Después de ese beso, todo se tornó más complicado, porque ya no tenían excusas válidas para protegerse.
La primera vez podrían haber usado la excusa de que estaban borrachos. Pero, ¿ahora? ¿Qué dirían? ¿Que la discusión los acaloró tanto que tuvieron que besarse para calmarse? Nadie se creería una excusa tan estúpida.
Por un lado, Ethan podría haber culpado a Clara; al fin y al cabo, ella había comenzado con sus insinuaciones esa noche en el bar. Pero él era un caballero en toda la extensión de la palabra y no pensaba menospreciarla de una forma tan cruel.
Y, por otro lado, Clara podría haberlo acusado a él por sobrepasarse, pero la verdad era que nada deseaba más que volver a perderse en sus labios y no iba a mentir cuando todo su cuerpo gritaba otra cosa.
No era tan hipócrita.
Serena era joven, pero no poseía mucha paciencia, así que no tardó en enfrentar a Ethan.
—Maldita sea, Ethan —dijo, tocándose la frente para calmarse—. Vamos, no te quedes ahí parado y dime algo —exigió Serena, totalmente desacomodada por lo que acababa de ver.
Nadie podía decirle que estaba equivocada. Los había visto besándose ardientemente y a ella vistiendo su batín y punto.
Si hasta se atrevió a mirarla de pies a cabeza y de reojo, y solo eso le bastó para saber que estaba desnuda y, por supuesto, pensó lo peor.
Ethan se armó de valor y le dijo algo neutral, porque no quería herir a nadie con la verdad.
—No tengo nada que decir. —Miró a su hermana menor con firmeza.
Tampoco quería irrespetarla diciéndole que no le incumbían sus asuntos personales, porque ella fue su compañera más fiel en sus momentos más difíciles, pero no tenía una respuesta sólida para ofrecerle, porque ni siquiera él sabía qué estaba ocurriendo.
Todo iba tan deprisa que aún no averiguaba dónde estaba el freno de emergencias y el verdadero problema era que no sabía si quería encontrarle el maldito freno.
Sí, se había repetido miles de veces que tenía que mantenerse alejado de Clara, porque era peligrosa, pero ya estaba perdido y rendido a sus pies de formas tan misteriosas que ni siquiera él se explicaba el porqué.
Después de todas las negociadoras que el banco había enviado, esa era la primera vez que se enfrentaba a algo así.
Como Clara percibió la tensión entre los hermanos Henrie, no le quedó de otra que intervenir:
—Estábamos discutiendo, una cosa llevó a la otra y nos besamos… —Alzó las manos como para suavizar las cosas.
Lo dijo todo con tanta simpleza que Serena se puso las manos en las caderas y la miró con una sonrisa burlona dibujada en la cara.
—¿Se besaron? —rio Serena—. Se besaron y ya… —dijo otra vez, con un tono más ácido—. Qué divertida me pareces, Clara —dijo terriblemente sarcástica—. ¿Siempre te besas con tus clientes? —preguntó furiosa—. ¿Es parte del acuerdo? ¿Un besito por una firma?
Ethan no tardó en intervenir, porque no quería que su hermana irrespetara a Clara:
—Basta, Serena, lo que está ocurriendo entre Clara y yo no es de tu incumbencia.
Serena se largó a reír más fuerte, más sarcástica y dolida y, sin pensárselo mucho, sin importarle que Clara estuviera presente, le dijo:
—Nunca ha sido de mi incumbencia tu vida privada, Ethan, pero después de que ella se fue y te dejó herido, fui yo la que tuvo que recoger cada pedacito roto de tu corazón ingenuo. —Estaba furiosa. Clara se quedó perpleja escuchando la verdad—. Fui yo la que tuvo que aguantar todos esos días de dolor… ¿tú crees que ella está aquí por ti? —preguntó. Ethan escondió la mirada—. No seas iluso, hermano… No le importas. Ni en lo más mínimo. ¿Acaso no te das cuenta que te está manipulando para que firmes el maldito acuerdo? —preguntó mirándolo a la cara.
Si bien el asunto era tenso y Clara estaba furiosa por la forma en que Serena se estaba refiriendo a ella, cuando escuchó lo del “acuerdo” se empezó a reír como una loca.
—El acuerdo… —rio sin poder controlarse.
Serena suspiró con hastío.
—¿Qué mierda te hace tanta gracia? —preguntó furiosa.
Clara se puso la mano sobre los labios para tratar de calmarse y con diversión le dijo:
—Es que lo hice pedazos.
Ethan la escuchó y empezó a reír tan fuerte como ella.
Atrapada en medio, Serena los miró a los dos con confusión.
—No entiendo de qué están hablando —dijo Serena, consternada por lo que veía: a Ethan reír otra vez—. ¿Rompiste el acuerdo? ¿El acuerdo del banco?
Las emociones que Clara tenía dentro del pecho se arremolinaron y salieron todas juntas:
—Ethan… —carraspeó para corregirse—… el señor Henrie iba a firmarlo y pensé que podía tener una oportunidad. Si tan solo me deja ayudarlo, yo… no quiero que Sol y Luna tengan que despedirse de todo esto… —Miró la granja con los ojos brillantes—… es precioso y no quiero ser yo quien les arrebate su vida.
—¿Ethan? —preguntó Serena, mirando a su hermano con desconfianza—. ¿Sol y Luna? —insistió—. Parece que ya los conoces a todos muy bien… —dijo sarcástica.