Crónicas de lo crónico: El amor mientras tanto...

Capítulo 1: Hasta siempre. (Samantha)

Con mis apenas 16 años mis padres, hermanos y yo decidimos cambiar un poco nuestras vidas: dejar atrás Italia y comenzar de cero en Argentina. Mi ciudad natal, Alessandria, es una de las cosas que realmente voy a extrañar. Una mezcla emotiva entre dejar las calles que conocía y tener que recorrer unas que son completamente nuevas para mí.

—Samantha, por última vez, ¡Termina de hacer la maleta! —dijo mi madre y cerró la puerta de mi habitación.

Observo la ropa doblada, lista para guardarse y mi corazón comienza a acelerarse... saber que hay que empezar de cero y-

— ¡Samantha! —interrumpe mi madre mis pensamientos

—¡Estaré lista en un minuto! —respondo

—En dos horas saldrá el vuelo, date prisa por favor —dijo y se fue nuevamente.

Nos vamos de aquí con la empresa de viajes "LaDolceViaggio", la cual tiene una llamativa oferta de "intercambios" en la que dos familias de Argentina vienen a Italia y dos familias de aquí nos vamos a la Argentina. Nosotros volamos con la familia Napoli. Los conocimos en la reunión donde acordamos con la empresa, son una pareja de abuelos que crían a su nieto, Alan. Intente hablar con él, pero a primera vista no es un chico muy amable...

Sus abuelos me recuerdan a los míos. Hablando de ello, ayer hicimos una pequeña despedida familiar. Compartimos una cena y nos prometimos visitarlos frecuentemente. Entre mis lágrimas y la duda de que ropa debería empacar, termino de ordenar y estoy lista para emprender viaje. Bajo mi maleta y junto a mi familia nos sentamos fuera a esperar el taxi que nos llevaría hacia el aeropuerto. Tomo un minuto para observar el frente de mi casa. En un profundo suspiro asimilé lo que era un antes y un después.

Mientras viajamos mi hermano mayor, Marco, me comparte sus inquietudes en el trayecto.

—Sami, creo que no estoy listo para dejar tantas cosas atrás, no lo sé, no siento que sea un buen momento para esto...

—Si no es un buen momento para ti, con 17 años, imagina para Ian ¡Solo tiene 8! —dije, refiriéndome a nuestro hermano menor.

—Si, tal vez tengas razón, es un cambio abrupto para alguien tan pequeño. —dijo Marco.

Ambos admiramos con nostalgia a Ian dormido. Aunque Marco intentaba parecer despreocupado, pude ver como jugaba con los botones de su camisa, como si eso aliviara sus nervios.

—Es un cambio abrupto para todos, Marco, está bien sentirse así —le dije.

—Sí, supongo... Bueno, ¿Qué hay de los Napoli? No tuve tiempo de entablar conversación con ellos —dijo él.

Cambió la conversación antes de que el nudo de su garganta se desate.

—Solo los he visto una vez, no tengo mucho que decir, los conocerás en algunas horas.

—Mm, ¿Y qué hay de Alan? iremos en el mismo curso.

—Bueno, podemos decir que es un hombre de pocas palabras —dije divertida.

—Para lo que hablas tú, creo que todos son de pocas palabras —se burló Marco.

—Tu siempre arruinando momentos emotivos.

Ambos nos reímos y entre charla y charla, ya habíamos llegado al aeropuerto. Bajamos el equipaje, despertamos al pequeño y avanzamos detrás de nuestros padres. El lugar estaba repleto de gente, un caos por donde se vea, altavoces saturados anunciando vuelos y un insoportable calor. En medio de tantos rostros, pude diferenciar dos que se me hicieron familiares...

—Esos de allá son los Napoli —le dije a Marco mientras señalaba a la familia. —Ella es Estela y él es Pietro Napoli, los abuelos de Alan.

Marco miró extrañado el tumulto de gente, intentando diferenciarlos.

— ¿y Alan? ¿Cuál es? —preguntó.

—No lo veo desde aquí, debe estar adentro... Ven, vamos. Camino en dirección de Estela y Pietro, que se encontraban a unos 10 metros de nosotros, así que tomo a Marco del brazo y lo arrastro hasta el lugar, porque de otra forma no hubiera ido a saludar. Los señores conversaban entre sí, así que para no interrumpirlos, esperé a que me vieran. Estela entrecierra sus ojos y por fin nota mi presencia allí.

—¡Samantha! ¿Cómo estás querida?

—Gusto en verlos de nuevo, señores Napoli —digo sonriendo cálidamente.

—El gusto es nuestro, Samantha —dice Pietro y extiende su mano para saludarme.

—Tu debes ser Marco, ¿Verdad?

—S-sí, soy yo

Poco se podía oír entre todo el murmullo. Mientras conversábamos, mis padres, los cuáles habíamos dejado con Ian y las maletas, nos encontraron.

—¡Niños! los buscamos por todo el aeropuerto, dónde- Oh, hola Pietro y Estela, ¿Cómo se encuentran? —dice mi madre.

Nos lo pasamos hablando hasta que se hizo la hora de embarcar y volar a Argentina. Al comienzo, supuse que Alan estaría en el baño o fuera del aeropuerto, pero por más de 4 horas no apareció por aquí. ¿Habrá tomado otro vuelo? Dejé que la curiosidad se apodere de mí y le pregunté a Estela:

—Disculpe mi atrevimiento, Sra. Napoli, ¿Alan vendrá?

—Oh, querida, gracias por preocuparte por él, pero Alan...

Su expresión se llenó de tristeza en el instante que pronunció su nombre. El Sr. Napoli la abrazó sobre los hombros y me miró. Su rostro también dejaba ver tristeza y preocupación. Note una pausa desesperante entre mi pregunta y su respuesta.

—Alan lamentablemente no vendrá con nosotros en este viaje.

—Si se recupera, en dos semanas lo tendremos en Argentina —dijo Pietro y suspiró profundamente.

Los miré con pena por haber preguntado y sentí la mirada de mis padres desde el frente.

—lo siento, no debí preguntar, yo no quise...

—No, no te preocupes querida —me cortó Estela.

¿Recuperarse? ¿Venir dos semanas después que sus abuelos? ¿Qué pasa con él? No le di mucha importancia al asunto, pero no podía impedir la curiosidad, sentí que un nudo había quedado en mi pecho. Solo eso estaba en mi cabeza.

En el vuelo, mis padres viajaron junto a Ian, mientras que Marco y yo junto a una señora mayor que nos habló todo el primer viaje de sus gatos y su pasión por tejer a dos agujas. Aunque fue divertido, creo que solo escuchamos la mitad de la conversación. Por su parte, los Napoli viajaron en primera clase. Fue de una escala. Salimos de Milán a Madrid y de Madrid, finalmente, a Argentina. Fue un poco agotador, pero aquí estamos, en el lugar donde voy a pasar el resto de mi vida, o por lo menos, el resto de mi adolescencia.




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