Corazones Devorados

Capítulo 2

CAPÍTULO 2

-Hasta que lo hagas, no me dejes-

-Helena-

—¡Hijo de puta! — Al bajar del auto y caminar metiéndome entre la gente aquello fue lo primero que oí.

Jules me había prohibido salir, pero, a la vista se notaba que todo acabaría mal, ya había anochecido, Max seguramente estaba ebrio, y Leo quizá también ya que Jules salió apresurado escabulléndose bajo tremenda revuelta. Les habían dado cinco días de descanso y desde que Max y Leo habían llegado a casa los había evitado a los dos porque por desgracia yo era una persona colmada de defectos que incluso me resultaban difíciles de controlar aún en la necesidad más extrema.

Con el estilo de vida que llevábamos era complicado que mi padre se enterase de todo, y eso era lo mejor, pues había que cuidar la imagen ante la sociedad de forma meticulosa por el bien de la empresa familiar.

Leo era diligente y hábil, mientras Max solo se limitaba a lo que mi padre le asignaba a hacer y aprender, sabiendo que algún día heredaría todo de él por lo tanto su esfuerzo solo era el justo y el necesario. Y aquello no era lo mejor, pues Max solía valerse demasiado de Leo, porque Leo cumplía a la perfección lo que mi padre deseaba de nosotros dos sus hijos, era como ese espejo incómodo que Max ni yo deseábamos mirar. Era perfecto ante los ojos de mi padre, en el pasado estudiaba con diligencia, era astuto, rápido para reaccionar sabía cómo calmar a mi padre cuando bufaba en colera, incluso llegué a pensar que cuando Leo dejaba salir su verdadero carácter mi padre era más compasivo con él que con nosotros dos.

Y yo…bueno, estaba en un lugar intermedio, prácticamente no tenía un ápice de libertad mi padre se encargaba de regular todo en mi vida, enviudó cuando yo apenas era una niña , al ser la única mujer me enviaba junto a las hijas de todos sus amigos y socios a clases de ballet, las cuales consideraba aburridas y desabridas. Con el tiempo fui mejorando ganándome el agrado de mi padre.

En el pasado junto a mi hermano y a Leo competíamos en equitación, deporte que mi padre consideraba fabuloso para nuestra familia, y que solo yo continué ya que ellos dos ya no podían. Si algo tenía en claro era que me gustaban los caballos, era quizás lo único en lo que mi padre había dado en la tecla conmigo. En el pasado Leo y Max, se unieron a mí después de que mi padre se arrepintió de enviarlos a practicar artes marciales mixtas, deporte que siguieron practicando durante un tiempo a escondidas, allí con el pasar del tiempo fueron ganado musculatura que se equiparaba con la altura que iban teniendo los dos. Los sacó del equipo en el que entrenaban cuando notó que ellos molían a golpes a los demás, y eso incluía a sus propios compañeros.

Con el paso de los años había reparado que Leo me detestaba o bien me lo hacía saber cada vez que yo irrumpía con su paciencia, o cuando simplemente me notaba entre la gente, pero, había algo que no comprendía de él , y eso era que yo simplemente; lo dominaba. Cada vez que utilizaba aquello a mi favor se sentía como un auténtico pecado que cometía en secreto contra él, valiéndome de aquello que solo yo lograba provocar en Leo.

Había aprendido con astucia a hablar ruso, solo para fastidiarlo pues odiaba su forma de ser arrogante y superior, sorpresivamente lo que logré con ello fue que cada vez que Leo deseaba dirigirse solo a mí jamás se atrevía hacerlo en otro idioma que no sea en el mismo que me habló aquella primera vez que lo conocí.

Leo parecía aborrecerme con todo su ser, pero, cuando iba a bajar de mi caballo ahí estaba para sostenerme por la cintura, cuando escapaba de clases de danza ahí estaba para darme su abrigo y cubrirme si así fuese necesario, jamás se quejaba, conocía todo de mí, así como yo conocía todo de él. Aquello era extraño entre nosotros dos, nunca habíamos hablado de lo bien que nos conocíamos el uno al otro, no parecía ser necesario aunque a veces me cuestionaba si aquello estaba bien. Cuando lograba salir con mis amigas, mi padre lo enviaba a él para que fuese por mí a la salida de algún Pub o fiesta, ¡lo odiaba! Pues se cargaba un mal genio todas las veces, ni hablar si me veía con algún chico, no podía ligar en paz, porque Leo se encargaba de espantar a cuanto ser humano se me acercaba.

-Flashback-

—Si sigues viniendo por mí: ¡voy a terminar loca y sola! —le reproché caminando hacia el automóvil, él se limitó a abrirme la puerta del acompañante.

—Dile a tu padre que deje de enviarme, créeme, no tengo ganas de llegar hasta este lugar a buscarte cuando podría estar durmiendo después de haber pasado por un día agotador.

—¡Por supuesto! —me detuve observándolo directo a los ojos, de noche el color acerado de sus ojos intimidaban aun más de lo normal—pero antes de ello: deberías tomar en cuenta que él te elije a ti; ¡porque te comportas como un cretino perfeccionista!

—Si estás molesta porque quité de tu cuello a ese tipo, y sin darme cuenta doble su muñeca porque había puesto una de sus manos sobre tu trasero, vaya, lo siento…—determinó de forma irónica.

—¡Pero si hasta oí como chilló cuando lo tomaste por la muñeca! Con lo que hiciste: ¡él no va a acercarse a mí nunca más! —Leo se encogió de hombros con total despreocupación.

—No tengo la menor idea si dentro de un tiempo se atreverá a volver a intentarlo contigo, pero, por lo menos me aseguro de que no palmeara tu trasero, no con la mano izquierda— ,su arrogancia me hacía bufar de enfado, lo observé frunciendo el ceño.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.