Las gemelas corrieron a recibir a Luisa con una gran sonrisa en sus labios. Estaban felices de tenerla de vuelta tan pronto y, aunque empezaron con sus preguntas divertidas y soñadoras, el ambiente no cambió y se sintió cada vez más tenso.
Clara se sintió escrutada bajo la temible mirada de Luisa; no tuvo que preguntarle nada para saber que estaba furiosa. Con temor, se alejó de Ethan, aferrándose al batín que envolvía su cuerpo.
Pronto recordó que tenía un prometido en casa, que estaba intentando embarazarse y que su vida estaba planificada hasta el día de su muerte. Luisa lo sabía. Se sintió asquerosamente culpable por actuar de formas tan… cuestionables.
—¿Qué diablos está haciendo ella aquí? —Luisa se atrevió a preguntar con un tono furioso y exaltado, aun cuando las decisiones de la familia Henrie no eran de su incumbencia.
Pero, como todos en ese pueblo, solo intentaba protegerlos.
Clara se sintió sobrecogida al escuchar a Luisa hablarle así.
Ethan creyó entender lo que ocurría y no dudó en intervenir antes de que hirieran a Clara. Por alguna estúpida razón, necesitaba protegerla.
—Luisa, por favor —pidió Ethan, amable, alzando su mano para calmar los aires—. Clara es nuestra invitada y…
Luisa se rio con agudo sarcasmo y no lo dejó continuar.
—¿Invitada? —dijo furiosa y se empezó a reír cuando creyó entender lo que estaba ocurriendo.
Por supuesto, Olimpia la había enviado con un propósito más putrefacto. Como Ethan se negaba a firmar el acuerdo por las buenas, envió a alguien que pudiera manipularlo de una forma más… carnal, para que lo firmara por las malas.
Justo como ella había hecho. Lo sedujo para conseguir lo que quería y lo abandonó apenas logró el primer cometido de su plan. De seguro quería que Clara hiciera exactamente lo mismo. Lo intuyó solo con verla vestir su batín. Se aferraba a su tela como una mosca muerta.
—La tía Clara cenará con nosotras, espaguetis… ella hizo el pan frito que tanto te gusta —dijo Sol, emocionada de tener tantas visitas geniales en casa.
—Sí, quédate —rogó Luna y se colgó de su mano de forma cariñosa.
Al sentir el tacto de las niñas, Luisa fue consciente de lo exaltada que estaba.
Intentó apaciguarse para que no tuvieran que verla así, pero no podía dejar que Clara y Olimpia se salieran con la suya. No podía dejar que Clara llegara más lejos.
Serena parecía muy confundida, pero conocía tan bien a Luisa que supo que algo más estaba sucediendo.
—¿Qué está ocurriendo, Luisa? —preguntó Serena, intrigada por su impulsivo actuar.
Luisa miró a Ethan con angustia y, sin pensarlo mucho ni tener deseos de escuchar las mentiras de Clara, le dijo:
—Jaspe la envió para que firmaras. —Ethan apretó el ceño y le dolió saber lo mucho que aún le afectaba escuchar ese nombre—. Sea lo que sea que te haya dicho, todo es mentira, Ethan, es parte de su juego…
Clara se vio atrapada en un enredo que no lograba entender.
—¿Jaspe? ¿Quién demonios es Jaspe?
Ethan miró a Clara con los ojos entrecerrados, tratando de averiguar la verdad, y la desconfianza que sintió lo hizo alejarse de ella con recelo.
Se maldijo para sus adentros al recordar lo que estaba ocurriendo entre ellos; todo fluía de maneras tan misteriosas que intuyó que todo estaba planificado.
A Jaspe la creía capaz de todo. Era sucia para jugar.
—Yo… —Clara se sintió culpada por un pecado que no sabía que había cometido, así que tampoco supo qué decir o cómo actuar, solo atinó a decir—: no conozco a nadie con ese nombre…
Luisa se rio.
—Por favor, deja de actuar como la mosquita muerta —Luisa la encaró con furia—. ¡Le dijiste que protegí a Ethan y me despidió! —gritó furiosa.
Ethan miró a Clara con furia.
—¿Qué? —Ethan se quedó desconcertado—. ¡¿Se lo dijiste?! —gritó furioso—. ¿Le dijiste lo que hablamos en el bar? —insistió.
Clara retrocedió alarmada. Se vio atacada por todos y no entendía el verdadero motivo de la furia colectiva.
—¡No sé de qué me están hablando! —gritó desesperada y trató de huir, pero Ethan se plantó frente a ella de forma intimidante.
Su mirada estaba oscurecida. Clara pudo entender que lo había decepcionado, solo que no entendía cuál era el verdadero motivo.
—Le dijiste a Jaspe… confié en ti…
—¡No sé quién demonios es Jaspe! —chilló con tanta rabia que Ethan casi le creyó.
Clara temblaba entera, porque no entendía qué estaba ocurriendo.
Luna empezó a llorar cuando entendió que su madre estaba relacionada con Clara, y Sol no tardó en unírsele con un llanto desesperado.
—Maldita sea —gruñó Ethan y caminó hacia sus gemelas con firmeza. Las levantó en el aire con poco esfuerzo y las apretujó contra su pecho para consolarlas—. Serena, sácalas de aquí… —ordenó y las besó para despedirlas.
Las gemelas se fueron con su tía Serena a la segunda planta de la casa.