Clara
Han pasado algunos días desde aquella noche en que todo dentro de mí parecía quebrarse. No puedo negar que me sentí rota, confundida, cansada… pero Sebastián, como siempre, supo sostenerme sin presionarme. Me dio mi espacio, mi tiempo, y sobre todo, su compañía.
Este fin de semana decidimos salir los tres: Sebastián, Mateo y yo. Nada complicado, solo una pequeña escapada a las afueras de la ciudad. Un lugar tranquilo, rodeado de árboles, con una cabaña acogedora y un cielo tan despejado que parecía pintado.
Ver a Mateo correr entre los árboles, reír a carcajadas mientras Sebastián lo cargaba sobre los hombros, me hizo sentir algo que hacía mucho no experimentaba: paz.
Compartimos fogatas por la noche, historias inventadas que Mateo narraba con tanta emoción que Sebastián y yo no podíamos dejar de reír. Cocinamos juntos, jugamos cartas, vimos películas abrazados en el sofá, y por momentos, todo parecía… perfecto.
Y aunque en el fondo de mí todavía hay preguntas sin responder, miedos que no se han disipado del todo, sé que este fin de semana lo atesoraré siempre. Porque vi a Mateo feliz. Porque Sebastián sonreía de verdad. Porque yo… por primera vez en mucho tiempo, también sonreí sin sentir culpa.
Ahora que estamos de vuelta en casa, lo veo dormido en su cama, con los cachetes rosados por el sol del fin de semana. Le acomodo una manta, beso su frente y salgo en puntillas.
Quizás aún no tengo todas las respuestas. Pero este fin de semana me recordó que aún soy capaz de sentir, de disfrutar, de amar… aunque mi corazón esté dividido entre dos historias.
Bajo las escaleras en silencio, intentando no hacer ruido para no despertar a Mateo. Aún tengo la sonrisa dibujada en los labios por todo lo vivido este fin de semana. Me siento… ligera. No completamente bien, pero sí mejor.
Al llegar a la cocina, veo la luz tenue encendida y a Sebastián de espaldas, sirviéndose un vaso de agua. Está descalzo, con el cabello algo despeinado y una camiseta gris que apenas deja entrever su espalda ancha. Se ve tranquilo, como si también estuviera procesando todo lo que vivimos en estos días.
—¿No podías dormir? —pregunto en voz baja, apoyándome en el marco de la puerta.
Sebastián se gira lentamente con una sonrisa cansada pero sincera.
—Tenía sed —responde, levantando el vaso y dándole un sorbo antes de dejarlo sobre la encimera—. ¿Y tú?
Camino hasta él y me apoyo junto al fregadero, mirando por la ventana hacia la oscuridad del patio.
—Solo quería asegurarme de que Mateo estuviera bien… y necesitaba un momento para respirar —le digo con honestidad.
Sebastián asiente y se acerca un poco más.
—Te noté más relajada estos días, Clara. Me alegró verte sonreír así… como antes.
Levanto la mirada hacia él, sintiendo una punzada en el pecho. Es cierto. Me sentí bien. Pero también es cierto que en medio de la calma, mi mente volvía a Diego, a todo lo que todavía no he terminado de resolver.
—Gracias por esto, Sebastián… por darnos un fin de semana tan bonito. Mateo lo disfrutó como nunca.
—Yo también —responde, sin apartar la vista de mí—. Y no solo por Mateo.
Me muerdo el labio, sintiendo cómo ese silencio cómodo que nos rodea se vuelve denso por segundos. Pero no quiero arruinar este momento con dudas ni conflictos. Solo quiero recordar lo bueno.
—¿Subimos? —pregunta él suavemente.
Asiento con una pequeña sonrisa, y juntos salimos de la cocina en silencio, como si quisiéramos guardar este instante solo para nosotros.
💫
Desperté con los primeros rayos del sol colándose por las cortinas. A mi lado, Sebastián aún dormía, su respiración acompasada y tranquila. Me incorporé con cuidado para no despertarlo y caminé hacia la habitación de Mateo. Al abrir la puerta, lo encontré profundamente dormido, abrazando su peluche favorito.
Sonreí. Mi corazón se llenó de una paz dulce, de esas que solo se sienten cuando sabes que tu hijo está bien.
Bajé a la cocina en pijama, descalza, disfrutando del silencio matutino. El aroma del café recién hecho aún no existía, así que decidí prepararlo. Mientras esperaba que la cafetera hiciera su trabajo, revisé mi teléfono. Un mensaje nuevo. Era de Diego.
“Buenos días, Clara. ¿Podemos hablar hoy? Es importante. No te preocupes, es sobre Mateo.”
Sentí un leve cosquilleo en el estómago, mezcla de nervios y curiosidad. ¿Qué querría decirme?
—¿Clara? —la voz de Sebastián me sacó de mis pensamientos.
Me giré y lo vi entrar a la cocina, ya vestido con una camiseta blanca y pantalones deportivos, el cabello aún un poco revuelto.
—Buenos días —le sonreí suavemente, intentando que no notara mi inquietud.
—¿Estás bien? —preguntó mientras se servía un vaso de agua como cada mañana—. Te ves pensativa.
—Sí, solo… Diego me escribió. Dice que quiere hablar conmigo. Sobre Mateo —respondí mientras le daba un sorbo al café.
Sebastián asintió lentamente, apoyándose en la encimera.
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Editado: 29.04.2025