donde se encontraba Leo, el que ya consideraba su sobrino y que malcriaría con cada cosa que él le pidiera.
—Buenas noches, doctor —ronroneo la enfermera al verlo —¿Viene a ver al pequeño Leo? —su coqueteo absurdo lo irritaba, él solo tiene ojos para su pronta novia Penélope.
—Si —respondió de forma simple y escueta, sin darle ninguna importancia. Procedió a caminar, porque ya sabía dónde debía ir, pero la chica lo detuvo, atreviéndose a tocarlo.
—Sabes… podríamos pasarla bastante bien, si quieres —el se quedó mirando la mano de la enfermera, la cual tocaba su brazo, él pensó que, si hubiera sido en meses anteriores, habría aprovechado el ofrecimiento en el primer escondite disponible, pero le repugnaba esa petición y que lo tocara, allí se dió cuenta que estaba realmente enamorado, que ni por Lya se sintió así.
—No me interesa —contestó fríamente, haciendo que la chica se sonrojara de la vergüenza y quitará inmediatamente su mano.
No la miró, solo se dispuso a ir a donde se encuentran las cunas de los bebés recién nacidos, pero antes de llegar a la puerta la enfermera le informa que Leo está en la sala con su madre.
Se detiene, por un momento duda en ir, ya que él y la joven Lya tienen una conversación pendiente, hay varias cosas que aclarar, el sabe que no sería el lugar adecuado, pero él necesitaba saber porque mintió.
— Te prometo, mi querido Leo, que no dejaré que me aparten de tu lado, no como a tu hermana. —es lo que escucha el joven cuando estaban en el umbral de la sala donde estaba conversando Lya con su pequeño.
—¿Cómo que hermana? —pregunta de inmediato —tienes que darme muchas explicaciones — terminó de entrar — quiero que seas completamente sincera conmigo, no te guardes absolutamente nada, porque de verdad —habló mientras se acercaba a ella —quiero entenderlo todo.
— Está bien —contestó Lya luego de unos segundos de un incómodo silencio — déjame acostarlo — se levantó con sumo cuidado, dejó a su pequeño en la cuna al cuidado de la enfermera que estaba a cargo, si, la misma que le tiró los tejo a nuestro querido principe Erick.
Antes de volver con el chico que antes amó, pero que en este tiempo se volvió un buen amigo, tomó una respiración profunda llenándose de valor, preparándose para una conversación demasiado delicada, una que había decidido que después del embarazo le contaría, ya que su psicóloga le propuso que hiciera como parte de su sanación.
—¿Quieres que hablemos aquí o en otro lugar? —preguntó el joven cuando Lya se digno a regresar —prefiero uno más privado —propuso.
—Hay un lugar tranquilo donde podemos hablar sin problemas por su privacidad —dijo la joven madre recordando la sala privada que se usaba para que los pacientes de cáncer esperaran, y como en la noche no se usaba, algunas veces Lya descansaba allí.
Se encaminaron por los solitarios pasillos del hospital, el joven la seguía sin problemas, hasta que entraron a una pequeña sala cómoda, donde no había nadie y estarían tranquilos allí.
Ya los dos sentados, se hicieron los minutos en donde la joven tenía la cabeza abajo, no sabía cómo empezar a contar, hasta que Erick se cansó del silencio agónico que había.
—Cuéntame qué pasó para que aceptaras ser tu la inseminada.
—Porque me amenazan con la hija que tuve contigo.
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He vuelto mis queridos lectores, les agradezco la espera.
Las actualizaciones seran lentas, espero me tengan mas paciencia.
Los quiero!!!