Corazones Devorados

Capítulo 9

CAPÍTULO 9

-Helena-

-¿Lo malo? Es que ese maldito cretino sabe lo que hace…-

¡Esa voz!

Mi corazón comenzó a latir con ferocidad, trague con dificultad.

Cuando dijo aquello último todo el recinto calló, produciéndose un silencio extremadamente incómodo, tanto que apenas las puertas del ascensor se abrieron prácticamente huyeron espantados llegaron a chocar con uno de mis hombros tirando mi bolso al suelo, rápidamente me agaché recogiendo todo. No iba a voltear hacia él. -No sé quién, eres, no sé quién eres,-me repetía mentalmente de forma tonta, de reojo observé su figura que se difuminaba sobre el color gris metálico que nos rodeaba. Me erguí nuevamente intentando componer mi postura descubriendo una rigidez incómoda.

—Voy hasta el último piso, ¿tú también? —anuncié como si mi repentina pérdida de la memoria fuese real.

-No te conozco, no conozco tu voz, sí eso es, no te conozco-

Por el rabillo del ojo noté que asintió, pulse el botón, y esos fueron los minutos más largos de toda mi vida, mi corazón no paraba de latir turbado.

Cuando al fin se abrieron las puertas, salí de allí a toda velocidad echándome andar por el pasillo sin voltear hacia atrás, observé a Francis salir del despacho principal.

—Buenos días señorita Helena, ¿se encuentra usted mejor de su malestar?

—Buenos días, Francis, me encuentro mucho mejor, agradezco tu preocupación, —respondí con premura—.Me han informado que la agenda cambió un poco, los empleados están preocupados por la nueva situación.

—Comprendo, —observó su reloj de muñeca —ha llegado un poco tarde…

—Sé que llegue unos minutos tarde, puedo explicarlo, además, —él negó con su cabeza, señalando tras de mí.

¡Santo cielo! ¡Iba a desmayarme ahí mismo!

—Explíqueselo a su jefe, yo solo soy un sustituto temporal.

Él avanzó cerca de mi como una sombra.

—Estás despedida—.Decretó su inconfundible voz pasando a centímetros de mi a paso firme. Las puertas del despacho se cerraron de forma implacable.

—¿Qué? Francis, él no puede despedirme por llegar apenas un par de minutos tarde—sentencié impactada. No estaba pudiendo procesar todo aquello ¿Leo, mi jefe? ¿Yo, su asistente?

—En realidad ,sí, es su jefe, o ex jefe…depende —la irónica respuesta de Francis no me ayudaba en absoluto, acomodó sobre sus manos una carpeta de cuero negra—.Y si me disculpa, —inclinó su cabeza hacia el despacho—deberá charlarlo con él.

—No, Francis, por favor, tienes que entrar conmigo—le rogué.

—Me temo imposible aceptar tal petición, ya que debo continuar con todas mis obligaciones, que tenga un buen día señorita Helena—.Se despidió con esa correcta amabilidad que en esos momentos me sacaba de quicio.

Mi escritorio estaba dentro del despacho principal.

-Bien, Helena, tranquila, nueve años de ausencia no significan nada, sí eso es, tú lo conoces muy y él a ti también…—me repetía una y otra vez mientras avanzaba estirando mi mano hacia el picaporte de la puerta—¿Aquello último era bueno? ¡no, por supuesto que no! —menee mi cabeza espantando esa voz interior que iba a enloquecerme.

Lancé un suave suspiro intentando calmar mis nervios, abriendo de forma definitiva la puerta, levanté mi vista hacia adelante penetrando en la oficina sin titubear, mi mirada fue directo hacia el escritorio principal, aflojé mi rígida postura cuando noté que no estaba allí, el despacho poseía un ascensor de uso personal, cifrado, solo el CEO, sabía el código y se usaba cuando no deseaba inmiscuirse con la gente del edificio. Ese ascensor iba derecho hacia el estacionamiento.

Apoyé mis manos sobre el escritorio mis nervios habían producido en mí una extraña fatiga.

—No está…qué alivio…—exhalé con tranquilidad.

—Aún sigo aquí.

Di un salto volteándome hacia su voz.

—¡Santo cielo! —exclamé volviendo a mi rígida postura.

Sus pasos prácticamente no producían sonido alguno, ¡porqué tenía que ser tan silenciosa su presencia! ¿cómo pudo ser que no lo noté? ¡odiosos nervios! ¡traicioneros!

Había dejado su saco sobre un elegante perchero que había en un extremo, la oficina era tan grande que en algunos sectores la penumbra era densa y aún más a esas horas de la mañana , los inmensos ventanales solo habían sido abiertos cerca de su escritorio dando una vista fabulosa hacia la ciudad, la luz de la mañana comenzaba a despejar un particular cielo gris que iba difuminándose a media que el sol se imponía.

Tragué con dificultad cuando se acercó hacia la luz, hacia tanto tiempo que ni siquiera podía imaginar cómo se vería, tener su presencia a una distancia ilógica me resultaba extraño, ¿Cuántas veces había soñado con verlo así de cerca? Había perdido la cuenta…

Se volteó hacia mí, ¿cómo iba a contar el tiempo si mi corazón iba más rápido que todo aquello que me ocurría? Quizá fueron segundos donde su mirada se centró con la mía, quizá…pero de lo que nunca podría haber reconocido en todas esas veces que desee hacerme una idea de su imagen, lucía demasiado distinto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.