Corrompidos por el arte

Me gustabas más antes.

Vi a mi exnovia llegar al bar una noche, aquello había sido terrible, no por el hecho de ser mi exnovia, había sido terrible porque no la había reconocido.
Lo último que supe de ella era que había estado trabajando en la pintura, que quería ser Picasso, o Sandro Boticelli, o mejor que Van Gogh, alguno de esos nombres raros que ella había mencionado, que en efecto, eran para mi tan importantes como lo era algún cliente del bar, si esto no les da una imagen, su importancia para mi era nula.
Lo detestable ocurrió cuando ella pidió una cerveza, y su personalidad me chocó, de verdad me chocó, parecía como si a una mansión elegante le hubiesen quitado las ventanas, maltratado la pintura, roto las puertas, pero mi curiosidad picaba, como pica cada que veo una joven en el bar.
No soy bueno ligando, jamás lo he sido, eso podría notarlo cualquiera que charlara conmigo más de diez minutos, más sin embargo las chicas que frecuentan el bar solas o acompañadas, son tan jodidamente vulnerables que mi éxito con ellas es casi instantáneo, así pues, aprovechándome de unas ojeras enormes y un maquillaje corrido me puse en marcha, le hablé de un par de cosas, le cité algunos poemas y le dije que me sentía solo, lo mismo que hacía con cada mujer que veía llegar, aquello me garantizaba el éxito en el 90% de los casos. Pero ocurrió lo del 10% restante, solo que peor, más intenso, me bateó más duro y la sensación de conocerla me llegó, ese timbre de voz, esa forma de hacer muecas mientras hablaba, y la naricita arrugada cuando expresaba desagrado, naturalmente se burló de mi, y de ser ella, también me habría burlado.
—Vaya, dime ¿Cuántas chicas te has llevado a la cama con esa excusa?
—¿Este mes? ¿Esta semana?

Me dedicó una sonrisa socarrona y continuó bebiendo su cerveza, yo continué atendiendo a los clientes del bar.

—La última vez que te vi, no bebías.—Aquella era ya su onceava cerveza.
—La última vez que te vi, no estabas tan desesperado como para tratar de tirarte a jovencitas borrachas.—Rió.
—¿Qué te hace pensar que no ha sido exclusivamente para ti? Digo, ya que me has honrado con tu presencia.—Mentí.

Yo podía cortar tan filoso como ella.

—No es la primera vez que he venido al bar.
—Me he dado cuenta, te vi un par de veces, más de las que me gustaría recordar.—Mentí de nuevo, de hecho, no recordaba haberla visto ni una sola vez, al parecer mi mentira le agradó, porque se hechó a reir escandalosamente.
—Dame otra cerveza.
—Espero que tengas con que pagar.
—El trabajo ha ido bien.

Y entonces los recuerdos llegaron, de su sonrisa sincera cuando usaba camisas para salir con ella, de sus manos temblorosas cuando me besaba, de sus sueños, de sus metas más realistas, de sus más profundos desesos, de las veces que me los había contado, y no pude evitar preguntar.

—¿De que estás trabajando?—Esperaba que me contestara, de no ser así abandonaría toda esperanza de saber algo de su vida.
—Soy pintor.—Se terminó la cerveza de un sorbo.
—Recuerdo que me contaste que querías serlo ¿Y te va bien?—Evité señalarle que pintor no era el término adecuado ya que ella era una chica.
—Tengo para pagarte, si eso te preocupa.—Me alzó una ceja.
—Siempre puedes trabajar aquí si no te alcanza.—Bromeé.

La noche transcurrió en total calma, no volví a dirigirle la palabra, incluso cuando estaba tan ebria que no paraba de hablar.
El bar se vació, ya eran altas horas de la madrugada, solo quedaba ella y un tipo al fondo, que estaba por irse, cuando se vió sola, decidió que era hora de marcharse también, pero le pedí que no se fuera, no es como si me gustara o algo, o como si esperara algo de ella, pero era de madrugada y afuera era peligroso
—No va a pasarme nada, si eso te preocupa.
—Preferiría que te quedaras.
—Preferiría irme 
—Entonces vete, pero si algo te ocurre no me haré responsable.
—Jamás te he pedido que te responsabilices de mi.
—Y nunca ha sido mi intención hacerlo.
—Dame otra cerveza.
—Lo haré si te quedas, puedes dormir en mi cuarto, yo dormiré en el sofá.
—Cierra entonces, que ya es tarde.

Seguimos hablando de cosas banales, de las películas que había visto, de los lugares que había visitado, de su familia, de todas las cosas de las que no sabía absolutamente nada, e incluso bebí algo con ella.

—Me gustabas más antes.
—Menos mal.
—Eras diferente, eras mejor, pobre de aquel que tenga algo contigo ahora.
—Me tranquiliza saber que te gustaba más antes, me sentiría mal de saber que te gusto más ahora, no mal por mi, me sentiría mal por ti, porque eso indicaría que estas jodido.
—No estoy jodido.
—Es justo lo que dije.

Pero insistí, necesitaba saber que había más allá, y luego de un rato volví a decirle.

—Me gustabas más antes.
Se hechó a reir.
—Te gustaba más antes por el momento de la vida en que me conociste, somos materia cambiante, incluso podemos decidir sobre esos cambios, te gustaba más antes—sonrió.—Te gustaba más porque era más estable, porque estaba pensando en tantas cosas que querías, tantas cosas que te gustaban, porque estabamos teniendo tanto en común que te sentías cómodo.—Luego comenzó a llorar.—Te gustaba más antes.—Me torció los labios.—Te gustaba porque era una imagen de ti, al estar juntos nunca pude ser yo en totalidad, y nunca pude serlo al estar rodeada de tanta gente, no pude encontrarme a tiempo, ya sabes, estaba siendo lo que todos querían que fuera.




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