Corazones Congelados

Capítulo 11

El ambiente se relajó después de eso. La abuela Gracie se marchó refunfuñando sobre "no estar para aguantar esta gentuza", y el padre de Liam tuvo una breve discusión con su madre en la puerta antes de regresar al salón con la expresión tensa.

—¿Alguien quiere vino? —preguntó, como si nada.

Las gemelas se pusieron de pie de inmediato para repartir copas, y Lionel volvió con dos botellas de vino tinto.

—Apolo, trae las cervezas para ustedes —le pidió.

—Sí, señor —respondió Apolo con una sonrisa, dirigiéndose a la cocina.

Luna se levantó enseguida para "ayudarlo", aunque nadie se creyó esa excusa. Era un concepto abierto; desde la sala se podía ver la cocina y la isla central. Malik observó el recorrido de la chica con los ojos entrecerrados. No hacía falta ser un genio para notar el jueguito entre ella y Apolo. Era obvio que se gustaban y que disfrutaban poniéndose celosos mutuamente.

Mientras esperaban, Liam y Tatiana se acercaron al sofá, donde los demás comenzaron a presentarse.

El chico de cabello negro sentado en el reposabrazos era Lorenzo, hijo mayor de Lynn, y junto a él estaba una rubia tímida llamada Layal , quien conversaba en voz baja con Landon. Del otro lado, un chico con lentes, Leonardo, hijo menor de Lorie, estaba con Luna, que seguía en la cocina con Apolo. La gemela hiperactiva no tenía hijos y la otra más seria solo tenía a Luka.

—Necesito sentarme —susurró Tatiana, sintiendo la rodilla arder.

Necesitaba quedarse quieta un rato. Liam se movió para dejarle espacio, pero antes de que pudiera hacerlo, Luna chilló desde la cocina.

—¡No te sientes en mi sitio!

Liam miró a su alrededor.

—Solo queda un lugar —dijo con resignación.

—Que Tati se siente en tus piernas, no es tan difícil —intervino Lorenzo con una sonrisa pícara.

Tatiana alzó una ceja. Antes, tal vez se habría avergonzado, pero ahora mismo su rodilla dolía demasiado como para preocuparse por las miradas. Sin dudarlo, empujó a Liam y se dejó caer sobre su regazo.

Hubo un momento de silencio antes de que los chicos silbaran y gritaran entre risas.

—Lo siento —le susurró a Liam. Su brazo se apretó con suavidad en su cintura, y sus ojos oscuros se fijaron en ella, dilatados

—De verdad necesitabas sentarte, ¿eh?

—Sí, pero no te preocupes. No pesó tanto, ¿verdad?

—Eso no te lo voy a responder.

Tatiana rió bajo. Liam podía ser un caballero, de vez en cuando.

—¡Se están tardando con eso! —gruñó Malik hacia la cocina, cruzado de brazos.

—Sé que me extrañaste, nene —canturreó Apolo mientras regresaban con las cervezas.

—No, extrañaba la cerveza —respondió Malik con seriedad.

—Para ser árabe musulmán, eres bastante adicto al alcohol —bromeó Luna, sin pensarlo demasiado.

Pero la broma no cayó bien. Malik se atragantó con el primer sorbo, y Apolo dejó de repartir las latas para mirarla con el ceño fruncido.

—Sabes que no hablamos de eso —gruñó Liam, su tono bajo y tenso. Tatiana sintió el cambio de ambiente de inmediato.

—¡Joder, lo siento! —se apresuró a decir Luna, poniéndose roja—. ¡De verdad lo siento! No quise decirlo así.

—Es que no tenías que decirlo y punto —cortó Apolo, dándole una palmada en la espalda a Malik, quien solo negó con la cabeza.

Landon intervino rápidamente para aliviar la tensión.

—Bueno, ¿por qué no sigues repartiendo las latas, Apolo? Te quedaste con Tati.

Apolo le pasó una lata a Tatiana, pero ella negó con la cabeza.

—Soy deportista, no bebo alcohol.

Lorenzo gimió, abriendo su propia lata.

—Vamos, chica, es solo un día.

—Sí, a veces es bueno salir de la rutina. ¡Hasta Layal está bebiendo!—secundó Luna, señalando a Layal justo cuando esta llevaba la lata a los labios. La rubia se sonrojó al ser descubierta, y Landon rió.

—Vamos, princesa, ya me duele el brazo —insistió Apolo, agitando la lata frente a ella.

Tatiana se encogió de hombros y la tomó. ¿Por qué no?

Los chicos aplaudieron con entusiasmo mientras Apolo se dejaba caer en el piso.

Liam abrió su lata lejos de ella, para que no le salpicara, y bebió un trago largo y profundo. Tatiana pudo escuchar el sonido del líquido recorriendo su garganta, cómo su nuez de Adán se movía con la acción.

Mierda.

Sacudió la cabeza y abrió la suya, llevándosela a los labios. El sabor amargo la golpeó de inmediato, haciéndola hacer una mueca.

Liam estalló en carcajadas. Fue una risa fuerte y genuina, el tipo de risa que le hacía ver más relajado, más humano.

Los demás se giraron sorprendidos.

—Definitivamente, las mujeres cambian a las personas —murmuró Lorenzo, divertido.




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