Crónicas de lo crónico: El amor mientras tanto...

Capítulo 3: Primero, lo primero. (Samantha & Intervención Alan)

Ya llevo dos semanas aquí. Hoy, durante una conversación con uno de mis compañeros, surgió un malentendido por mi mal español. En cambio, Marco, pudo hacer muchos amigos, estoy muy feliz, creo que lo subestimé. E Ian lleva muy bien la escuela primaria, pero se ha estado sintiendo enfermo este tiempo.

Mis padres nos contaron a mis hermanos y a mí que Alan tomó el vuelo ayer a las 19:30 p.m. aunque tuvo "algunas complicaciones" y llegó más tarde de lo esperado.

Va a descansar y esta noche nos reuniremos con los Napoli a cenar. Marco y yo estamos muy emocionados por conocerlo. Tiene la edad de él, 17 años.

—Niños, ¿Terminaron de alistarse? —pregunta mi madre, Georgia.

—No mamá... ¡Ya vamos!

Nunca falta la discusión por tardar en alistarme.

Bajé las escaleras tan rápido como pude y vi a Ian con una camisa que solía usar Marco cuando era niño. Fue hace solo un par de años, no puedo creer que esté creciendo tan rápido.

—Salimos en diez minutos —dijo mi padre.

Nos estuvimos conociendo con los Napoli estas semanas, Estela va mucho más allá de mis prejuicios. Parece que el día de la reunión estaba cansada, porque es una señora muy amable en realidad. Llegamos a la casa y nos recibieron con mucho cariño. Tomaron algunas copas con mis padres para empezar la velada. Me preguntaba dónde estaba Alan, sin embargo, esta vez DEFINITIVAMENTE no iba a dejar que me invada la curiosidad; la última vez que lo hice, Estela terminó llorando y no quiero que eso vuelva a suceder. Voy a dejar la boca cerrada. Conversamos un rato y Pietro hacía un constante énfasis en que Alan estaba enfermo, pero no mencionaba nada acerca de que enfermedad podía ser, ni siquiera pistas de ello. El ruido de mis conversaciones se detuvo al escuchar que alguien bajaba de las escaleras, volteé a ver y bajó ese chico alto, delgado y pálido, se veía muy cansado, pero aún así era un chico cliché. Su cabello negro desordenado mostraba que acababa de despertar. Caminó hacia la mesa con pasos aletargados, evitando nuestras miradas, como si estuviera incómodo de solo estar aquí.

—Ven a saludar y siéntate, cariño —dice Estela con una dulce voz.

—Buenas noches familia Ferrer, soy Alan.

Se presentó con todos.

Ian va corriendo hacía Alan como si lo conociera de toda la vida y lo abraza

—¿Cómo estás pequeño? tu debes ser Ian... —dice él.

—¡Sí! soy Ian. y tú el tío Alan ¿Verdad? Ian lo mira sonriente.

—Emm, bueno, ese es un título un poco apresurado... Ya nos iremos conociendo —dice vergonzoso.

—Ah, hola Samantha.

—¡Hola Alan! Me alegra verte.

Me levanto para saludarlo, pero me extiende la mano antes de que lo haga. ¡Al menos recuerda mi nombre! Continuamos cenando. En un momento las conversaciones adultas se pusieron aburridas y con Marco fuimos al balcón de la casa a conversar.

—Permiso, Señores. Napoli.

—Sí, adelante por favor, pueden levantarse de la mesa si lo desean.

Nos dirigimos al balcón del comedor de la casa y nos sentamos uno en cada punta. Apenas podía sentir la punta de los dedos y jugamos con el vapor que salía de nuestras bocas al hablar. Es una noche realmente fría.

—Bueno Sami, he de decir que Alan es muy diferente a lo que esperaba.

—¿Lo dices por cómo es? Creo haberte advertido eso...

—Si, no lo sé, es como demasiado formal —dijo Marco.

—Seguro porque no nos conoce, aún no nos tiene confianza. Con el pasar del tiempo hablará más —dije.

—Seh.

En medio de nuestras suposiciones se abre la puerta balcón y ambos miramos hacia ella. Era Alan.

—Oh, hola Alan.

Lo miro extrañada. No sé como romper el hielo del momento. Antes de que pueda decir una palabra, se sentó junto a nosotros en el balcón. Es bastante amplio, así que todos tenemos nuestro espacio personal correcto.

—¿C-cómo está siendo tu primer día en Argentina? —pregunto al ver que nadie decía

—Agotador. Pero estuvo bien.

—Mm, veo. ¿Estás emocionado por empezar la nueva escuela el lunes?

—No. La verdad no —responde seriamente.

—Oye, ¡Vamos a ir a la misma clase! —dice Marco emocionado.

—Ah, genial —responde y sonríe por compromiso.

—¿Nos quieres contar de ti? —le pregunto.

—No... ¿Qué hay de ti, Ferrer? — me miró y esa fue su pregunta.

—¿Ferrer? puedes llamarme Samantha sin problema.

—No. prefiero llamarte así.

—Está bien, en verdad no hay mucho para saber de mí. Podría contarte que...

—¡Alan! Sabes que no puedes estar expuesto al aire frío, ven adentro—interrumpe Estela.

—¿Y eso por qué? claro, si es que se puede saber —le pregunté a Alan.

—No, no quiero hablar de eso. Vamos o se enfermaran —contestó él.

INTERVENCIÓN: CAMBIO DE PERSPECTIVA, ALAN:

Anoche los Ferrer vinieron a cenar a mi casa.

Solo pude dormir unas pocas horas luego de la cena. Esta madrugada de sábado se siente diferente... necesito ordenar mi nueva habitación y preparar mis cosas para el lunes, cuando empiezo la escuela. En mi clase está Marco Ferrer, uno de los hermanos... Parece ser un buen chico.

Por otro lado Ian, el menor, es bastante cariñoso y no sé qué le contó la abuela, pero parece tener una buena opinión de mí. Samantha es una chica muy enérgica, me agradó, pero preguntó sobre mi enfermedad. La pregunta quedó resonando en mí, ni siquiera sé como hablar de esto.

En verdad sí estoy emocionado por comenzar la escuela, solo que no suelo compartir mis emociones tan rápido; por lo que le dije a los chicos Ferrer que no lo estaba, no quería dar explicaciones.

Aunque no destaco por mi buen humor, creo que sé socializar. Quiero unirme al equipo de básquetbol escolar; a pesar de algunas limitaciones, soy un jugador bueno y apasionado.




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