El día en el que Rajni nació todos pensaron que iba a ser el más maravilloso de todos, después de años intentándolo los reyes de Sereia por fin tendrían un heredero, lo que no sabían era que no traerían al mundo a una criatura, sino a dos.
Rajni fue la segunda en nacer, por una diferencia de tres minutos, su hermano Tyr fue siempre la alegría de su padre, su mayor orgullo que algún día reinaría sobre Sereia, haciendo que todos se sintiesen orgullosos y elevando la posición de Sereia sobre el resto de países.
Durante prácticamente toda su vida, Tyr y Rajni eran como uña y carne, siempre estaban juntos y siempre se apoyaron el uno al otro, sin embargo pronto su padre comenzaría a instruir a Tyr para que fuese un rey del que sentirse orgulloso.
—Venga Tyr, acompáñame a ver las flores de los jardines del acantilado —le suplicaba una pequeña Rajni a su hermano, los ojos azules de la pequeña brillaban mientras miraban a los idénticos de su hermano —están preciosas y se que te encanta verlas.
—Rajni no puedo, padre quiere darme una clase hoy y ya sabes cómo es.
—Escápate, solo esta vez.
—No puedo, pero te prometo que iremos juntos a verlas.
—¿Con el meñique? —preguntó la niña alargando el dedo hacia su hermano.
—Con el meñique —respondió él, enganchando su dedo al de su hermana.
Tyr se despidió de su hermana y salió corriendo hacia el salón donde su padre le esperaba para dar la clase, al abrir la puerta el hombre estaba de espaldas, leyendo algo mientras esperaba la llegada de su hijo.
—Llegas tarde —dijo serio.
—Lo sé, lo siento es que…
—Jamás te disculpes —se giró a mirar a su hijo —un rey nunca debe mostrar debilidad ante nadie, ¿se puede saber que hacías?
—Estaba hablando con Rajni y se me ha ido la hora.
—Esa hermana tuya siempre entreteniéndote.
—Pero padre, nosotros solo…
—Nada de peros, mañana cumples diez años y vamos muy retrasados con la lección, vamos a empezar.
Pasaron horas estudiando la historia y las leyes que habían dictado el rumbo de Sereia durante años. Mientras tanto, Rajni paseaba por los largos pasillos de palacio, investigando todas las salas que encontraba, ya había estado en todas ellas muchas veces, cansada y aburrida se sentó en la esquina de uno de los corredores donde la encontró una sirvienta.
—¿Que hace aquí?
—Nada —suspiró —mi hermano está en sus lecciones y yo estoy aburrida.
—Venga —comenzó a andar —sígame.
Comenzó a andar detrás de la mujer que la guió hasta una puerta cerrada con llave, al abrirla una infinidad de libros colocados en altas estanterías se mostraron ante ella.
—Si lo desea puede pasar aquí las horas hasta que su hermano salga de sus lecciones —le entregó la llave y se marchó.
Se pasó las horas absorta en los libros, tan concentrada que no se dio cuenta de que era la hora de cenar hasta que la llamaron para atender al comedor, cerró la puerta con llave y caminó hasta la sala donde la esperaban sus padres y hermano.
—¿Dónde estabas? —le susurró el niño al oído.
—Luego te lo enseño —le respondió ella —¿qué tal las clases?
—Pfff agotadoras.
—Silencio —declaró el padre de ambos —sabéis que odio los murmullos, además en las comidas solo se habla para cosas importantes y lo sabéis.
Los sirvientes colocaron los platos delante de cada miembro de la familia, una vez hubieron terminado sus padres subieron a sus aposentos de los que no bajarían hasta el día siguiente.
—¿Quieres que te lo enseñe?
—Vamos
Los niños caminaron por los pasillos intentando no ser descubiertos por ningún trabajador del palacio. Cuando llegaron, Rajni sacó la llave y abrió la puerta de la biblioteca en la que había pasado la tarde.
—Wow —exclamó Tyr impresionado.
—Yo también dije eso, mira aquí hay libros de todo tipo, de historia, criaturas fantásticas... Pero los que más me han interesado son los que hablan sobre magia.
—¿Hay libros sihiri en Sereia?
—Sí, al parecer querían esconderlos, pero nada se puede esconder para siempre —dijo entre risas y mostrándole la llave a su hermano.
Se hizo tarde, así que decidieron ir a descansar, al día siguiente era su cumpleaños y sería una jornada intensa.