Corazones Congelados

Capítulo 5

Tatiana

—¿Estás saliendo con Liam Rodríguez? —fue lo primero que escuchó Tatiana al cruzar la puerta de su casa.

La voz de su hermana Maya llegó como un disparo, directa y cargada de incredulidad, rompiendo el ambiente relajado que todavía llevaba consigo del jeep. Liam la había dejado en su casa después de un paseo al que Apolo y Malik, como siempre, se encargaron de ponerle humor, con bromas sobre ser la "novia del capitán" del equipo de hockey. Y aunque Tatiana intentó no darle importancia, no pudo evitar sonrojarse un poco.

Mientras volvian a entrar al jeep, Tatiana se había asegurado de sentarse en el asiento del copiloto solo para molestar a Apolo. No había sido solo eso, claro. Había algo en la calma de Liam al conducir, algo en cómo parecía no preocuparse por nada, que la desconcertaba y atraía al mismo tiempo. Pero ella, por supuesto, no iba a admitirlo. Ahora, al llegar a casa, la última persona con la que quería hablar sobre el tema era su hermana.

—¿Qué? —Tatiana parpadeó, tratando de disipar la niebla de risas y diversión en su mente, mientras entraba a la sala, donde su padre y Melonny estaban viendo algo en la televisión, aunque claramente atentos a lo que sucedía.

—¡Estás saliendo con Liam! ¡El rubio capitán de hockey que todas se mueren por él! —Maya no tenía filtro, y esa afirmación la soltó con tanto entusiasmo que parecía más una acusación que una simple pregunta.

Tatiana frunció el ceño, sintiendo que una mezcla de irritación y confusión se apoderaba de ella. No sabía si reírse o contestar de manera cortante.

—Eh… —Tartamudeó un momento, sin saber bien cómo reaccionar a esa afirmación.

—¿Esto es algún truco barato para llamar la atención? —intervino Maya, cruzando los brazos y alzando una ceja, como si estuviera juzgando a un desconocido. Su tono era ácido, como siempre que sentía que tenía el control de la conversación. —¿Para que papá te mire un poco más?

Tatiana respiró hondo, luchando por mantener la calma.

—El mundo no gira alrededor tuyo, Maya. Mi vida personal no es tu problema.

—Me incumbe cuando empiezas a salir con el chico más codiciado del centro —replicó Maya, como si fuera lo más natural del mundo.

El aire en la habitación se cargó de tensión, y por un momento, Tatiana no pudo evitar que la adrenalina recorriera su cuerpo. Una sonrisa divertida apareció en su rostro, aunque era más una reacción instintiva que una respuesta pensada.

—¿Sabes qué, Maya? Sí. Sí, estoy saliendo con él.

Maya la miró con una mezcla de incredulidad y burla, como si le costara aceptar que alguien como Tatiana estuviera involucrada con alguien como Liam. La observó de pies a cabeza con desdén, como si tratara de detectar alguna mentira en su postura.

—Por favor… —La palabra salió de su boca con desdén. —Todas las chicas darían lo que fuera por estar con él. ¿Cómo alguien como tú…?

Tatiana sintió cómo la adrenalina se evaporaba, reemplazada por una oleada de inseguridad que le subió por la espalda. Las palabras de Maya calaron hondo, aunque sabía que no debían afectarle. No es real, se recordó a sí misma. Es solo una provocación. Pero aún así, las palabras de Maya sonaban tan convincentes.

—Si piensas que con esto serás mejor que yo, estás equivocada —dijo Maya, sonriendo con una confianza tan afilada como un cuchillo.

Tatiana alzó una ceja y se cruzó de brazos, adoptando una postura desafiante.

—No necesito esto para ser mejor que tú. Ya lo soy.

El rostro de Maya se puso rojo, su mandíbula se tensó, y los ojos brillaron con furia.

—Saca las medallas, a ver quién tiene más —respondió con tono sarcástico.

Tatiana soltó una carcajada seca, pero en su interior sentía una satisfacción creciente al ver que las palabras de su hermana no la afectaban tanto como pensaba.

—Las medallas que te compró papá no cuentan —dijo con una sonrisa llena de veneno.

Maya quedó sin palabras. Por un momento, se quedó ahí, intentando encontrar una respuesta, pero nada salió de su boca. El silencio que se creó entre las dos estaba cargado de tensión.

—¡Eres una perra! —espetó su hermana, girándose hacia su padre con furia. —¡Papá, dile algo!

Tatiana sintió la mirada preocupada de Melonny sobre ella, pero sabía que, aunque su madrastra tratara de intervenir, la última palabra la tenía su padre. Siempre había sido así.

—Creo que esto ya es suficiente… —intervino Melonny suavemente, tratando de calmar la situación. Pero su padre, de forma indiferente, solo la apretó más contra su costado, sin apartar la vista de la televisión.

—Deja que las niñas jueguen —dijo con calma, como si esto fuera una simple competencia escolar. —Todo se definirá en la competencia de este fin de semana. La que obtenga el primer lugar, se lleva el mérito.

Tatiana sostuvo la mirada desafiante de su hermana, sabiendo que, por esta vez, no se dejaría intimidar.

—Que gane la mejor, entonces —respondió, con una seguridad que le sorprendió incluso a ella misma.

Maya enarcó una ceja, sonriendo con malicia, como si estuviera maquinando algo más.




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