Corazones Congelados

Capítulo 2

Liam

—En serio, perra, ¡lo vi todo! —soltó Apolo desde la izquierda con una risa burlona.

—¡No me llames perra! —gruñó Malik, girando la cabeza con el ceño fruncido—. ¿De qué demonios hablas ahora?

—De Maya —respondió Apolo con tono dramático, lanzando las manos al aire—. La muy mimada le hizo un berrinche a su papá como si tuviera cinco años, y cancelaron el entrenamiento por su culpa. ¡Lo vi todo!

Malik alzó una ceja, incrédulo.

—¿Y cómo demonios sabes todo eso?

Apolo se acomodó en la banca con una sonrisa engreída.

—Eso es fácil. Estaba coqueteando con una de las chicas del equipo y…

Antes de que pudiera terminar, tanto Liam como Malik rodaron los ojos al unísono. Apolo se indignó de inmediato.

—¡Los estoy viendo! No pueden hacer eso cada vez que digo algo.

—Es que nos lo pones muy fácil —bufó Malik, cruzándose de brazos.

—Además, ese no es el punto —prosiguió Apolo, ignorando la interrupción—. Lo que digo es que agradezco que Maya no sea un chico, porque el equipo ya está lo suficientemente jodido.

—No estamos bien, Apolo, nuestro entrenador es una mierda —intervino Liam con seriedad, recargándose contra la pared con los brazos cruzados.

Apolo pareció meditarlo por un segundo antes de asentir con resignación. Le costaba admitirlo, pero Liam lo conocía lo suficiente como para notar que estaba de acuerdo. Su cabello castaño oscuro caía en ondas desordenadas sobre su frente, y sus ojos miel reflejaban una mezcla de diversión y terquedad. Era el más bajo de los tres, pero no el menos fuerte.

—Tienes razón —resopló Malik mientras las puertas del centro de entrenamiento se abrían con un leve chirrido.

Su cabello negro recién rapado hacía resaltar aún más sus ojos azules, y la afilada estructura de su rostro, combinada con su nariz recta y ligeramente respingada, le daba un aire imponente. A veces, los tres —apodados "los malditos" por el resto del equipo, un apodo que Liam detestaba— se quedaban a practicar lanzamientos por la noche, cuando el centro estaba vacío.

Pero al llegar a su cancha, algo les llamó la atención.

—¿Y quién es ese? —preguntó Malik, entrecerrando los ojos hacia la pista.

—¿Quién? —Liam alzó la vista, siguiendo su mirada.

Había alguien deslizándose a toda velocidad por la cancha, girando con una precisión que no era propia del hockey.

—¿Es una chica? —exclamó Apolo, impresionado.

La figura pasó junto a ellos como una ráfaga, demasiado rápida para distinguir detalles más allá de la maraña de rizos oscuros que se movían con ella.

—Espera… —Malik se inclinó un poco hacia adelante, intentando enfocarla—. ¿No es la chica con la que chocaste hoy por la mañana?

Liam se quedó mirando, sintiendo una punzada extraña en el pecho. Sus manos, que hasta hace poco sostenían su palo de hockey con despreocupación, se tensaron alrededor del mango.

—Sí… creo que sí —murmuró, con la boca seca..

No tenía dudas. Reconocería esos rizos y los patines negros con detalles en morado en cualquier parte.

—Pero, ¿qué está haciendo aquí? —preguntó Apolo, confundido—. ¿No dijiste que era patinadora artística?

—Eso es lo que pensé —respondió Liam, observando cómo la chica tomaba impulso y ejecutaba un giro preciso.

Su técnica era impecable, su equilibrio perfecto. No era solo rapidez, era elegancia en movimiento.

—Bueno, lo que sea que haga, le sale mejor que a Malik en los entrenamientos —bromeó Apolo, dándole un codazo.

—Vete a la mierda —gruñó Malik, empujándolo con el hombro.

Apolo soltó una carcajada.

Pero Liam ya no los estaba escuchando. Sus ojos seguían fijos en la chica que continuaba deslizándose sobre el hielo, con una mezcla de furia y gracia en cada giro.

No parecía alguien que estuviera simplemente entrenando. Parecía alguien que estaba desquitando su frustración con el hielo.

—Y bien, Liam… —Apolo se apoyó en su hombro con una sonrisa ladina—. ¿No la vas a llamar?

Liam tardó un momento en responder. Se sacudió del chico para que quitara su apoyo de su hombro.

—Creo que sí —dijo, sin apartar la vista de ella.

—Pues te miró como si quisiera arrancarte la cabeza —comentó Malik con diversión—. Y mírala ahora: entrenando en nuestra pista.

—Exacto —Apolo le dio una palmada en la espalda—. Es obvio que el destino quiere que la cagues una segunda vez. Vamos, ¿qué podría salir mal?

Liam suspiró. Por alguna razón, tenía la sensación de que la lista de cosas que podían salir mal era bastante larga.

Pero aun así, no pudo evitar dar un paso adelante.

Los chicos dejaron sus bolsos deportivos al lado del de la chica, que era notablemente más pequeño. Junto a él, perfectamente doblada, había una camiseta negra. Era una diferencia abismal comparado con sus propias mochilas, que parecían a punto de explotar con equipo de hockey.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.