Corazones En Juego

Capitulo 1

Diego

Observo por la ventana de mi oficina en el último piso. Desde aquí arriba, la ciudad parece pequeña, demasiado para mi gusto.

Hoy es uno de esos días en los que me pierdo en mis recuerdos de universitario, cuando la recuerdo a ella… Clara. La única mujer que he amado en todos estos años. La mujer a quien le rompí el corazón por una estúpida apuesta, por dejarme llevar por la influencia de quienes creía mis amigos.

Aún recuerdo su rostro lleno de dolor, sus ojos cubiertos de tristeza. Aquella noche quise cambiarlo todo. Quise confesarle la verdad sobre la apuesta, pero ella lo escuchó de la peor manera posible. Estaba ahí cuando mis amigos y yo hablábamos de ello. Al final, sí cumplí con la apuesta…

Pero a un costo demasiado alto. Porque no solo logré que confiara en mí y me amara… yo también caí en mi propia trampa.

Hay noches en las que la recuerdo con más intensidad. Su risa, los momentos felices que compartimos, cada caricia, cada beso…

—Hermano —saluda mi único y mejor amigo, Marco.

—Dime, Marco.

—Otra vez estás pensando en ella, ¿cierto?

—Sí… no puedo evitarlo. Me arrepiento cada maldito día de lo que hice.

—No olvides, Diego, que te lo advertí. Te dije que te enamorarías de ella.

Claro que lo recuerdo. Marco me lo dijo, me advirtió que no lo hiciera. Pero no le hice caso…

—Lo sé, Marco.

—Bueno, en realidad vine a decirte que ya llegó nuestra nueva arquitecta.

—¿Arquitecta? ¿Es mujer?

—Sí, y según los empleados, es muy hermosa. Tanto que parece una tentación andante, hermano.

—Tienes novia… y dicha novia es mi hermana, Marco.

—Las cosas no están bien con ella.

—¿Ahora qué pasa con Victoria?

—El problema es el viaje que tengo que hacer para cerrar el trato con los japoneses para la nueva sucursal. Justo el día en que me voy es el lanzamiento de su nueva línea de ropa.

—Ay, hermano… En este caso no sé qué decirte. La decisión es tuya, pero ya sabes lo complicada que puede ser Victoria en ese aspecto.

—Lo sé… pero bueno, vamos a conocer a la arquitecta encargada de nuestro nuevo proyecto.

—Vamos a ver si es cierto eso de su belleza.

—¿Lo dudas?

—Un poco.

Salimos de mi oficina rumbo a la sala de juntas. Al entrar, la veo… y el mundo a mi alrededor parece dar vueltas. Tal vez estoy alucinando.

Frente a mí está Clara.

No la reconocí al principio. Su belleza ahora es aún más impactante. Su cabello, que antes era corto, ahora cae en suaves ondas hasta su cintura.

Y en ese instante lo sé… he encontrado mi tentación.

El aire se vuelve espeso en mis pulmones. Siento un golpe en el pecho, como si el tiempo retrocediera y me encontrara de nuevo en la universidad, viéndola por primera vez.

Clara está allí, de pie frente a la mesa de juntas, revisando unos planos con absoluta concentración. Pero ya no es la misma chica de antes. No es la joven inocente y dulce que solía sonreírme con ternura. Ahora, frente a mí, está una mujer que exuda seguridad, elegancia y una belleza que resulta abrumadora.

Su cabello, que antes apenas le llegaba a los hombros, ahora cae en ondas brillantes hasta su cintura. Negro como la medianoche, con reflejos dorados que brillan bajo la luz de la sala. Su piel es aún más perfecta de lo que recordaba, como porcelana con un sutil tono dorado. Su rostro… sus facciones son más refinadas, más marcadas. Labios carnosos y rosados, con ese gesto serio que jamás había visto en ella. Y sus ojos… Dios, sus ojos. Antes reflejaban dulzura y calidez, pero ahora son dos abismos fríos, sin rastro de la inocencia que alguna vez me perteneció.

Su figura ha cambiado también. Antes era delgada, con curvas sutiles, pero ahora… ahora es una mujer en toda la extensión de la palabra. Su cintura estrecha resalta la curva de sus caderas perfectas. Sus piernas largas y estilizadas, resaltadas por el elegante conjunto negro que lleva puesto, la hacen ver como el tipo de mujer que todo hombre desearía… pero que pocos se atreverían a tocar.

Es poderosa. Intimidante.

Y yo no puedo dejar de mirarla.

Mis manos se cierran en puños. No sé si por la rabia de saber que la perdí, o por el deseo visceral que me recorre el cuerpo al verla así. Clara ha cambiado… y cada parte de mí quiere descubrir en qué más ha cambiado.

Marco me da un codazo y suelta una risa baja.

—¿Sigues dudando de su belleza, hermano?

No respondo. No puedo. Mi lengua se seca y mi corazón martillea con fuerza. Porque lo que tengo frente a mí no es solo la arquitecta encargada del nuevo proyecto.

Es la mujer cuyo corazón rompí.

La mujer que, ahora, parece más dispuesta a romper el mío.

Clara levanta la mirada de los planos y, por un instante, nuestros ojos se encuentran. Es como si el tiempo se detuviera. En su mirada, hay una chispa de reconocimiento, pero también un destello de desafío que me deja sin aliento. La mujer que tengo frente a mí no es solo el reflejo de un pasado, sino una fuerza a tener en cuenta.




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