Corazones Congelados

Capítulo 6

Liam

Liam esquivó a los reporteros insistentes que lo seguían con cámaras y preguntas, ignorando los flashes y el murmullo de su nombre. Subió las escaleras a toda prisa, dos escalones a la vez, con el corazón latiéndole en la garganta. Algo estaba mal. Nada de lo que había leído en los mensajes de Tatiana coincidía con lo que le habían dicho el entrenador Fisher y Maya. Según ellos, la competencia había sido cancelada por la administración.

Pero cuando llegó al tercer piso, la vio.

Tatiana estaba bajando del podio.

Su respiración se cortó por un instante. No pudo determinar en qué lugar había quedado, pero eso ya no importaba. Lo único que vio fueron sus ojos rojos e hinchados, el rímel corrido que normalmente no permitiría, y la forma en que John ayudaba a las tres chicas a bajar, tomarse fotos y recibir felicitaciones. Una chica rubia le rodeó los hombros con un brazo, mientras que otra, con el pelo cortado en un pixie, las seguía de cerca.

Liam corrió hacia ellas y se plantó frente a Tatiana, aún jadeando, con el uniforme de hockey puesto y la medalla de oro colgando de su cuello. Pero nada de eso valía en ese momento, porque lo único que importaba era la mirada de Tatiana.

Una mirada de decepción absoluta.

Desvió la vista por un instante y entonces lo vio: la medalla de plata que colgaba de su cuello.

¿Qué carajos...?

—Tiana…

—¡Eres un mentiroso! —Tatiana explotó antes de que pudiera decir algo más—. ¡No viniste! ¡No llegaste! ¡Me lo prometiste! Dijiste que ibas a equilibrarlo todo —se soltó del agarre de la rubia y le clavó un dedo en el pecho con rabia, con fuerza, a pesar de los protectores—. ¡Esto no es un juego para mí, Liam! ¡Es mi vida! Y si no ibas a tomarlo en serio, me lo hubieras dicho.

Liam sintió el golpe de sus palabras más fuerte que cualquier choque en la pista de hockey.

—Tiana, Maya me dijo que se había cancelado la competencia… igual que tu padre —susurró, tratando de encontrar en sus ojos una señal de que pudiera entenderlo.

Pero todo lo que encontró fue ira.

—¡Maya me odia! ¡Mi padre me odia! —gritó, las lágrimas volviendo a llenar sus ojos—. Harían cualquier cosa por verme fracasar. ¿Y tú qué hiciste? Les creíste. Ni siquiera viniste a confirmar por ti mismo. No hay excusa, Liam.

—Tiana, no era mi intención…

—¿Sabes lo que dijo la presentadora? —preguntó con una risa amarga, sin siquiera esperar respuesta—. Dijo que no se puede confiar en los jugadores de hockey.

Liam sintió que su estómago se hundía.

—¿Qué? No, eso es una estupidez.

—¿Cómo podría saber que es una estupidez si no estuviste aquí? —Tatiana negó con la cabeza, apretando los labios para contener más lágrimas—. Me quitaron puntos por no presentarme en la competencia de parejas. Iba a ganar el primer maldito lugar, Liam. Y no lo logré. ¿Sabes quién sí? —Tatiana levantó la medalla entre sus dedos como si quemara—. Maya.

Liam sintió que la sangre le hervía.

—Tatiana…

—Ella no va a parar de regodearse. Se va a asegurar de que lo sepa cada día. De que todos lo sepan. Felicidades, supongo.

Giró sobre sus talones para irse. Liam la agarró de la mano en un último intento desesperado.

—Tiana, espera.

Ella se detuvo solo lo suficiente para mirarlo por encima del hombro, su expresión una mezcla de furia y algo más profundo, algo más desgarrador.

—Eres la última persona que quiero ver, Liam —susurró, con una frialdad que le heló el cuerpo—. Toda mi vida la gente me ha decepcionado. Mi padre. Maya. Mi antigua entrenadora. Mis amigas de San Francisco. Sean. Y ahora tú. Pensé que eras diferente. Pensé que podía confiar en ti.

Liam sintió algo ácido en su garganta.

—Pero fui una estúpida —concluyó Tatiana con un susurro.

Se soltó de su agarre y se marchó con la rubia de las dos medallas de oro siguiéndola de cerca. La chica del pelo pixie le dedicó una última mirada antes de sacudir la cabeza y seguirlas.

Apolo y Malik llegaron jadeando poco después, con la confusión escrita en sus rostros.

—La cagué en serio —murmuró Liam, sintiendo cómo la desesperación lo atrapaba como una red—. Esto es horrible.

Pero antes de que cualquiera de ellos pudiera responder, una presencia más se unió a la escena.

Maya.

Apareció con una sonrisa que destilaba autosuficiencia y se plantó justo frente a Tatiana, quien acababa de salir del vestuario con su bolsa y los trajes en un brazo.

—El segundo lugar es para los perdedores —canturreó Maya, tomando la medalla de Tatiana con burla—. En cambio, el primer lugar… es para ganadores. Gané yo, hermanita. Como siempre.

Tatiana la miró con puro odio, pero Maya solo sonrió más.

—Ya, felicidades —soltó la rizada con voz tensa.

—¿Sabes? Se me ocurren varias cosas que podrías hacer para demostrar tu apoyo —Maya dejó caer su enorme bolsa en el suelo con un ruido sordo—. Cómo cargar mis cosas.




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