Me sentía rota. Cada parte de mi se encontraba tirada en el suelo como una insignificante cucaracha muerta. Sentía mi rostro hinchado al igual los ojos, ninguna lagrima salía no después de llorar toda la tarde en el baño, cada parte de mi cuerpo protestaba de dolor como si me hubieran dado una paliza… no había que golpear a alguien para que se sintiera asi de miserable como yo me estaba sintiendo en esos momentos, mire el baño, todo estaba hecho un desastre, la sangre decorando el suelo y las paredes blancas, el espejo principal se encontraba hecho una mierda, pedazos rotos esparcidos por doquier, las pequeñas piezas de cristal se encontraban esparcidas, mis ojos ardían de una manera casi horripilante parpadee un poco para humedecerlos pero aun asi ardían como el infierno, mis labios resecos pedían agritos agua, me mire de pies a cadera, mis piernas manchas por mi propia sangre seca al igual que la ropa, mis brazos mostraban las heridas autoinfligidas se veían rojas e hinchadas, algunas mostraban un poco de carne indicando que los cortes eran profundos, me dolían, el dolor físico no se compara con el dolor emocional con el que me encontraba, me sentía miserable. ¿no debería estar ya acostumbrada? ¿ya no debía sentirme asi? Y aun asi aquí me encontraba llorando y sintiéndome una basura perdida, mas bien soy como una muñeca perdida que nadie quería. Cierro los ojos unos segundos para bajar el creciente nudo de emociones que comenzaba ahogarme, ¡Yo soy de hielo! Me repetí un sinfín de veces, no me importa… yo no necesito el amor de nadie, el amor lastima, las personas hieren, los sentimientos te hacen débil, no necesito nada de eso… pero al final, mi patética niña interior quería todo eso, pero no, mira ahora todo lo que aquello me había causado, ¡deja de ser patética Gwen! ¡Odio el amor!, ¡lo odio!
Ojalá pudiera odiarlos, pero me odiaba a mi misma por ser tan débil.
—Señorita…
Abrí mis ojos al escuchar la tranquila voz de Anya por detrás de la puerta, pasé me lengua sobre mis labios mientras pensaba en responder, mi voz salía ronca y pastosa, el olor metálico de la sangre inundaba el cuarto de baño, mis ojos no se despejaban de la puerta de madera como si esperara que se abriera dejándome expuesta.
—¿Si…?
Un pequeño silencio se interpuso antes de que Anya intentara abrir la puerta que se encontraba con seguro, ¿en qué momento lo había puesto? No estaba segura, pero agradecía haberlo hecho, mis problemas eran míos y no deseaba que nadie mas me diera charlas sobre lo que estaba mal o no, yo sabía lo que hacía. No iba a dejar que nadie me viera débil ni mi dolor, todo eso podían usarlo en mi contra en algún momento.
—¿Se encuentra bien? –La voz de Anya sonaba un poco intranquila, sus intentos de abrir la puerta persistían– no ha bajado a cenar.
Estire mi mano para tomar mi iPhone roto, cuando lo alcance lo tome y aprete el botón de bloque para encender la pantalla rota. Tenia diez llamadas perdidas de Gavrel, siete mensajes de voz, demasiados WhatsApp de él, tres llamadas perdidas de Keith, y todo se iba a quedar asi en perdidas, no deseaba hablar con nadie en estos momentos, me importaba una mierda lo que querían. Mis ojos se quedaron fijos en un mensaje de texto.
Gavrel:
Buenas noches conejito, ignorarme no hará que deje de molestarte, solo hará que desee hacerlo más.
p.d. espero que estés bien, como recompensa te llevare una sorpresa. no te olvides de nuestra cita en el campo de futbol y Sueña conmigo conejito.
¿Qué rumbo estaba tomando mi relación odio-persecución con Gavrel? me sentía perdida, nada de aquello parecía tener sentido, ¿Por qué el chico mas popular e idiota del colegio iba a querer ser mi amigo? Yo soy invisible, me esforcé para serlo, soy grosera, gruñona, sarcástica, dijo lo que pienso, desagradable, poco femenina y dulce, ¿Qué paso? Que hice para que me notara aquel neandertal presumido, arrogante, ególatra y idiota. Su popularidad me causaba agruras estomacales, su personalidad sínica y coqueta me daban ganas de asesinarlo, me daba dolor de cabeza, mi mundo estaba patas arriba por culpa de ese idiota y testarudo, derribaba mis defensas de hierro, mis murallas, avivaba mis miedos y me dejaba en el limbo cuando me besaba dejándome con una sensación desconocida en mi pecho, el me causaba demasiadas emociones desconocidas que ni ella misma podía explicar. Una vaga idea de que esto debía ser un juego era lo más lógico, pero no encajaba…
Enojada con Gavrel por ser un imbécil, bloqueo la pantalla. Le daban ganas de darle una cachetada, ¡que se creía para pensar que soñaría con él! Ni muerta soñaría con ese tarado presumido.
—Anya… –Esperaba que siguiera detrás de la puerta después de no contestarle.