Corazones Devorados

Capítulo 6

CAPÍTULO 6

-Con mi única esperanza-

-Helena-

Desde que se había ido, anhelaba de forma secreta su regreso, ni siquiera sabía cómo podía soportar su ausencia un día más, todo dentro de mí se iba desmoronado, pero, cuando creía que todo caería sobre mí, una débil esperanza sostenía mi derrumbado corazón.

En el fondo deseaba acabar con ese amor frágil y cegado que tenía por él. La incertidumbre en la que me envolvía cuando estaba cerca de mí me confundía, no deseaba caer sabiendo que me convertiría en algo efímero dentro de su vida. Amaba a mi corazón, y atesoraba esos sentimientos que vivián bajo su existencia, pero, no podía dejarme llevar caminando sobre la vacilación que Leo provocaba en mí.

¿Qué te ocurrió? ¿Por qué te alejaste? Pero, por sobre todas las cosas: ¿Por qué te convertiste en un completo extraño para mí?

El día que se fue me encerré en mi habitación, por la madrugada me había despedido de Max, pero evité toparme con Leo. Di un salto de la cama cuando oí que alguien llamó una sola y suave vez a la puerta, corrí de forma sigilosa hacia la puerta apoyando mi rostro, entonces lo oí:

—Si no te despides, ¿qué será de mí? Mi voluntad, está acabada— .Tragué con dificultad, mis labios temblaban, intenté producir el menor ruido posible, mi pecho se agitaba descontrolado por un sollozo que a duras penas podía contener, llevé mis manos sobre la puerta— .¿Qué será de mí? —repetía en un susurro decepcionante y triste.

-¿Qué será de mí?-

Y no pude, fue entonces cuando descubrí que mi corazón se había teñido de un extraño rencor, algo que jamás había apreciado por nadie, y de pronto lo estaba sintiendo por alguien por quien jamás se me hubiese ocurrido sentir tal cosa, no con Leo, no con él.

Y así pasaron los días, los meses y los años, comencé a desconocer cómo sería su aspecto desde la última vez que lo había visto.

¿Por cuánto tiempo más guardaría rencor?

Max, era el único que venía de visita a casa en sus licencias, hasta que mi padre decidió terminar con su enojo, permitiéndole que abandonara el ejército para que pudiese retomar sus actividades en la empresa, mucho de eso se debía a que su salud de forma repentina había desmejorado, ya no poseía la misma vigorosidad del pasado, las cosas iban mal en la empresa, algo no había salido bien y él simplemente estaba pagando todo aquello con su salud.

De forma extraña la vida me había quitado los laureles del pasado para aventarme sobre un presente agobiante.

Bajo la desesperación de mi padre, finalmente acepté lo que por dos años había estado evitando con Alejandro. Mi decisión al acceder lo cambiaría todo, llevando a que sería él quien tratase conmigo los temas referidos a la compra de las acciones y a la empresa mientras Max estuviese a mi padre como CEO de la empresa, aquello me llevaba a que implícitamente tendría que aceptar sus invitaciones insinuando su interés por establecer conmigo algo mucho más serio que un solo compromiso laboral.

—Helena, es de nuestro gran agrado que hayas aceptado cenar con nosotros, hacía mucho que tu padre pretendía algo así, y lamentamos que por su salud no pudiese acompañarte—me encontraba en uno de los restaurantes más lujos de la ciudad, acompañada de personas que no me agradaban en absoluto, eso no era molestia para mí, estaba costumbrada a lidiar con eso, de lo que no estaba acostumbrada era a tener que aceptar a alguien a quien no deseaba ni pretendía en mi vida, era irónico pensar que a esas alturas yo ya no tenía ni siquiera una mínima decisión todo se limitaba a que aceptase sin miramientos si quería salvarnos.

Observe a Douglas, el padre de Alejandro, sonreírme con una tranquilidad que odié en secreto.

—Es para mí también un gusto—mi voz suave agradaba a todos allí, que asintieron satisfechos, sobre todo Alejandro que no se había detenido en disimular su mirada sobre mí.

Y con ello fue pasando el tiempo.

Y cuando creía que podía encaminar todo mis problemas seguían surgiendo.

Max, era el único que podía sostener lo que a pedazos se estaba cayendo, a su vez su estrés era evidente.

—Si no me dices que es lo que te tiene tan preocupado jamás podré ayudarte Max—le dije aquella vez, pero él simplemente me observó se había lanzado sobre el inmenso sofá molestándome como de costumbre con arrumacos molestos e insistentes.

—Me gusta el mundo en el que vives, solo mírate: qué hermoso es, desde aquí, puedo verlo y vaya eres afortunada, papá se ha esforzado mucho…—sonreía pero esa mueca era para apagar su verdadero sentir, el detestaba mi situación con respecto a la de él.

—Esta inmensa casa a duras penas ya se puede mantener, papá está enfermo yo soy su auxilio todo el tiempo, las finanzas no están bien, él no está comprendiendo que debemos reducir los gastos, tuve que despedir a cinco empelados el mes pasado sin que papá lo sepa, es tan orgulloso que no admite reconocer que no estamos bien, por supuesto tuve que mentirle diciéndole que renunciaron porque consiguieron un mejor trabajo. Intento lidiar con todas los problemas, pero él no deja que avance mucho…

—Helena; esto no avanza porque ,tú, no avanzas—me recordó con seriedad Max.

—No tengo intenciones de formalizar con él, ya lo expliqué miles de veces.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.