Corazones Devorados

Capítulo 7

CAPÍTULO 7

-Escuché que tus sueños se hicieron realidad-

-Helena-

Sufría en un silencio aterrador. Mi padre estaba desmejorando cada vez más, iba apagándose y muy de apoco comenzaba a convertirse en un triste recuerdo de lo que había sido en el pasado.

Él lo sabía, su astucia era lo único que no se iba por completo de mi padre, incontables veces me tomaba de la mano exigiéndome que le responda con la verdad algo que él sospechaba gracias a esa perspicacia que no perdía bajo ningún punto.

—Dime la verdad, Helena: ¿él trata bien? —su mirada arrepentida y su expresión dubitativa eran motivadas por esa sagacidad que lo empujaba a realizarme esa pregunta una y otra vez, su respiración agitada por los nervios, aun con el oxígeno proveyéndole de la mayor asistencia posible mi padre se agotaba.

—Muy bien, papá, Alejandro es un buen hombre, estamos solucionándolo todo. Admito que está tomando algo de tiempo, tenemos inconvenientes con las acciones, nada de qué preocuparte.

La mirada de mi padre iba más allá de su asentimiento con la cabeza. No me creía.

—Es bueno saberlo.

—Por cierto: cuando tú lo dispongas Alejandro desea verte, junto a su padre, ya sabes por lo que resta de la empresa…—le recordé aquel día sonriendo suavemente simulando una vez más.

Mi padre concretó esa visita mucho antes de lo planeado, esa tarde pidió estar en su despacho, hacía tiempo por su enfermedad que solo usaba pijamas y batas, pero, en esa oportunidad pidió que buscásemos dentro de su lujoso closet uno de sus trajes, se vistió con aquella elegancia que lo caracterizaba, una vez dentro del despacho se acomodó en el centro como lo hacía en el pasado y de pronto su postura enfermiza parecía esfumarse tomando una vitalidad que había olvidado en él.

Su rostro no reflejaba malestar, ni pesar, sino dureza y determinación. Apoyó sus brazos sobre la brillante mesa.

—Helena, quítame el oxígeno—me ordenó.

—¿Qué? No. Papá, solo puedes mantenerte bien una hora, quizás menos sin la asistencia del oxígeno— .Determiné, a lo que él ya se estaba quitando las cánulas de su nariz.

—Puedo lograrlo, si hablo de forma pausada no voy a agotarme, tranquila , estaré bien. Oculta todo esto…—decretó sin rodeos, deslizando hacia uno de sus costados las finas mangueras del oxígeno.

—¿Por qué quieres hacer algo tan arriesgado? No hay necesidad. Ellos saben que te aqueja una enfermedad pulmonar, no hay anda de malo que te vean con lo que te ayuda a estar estable, papá…—intenté hacerlo reflexionar, pero mi padre estaba hecho del mismo orgullo que yo.

—Helena: en los negocios, el que muestra debilidad es devorado por el más fuerte.

—Eso no es importante ahora, papá, por favor— .Le rogué.

Él tomó mi mano apretándola con delicadeza. Yaya, irrumpió asomándose tras la puerta con cuidado, anunciando que Alejandro y su padre habían llegado.

Elevó su mentón y una de sus cejas al oír su anuncio incorporando su postura, algo en él se potenció sumiéndolo en una entereza preparándose.

Papá…—susurré por última vez.

Me miró.

—Tengo los días contados, y créeme: —su voz se agravó con dureza—No voy a permitir que nadie te devore—y con aquello último soltó mi mano entrelazando sus dedos terminando de ajustar su posición hacia el frente firme y decidida.

Douglas y Alejandro solo deseaban ver a mi padre para cerciorarse de que no le quedaba mucho tiempo y bajo esa premisa necesitaban que él les asegurase que el treinta por cierto de la empresa sería para mí.

—Entonces, Eduardo, nos das tu palabra que lo restante de tu empresa quedará en manos de Helena.

—Así es, he notado que conforme el tiempo pasó ,Helena, lo ha estado haciendo muy bien, a pesar de lo inconvenientes suscitados, también he tomado con cuidado las intenciones de Alejandro—mi padre desvió su mirada hacia Alejandro.

—Eduardo, quiero comprometerme con Helena, sé muy bien que nuestra unión fortalecería nuestros lazos, e indirectamente volveríamos a hacer resurgir la empresa que con tanto esfuerzo has construido en todos estos años, sabes muy bien que tenemos los recursos para ello, lograríamos una estabilidad muy rápida pero lo mejor sería que…

—Que entregues en lo inmediato tu porcentaje a Helena—remató Douglas.

Mi padre con expresión altiva escuchaba con atención.

—¿A qué se debe la premura?

—Ya sabes, en los negocios el tiempo vuela, y tú tienes una parte fundamental, que ni siquiera nuestro cuarenta por ciento logra cubrir, digamos que nos hemos quedado con los huevos de oro y tú con la gallina.

—Comprendo, viendo la situación, organizaré todo disponiéndolo para que Helena pueda hacerse cargo— ,volvió a observar a Alejandro—confió en ti, Alejandro.

Él asintió.

—Adoro a Helena, estará en muy buenas manos— .Sonrió suavemente dándome un fugaz vistazo.

Lo odiaba, me había acostumbrado tanto a simular que incluso hasta tuve que regresarle una mueca a modo de sonrisa asintiendo a sus mentiras.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.