CAPÍTULO 4
-Yo, antes que nadie-
-Helena-
Él me había estado abandonando, y yo ni siquiera estaba cayendo en cuenta de ello, comenzó con pequeñas ausencias, con cierta frialdad que conocía muy bien, pero, jamás la aplicaba conmigo, sus sonrisas se comenzaron a esfumar junto con sus caricias, y ese recelo que siempre tenía conmigo comenzó a disiparse. Después de nuestra última conversación, apenas si nos veíamos, sus ausencias ya no eran de horas, eran de meses, meses que jamás imaginé que dolerían tanto, interrumpió sus estudios en la universidad entrando de forma definitiva en el ejército llevándose a Max consigo. Después de mucho tiempo volví a verlo esa noche.
“—No estás acabado esta noche solo porque ella determinó salvarte…”
Una vez en casa, Jules condujo a Max a su habitación, no había mucho que hacer con él, estaba ebrio.
La puerta de mi habitación se abrió de un solo tirón, Yaya dio un salto por la forma brusca, ella, estaba ayudando a curar los horribles raspones que tenía en una de mis rodillas, ardían, pequeños hilos de sangre de una de mis lastimaduras se deslizaban por mi pierna.
—Yaya, sal a fuera—.Le ordenó.
—Pero…Leo, estoy curando a Helena, está lastimada—.Yaya detuvo el movimiento de sus dedos con la compresa sobre mi rodilla.
—Déjanos solos. Ahora—.Determinó sin titubear, Yaya asintió dejándonos a solas.
—Ni se te ocurra acercarte—le advertí componiendo mi postura.
—¿No quieres mi cercanía? —lanzó sonriendo de forma irónica y amarga—pero: ¿para pedirme que te salve fuiste capaz de usarme? —¿Usarlo? tragué con dificultad, un punzante dolor en mi garganta comenzó a martirizarme, me estaba echando en cara que había roto esa cruda distancia a la cual él me había sometido rompiéndola con mi pedido.
—Tienes razón—admití con amargura— no va a volver a pasar, lo siento—me puse de pie, jadeando de dolor, mi rodilla estaba tan golpeada que me dolía al flexionarla cada vez que intentaba moverme, me sostuvo, el tiempo no solo había cambiado su temperamento conmigo que de por sí era cruel y rudo, sino también, su complexión física con más musculatura y hasta su piel, que solía ser suave, ahora, en cambio apenas sentí el roce de sus manos estirando sus dedos tomándome de los brazos percibí la aspereza de su tacto, el sutil movimiento de mi cuerpo encogiéndome de hombros provocó en Leo disgusto, haciéndomelo notar enseguida quitando sus manos separándose a una distancia prudente.
—Voy a llevarte a que te vea un médico.
Acomodé mi postura una vez más, buscando ese orgullo que ante él se esfumaba y se convertía en una debilidad difícil de controlar.
—No, cometí una estupidez, lamento lo ocurrido— ,Leo intentó volver a acercarse su mirada me observaba con desesperación , esa misma, que le estaba costando disimular ante mí—me duele esta extraña cercanía —respiré intentando pausar mi agitación —Es mi culpa, en todo este tiempo pensé en ello: ¿cuál fue mi terrible error? Debí ser muy tonta—sonreí con suavidad para que un sollozo apagara mi desabrida mueca—,busco ese: error, y no lo encuentro, es desesperante porque solo llego a la conclusión de que fui una idiota, me dejé llevar, en estos momentos desearía cambiarlo todo para no depender de ti en absoluto. Hoy te vi…—lo observé y toda su postura se tensó, Leo sabía muy bien a qué me refería.
—Era una mujerzuela, de perfume barato, que no depende de mí, al contrario, siento asco de su vulgaridad ,pero: ella, tolera esta—elevó levemente las palmas de sus manos—piel áspera— .Su mandíbula se apretó conjugándose con su fría mirada.
—Te aborrezco.
—Yo también, créeme, yo también…—sentenció yéndose.
¿Aborrecernos?
Que extraño se oía aquello, era insólito pensar que alguien como nosotros dos llegaríamos a ofendernos de esa manera tan dolorosa, ¿nosotros? En el pasado jamás habría imaginado un presente tan doloroso.
-Flashback-
—Leo…—aquella vez tenía mi cabeza recostada sobre su pecho, el verano era insipiente, aun no atardecía pero los grillos se hacían oír anunciando que el tiempo para el atardecer llegaría. Deslicé el libro que estaba leyendo dejándolo sobre la hierba, me detuve contemplando el cielo como lo hacia él.
—¿Si?
—¿Has pesando que harás una vez que termines la universidad?
—Mucho— ,me giré suavemente echándole un vistazo, él elevo sus brazos hacia atrás acomodando sus cabeza bajo sus palmas—la empresa de mis padres en todo este tiempo ha estado flaqueando, aun no estoy listo, pero, cuando lo esté pondré todo en orden…
—¿Ese es tu gran objetivo?
—A decir verdad, es una pauta importante, pero no es mi objetivo de vida.
Me voltee hacia él para poder observarlo mejor aquello último había pillado mi atención.
—¿No? —negó nuevamente con un leve movimiento de cabeza—te veo pasar días enteros junto a mi padre convencida de que buscabas mantener todo lo que has heredado.
Sonrió.
—Cuando todo sea estable, voy a tener una casa en el campo…
No disimulé mi asombro, no era para menos, aquello no lo podía creer.
#5572 en Novela romántica
#1190 en Novela contemporánea
jefe y asistente, romanace desamor primer amor, romance oculto
Editado: 21.06.2025