Lunes. Mi tercera semana de clases. Camino por el pasillo y veo cada vez más rostros nuevos, emocionante como el primer día.
—Echeverría. Echeverría levanta la vista de su cuaderno —Presente.
—Espinosa.
—Aquí.
—Ferrer...
Toco la puerta.
—Buenos días profesora. Disculpe la tardanza.
Inmediatamente paso a sentarme. Al ver que mi lugar estaba ocupado por llegar tarde, me senté en el único espacio vacío, junto a una chica.
—Ferrer, ¿Otra vez tarde? Que sea tu última vez o tendré que anotarte en tardanzas. Eso baja tu promedio anual.
—Sí profesora, no volverá a suceder —contesté por lo bajo.
—Bueno chicos, vamos a comenzar la clase —dice la profesora Verónica.
—Hola, soy Melissa. Melissa Ortega. Puedes llamarme Mel —dijo la chica sentada a mi lado.
—Gusto en conocerte, Mel. Yo soy Samantha. —respondí y extendí la mano para saludarla. —Puedes llamarme Sami.
—El gusto es mío. ¿De dónde vienes Sami? Es que puedo notar tu acento diferente, tu español es genial. —dijo ella
—Oh, gracias por el halago. Vengo del noroeste de Italia. Mi ciudad natal se llama Alessandria... Hace dos años, cuando tenía catorce, mis padres decidieron que querían un cambio de aires y vinimos a la Argentina hace dos semanas. No tuvimos la posibilidad de venir antes.
—Que interesante. Me encantaría conocer Italia. Por mi parte, yo tengo descendencia europea, mi familia paterna. Ellos me contaron como es la vida allí y...
—¡Ferrer y Ortega! ¿Pueden comentarme de qué iba la clase? Porque al parecer su conversación es más interesante —interrumpe la profesora Verónica.
Ambas nos miramos confundidas sin saber que decir, así que decido tomar la delantera en la situación.
—Disculpe, profesora Verónica, estábamos hablado de lo increíble que es su clase —dije en un tono burlesco.
—Claro que lo es. Y deberían estar más atentas, ya que tan divertida le parece...
Miré a Mel de reojo y nos reímos de la situación.
—Me caes muy bien! Podríamos ser buenas amigas Sami —Dijo ella.
—¡Claro que sí! estoy feliz de estar conociendo a alguien de este lugar.
Terminada la clase salimos a los pasillos. Mel se fue a dar un paseo con su novio, Keenan. Yo me dirigía a la cafetería para almorzar. Pienso en como ha cambiado la relación entre Marco Y Alan, y a su vez, la mía con Marco por consecuencia. Desde esa cena ellos no pararon de hablar.
Caminaba sumida en mis pensamientos, entre todo el murmullo y la gente guardando cosas en sus casilleros, cuando de repente escucho el ruido de que un casillero se acaba de vaciar en el suelo, y alguien maldiciendo tras ese sonido. Era inconfundiblemente Alan, todas sus pertenencias cayeron. No dude en acercarme y ayudarlo a recoger.
—Hola Alan, puedo ayudarte a recoger tus cosas si necesitas ayuda.
—No, está bien, yo puedo hacerlo.
—Bien, te veo luego entonces.
Me estoy yendo de allí cuando veo que una de sus pertenencias había caído un poco más lejos. Una extraña figura azul y blanca. Él, al terminar de ordenar las cosas, se fue sin decir más.
Recogí el objeto y lo reconocí al instante: Era un inhalador. Solía usar estos cuando era más pequeña. Corrí hasta él para dárselo.
—¡Oye, Alan, Alan, espera! Creo que esto es tuyo...
Miraba el objeto entre mis manos como si acabara de arrancar su alma y la sostuviera. Noto que quiere responderme, pero las palabras no podían salir de su boca.
—S-sí, lo es —responde al fin.
—Y...
No llego a terminar de formular una frase, cuando Alan lo arrebata de mis manos.
—Gracias Ferrer. Nos vemos más tarde.
Se da la vuelta sobre si y se va rápidamente del lugar. ¿Por qué se puso tan nervioso? tal vez su enfermedad tiene que ver con algo respiratorio o algo así. ¿Pero por qué lo oculta? Tal vez su enfermedad sea algo de lo que no quiere hablar... pero eso solo me hace querer saberlo todo.
Sigo mi camino y lo lejos veo a Marco almorzando solo, así que voy con él.
—¡Hola tonto! ¿Qué haces tan solo por aquí? ¿No hubo chicos lindos a los que mirar hoy? —le digo sonriendo.
—No Sami, no es eso. Solo no me siento muy cómodo con la gente de este lugar —dice con una voz decaída.
—¿Y qué hay de Alan? ¿No has podido hablar con él?
—Bueno... Estuvimos conversando estos días, me contó bastante de él, se abrió conmigo como si fuera la única persona con la que puede hablar. Hoy estuvimos conversando toda la hora de ciencias. Aún así, Ignora a todos sin razón. Se muestra indiferente. Está solo al igual que nosotros. Le dije si quería almorzar conmigo y mi amigo Keenan, pero me dijo que tal vez, no sé si tomarlo como un no o como un sí muy frío.
—Tómalo como un tal vez —digo y me empiezo a reír.
—¡Samantha! no te rías —decía Marco acompañando mi risa, cuando se detiene y mira hacia arriba de mi cabeza. Había alguien detrás de mí.
—Hola Marco.
Alan saluda a mi hermano y se sienta a su lado. Ambos quedaron al frente mío.
—Hola Alan —lo saludo.
Solo asintió con la cabeza. Intenté hablar con ellos, pero me hacían notar que preferían que no esté en su diálogo.
—¿Y qué hace tu hermanita? —Sobresalen las palabras de Alan entre toda la conversación.
—¿Hermanita? solo tengo un año menos que ustedes...
Lo miro molesta. Alan le devuelve la sonrisa a Marco con complicidad y luego ríe... Guau. nunca pensé verlo sonreír. Daba la sensación de que no lo hacía muy seguido, pero su sonrisa era linda.
—¿Y a ti qué te parece gracioso? —le digo seria.
—Tú —responde.
—Ah, ¿sí?
—Sí. Así como escuchaste —remarcó.
Lo miré furiosa y me fui de la mesa. Marco y él se quedaron hablando como si nada.
Al terminar mis clases fui directamente a casa. Hoy fue un largo día, así que llegué, tomé una ducha y me fui a la cama. Estoy acostada viendo redes sociales cuando me llega una notificación: