Tres horas después, llegó al hotel.
Estaba furiosa, por supuesto. Acababa de ser abandonada por un taxi en medio de la nada, como si fuera la mala de la historia.
Entró al hotel fingiendo que todo estaba bien. Digna, con la ropa revuelta, el maquillaje estropeado, pero siempre digna.
Se irguió firme y caminó como si nada hubiese sucedido, aunque podía sentir las ampollas en los pies, causándole un dolor terrible.
Serena la observó con curiosidad desde la recepción, pero ninguna dijo una palabra.
Verla tan desastrosa le causó extrañeza. Solía ser una mujer pulcra, que cuidaba cada detalle, así que cuando la vio revuelta y sudada, pensó lo peor.
Clara se dirigió a su habitación, desesperada por un poco de privacidad.
Apenas cerró la puerta, se quitó los zapatos con desesperación y descalza Y empolvada, corrió al cuarto de baño.
Abrió la ducha y dejó que el agua fría corriera sobre su piel. Aún vestida, disfrutó del frescor y suspiró aliviada cuando el agua llegó a todos los rincones de su cuerpo.
Quiso desnudarse, pero se sintió tan frustrada que empezó a llorar de la nada. No podía creer lo difíciles que estaban siendo las cosas.
Por unos instantes, pensó en rendirse y conformarse con lo que ya tenía. No estaba tan mal después de todo. Tenía una oficina propia, el sueldo le alcanzaba para pagar sus deudas y su casa nueva. No necesitaba más…
Al terminar la ducha, Clara se miró en el espejo por largo rato. Se limpió el maquillaje que manchaba sus mejillas y se cepilló el cabello con un nudo en la garganta.
Se quedó desnuda, porque no soportaba el dolor de sus pies y la hinchazón de sus tobillos.
Revisó otra vez los documentos de Ethan Henrie, planeando rendirse, justo como Luisa había hecho, pero cuando vio su estúpida fotografía, lo aborreció tanto que, el odio que empezaba a sentir por él, la hizo armarse de valor para enfrentarlo.
No podía dejar que un cliente le ganara, y no de esa forma tan cruel.
Se vistió con las últimas prendas elegantes que le quedaban en su maleta y salió de compras, ella y su tarjeta de crédito. Si pensaba encontrarlo, necesitaba iniciar una búsqueda en todo ese maldito pueblo.
Para eso, necesitaba ropa nueva y zapatillas adecuadas, ya que sabía que tendría que buscar la granja de Ethan Henrie a pie y sin la ayuda de nadie.
Bajó nuevamente al vestíbulo.
Serena seguía allí, ahora claramente intrigada por las idas y venidas de Clara, pero, para la angustia que Serena sentía, no intercambiaron más que una breve mirada antes de que Clara saliera del hotel.
Clara buscó las tiendas del pueblo, decidida a equiparse mejor para su búsqueda.
No encontró mucho y tuvo que conformarse con ropa de cinco temporadas pasadas. Compró ropa y unas zapatillas cómodas, consciente de que las necesitaría para su tarea.
Volvió al hotel, lista para un nuevo intento al día siguiente, con la esperanza renovada y la determinación de cumplir con su deber, sin importar los obstáculos que se le presentaran.
No iba a defraudar a nadie. Ni a los directivos, ni a Olimpia, ni mucho menos a Mark.
Después de regresar al hotel y haberse duchado por segunda vez, Clara se vio abrumada por la humillación de haber sido dejada tirada en la carretera.
Compró algunos chocolates en una máquina expendedora y dejó que sus pensamientos divagaran. Fue un pequeño placer que, en ese momento, le ayudó a sobrellevar la frustración.
A la mañana siguiente, Clara se levantó decidida. Antes de ducharse se tomó dos pruebas de embarazo y esperó durante tres minutos exactos por su resultado.
Ya ni sabía porque se realizaba dos. Era una costumbre que adquirió cando la paranoia se hizo parte de su día a día. ¿Y si una prueba fallaba? Mejor hacerse dos.
Por desgracia, las dos salieron negativas. Se derrumbó unos instantes, odiándose por ser tan… inútil. Quiso llamar a su prometido, decirle que las pruebas habían fallado, otra vez, pero cuando miró su teléfono, recordó que no tenía señal.
Aunque se decía que no le gustaba estar lejos de su prometido, el fondo, Clara sabía que estar incomunicada y desconectada del hombre que la hacía sentir poca cosa, era lo mejor que le había sucedido en mucho tiempo.
Se vistió con la ropa nueva y las zapatillas que había comprado el día anterior sin permitirle a sus problemas personales arruinar su día.
Sabía que el día sería largo y que tendría que recorrer mucho terreno a pie para encontrar la granja de Ethan Henrie.
Descendió al vestíbulo, donde Serena la observó con una mezcla de curiosidad y desdén. Sin intercambiar palabras, Clara salió del hotel, lista para enfrentarse a ese nuevo día. Respiró hondo, ajustó la mochila en su espalda y comenzó su caminata. Le importó una mierda la hostilidad del pueblo.
Con cada paso, su determinación crecía. El chocolate del día anterior había sido un pequeño alivio, pero ahora estaba lista para enfrentar lo que fuera necesario para encontrar a Ethan Henrie y cobrarle por cada humillación.