Crónicas de lo crónico: El amor mientras tanto...

Capitulo 5: Hermanos (Alan)

Mis abuelos y yo nos alistamos para ir a casa de los Ferrer a cenar. La abuela colocó luces cálidas en casa, me recuerdan a Italia como nada, además, la colonia del abuelo... cierro los ojos y estoy en Alessandria.

—Querido, ¿Cómo te estás llevando con los hermanos Ferrer? —pregunta la abuela.

—Mejor de lo que esperaba. Marco es muy divertido, almorzamos los tres en la escuela y estamos entablando una amistad de a poco.

—Oh, me alegra escuchar eso mi niño ¿Y sobre Samantha?

La abuela Estela me mira sonriente, como tratando de decir algo, pero ignoré su pregunta y seguí alistándome, creo que la información que le di antes fue suficiente.

—Ella te gus...- La interrumpo:

—No, no, ¡no! ¡de ninguna manera hablaremos de esto.

—¡Ni siquiera llegué a decir nada!

—Yo también solía ponerme así cuando me hablaban de tu abuela. —dice mi abuelo.

—Oh no, ¿Tú también abuelo? ¿Qué insinúan?

—No tienes que mentirnos, Alan. Ella es una chica muy bonita y dulce, combina bien contigo.

—Pero- es suficiente abuela. No me gusta Samantha.

Al terminar la conversación noto que mi pierna tiembla y me llevé las uñas a la boca involuntariamente. ¿Por qué el tema me puso tan nervioso?

—¡Nos vamos, Alan!

—Ya bajo abuelo, me distraje un momento.

—Ay... cabeza de enamorado.

De camino a la "casa Ferrer" voy pensando en aquello que me dijeron. Tal vez solo le doy muchas vueltas a un simple comentario. Intento mantener mi mente ocupada en otras cosas, como contar los autos blancos que pasaban a nuestro lado. Al llegar, Georgia y Antonio nos recibieron.

—¡Hola! cuanto nos alegra que hayan venido —dice ella y nos abraza.

—Adelante, pasen —dice Antonio.

—Hola Alan. ¿Cómo has estado?

—Muy bien Señor Ferrer. Gracias por preguntar. ¿Y usted?

—Muy bien Alan. Ya no tienes que llamarme señor Ferrer, puedes decirme Antonio sin problema.

—Lo llamaré así a partir de ahora. —digo y sonrío.

Me sostiene una mirada calculadora, esperando que diga algo más, y veo a Samantha sentada en la sala, me es inevitable no pedirle este favor, le lanzo una mirada que suplica ayuda y ella aparece por atrás de su padre.

—¡Alan! ¡Amigo! Por fin llegas, te estaba esperando.

Sonríe y me abraza de repente. Es la primera vez que lo hace, así que por mi confusión no le devuelvo el abrazo. Ella me toma del brazo y me hace caminar a su par, mientras su padre se voltea y se ocupa de cerrar la puerta.

—¡Ven, subamos! Marco está arriba —me dice con la sonrisa más falsa que vi jamás.

En el trayecto, mientras Samantha me arrastraba del brazo como a un perro de peluche, salude al pequeño Ian, que estaba recostando con un brazo sobre la mesa, y me devolvió el saludo sin siquiera abrir los ojos. Me preocupaba, ya que Marco me comentó que su hermano estaba teniendo síntomas extraños, pero se lo ocultaban a Ferrer. Ni siquiera tuve el tiempo de preocuparme, dado que el arrastre no disminuyó nunca. Comenzamos a subir las escaleras y al llegar al primer piso ella bloquea mi paso:

—Napoli... en lo que te acabas de meter, me debes mucho después de eso. Ahora ve con Marco y no vuelvas a hablarme en toda la noche —dice con un notable ceño fruncido y se da la vuelta.

—Gracias por eso. Yo no quería que te enfades Ferrer, solo...

Samantha cerró su puerta con fuerza y el estruendo hizo que su hermano saliera de su habitación.

—¿Qué está pasando aquí? ¡Alan!

—¡Ey, Marco!

—¿Qué fue ese ruido?

—Tu querida hermanita.

—Tranquilo, no es raro que cause disturbios —dice Marco riendo. —ven, pasa.

Jugamos videojuegos hasta que nos llamaron a cenar... Marco me ganó en absolutamente todas las rondas, soy demasiado malo para esto.

La cena transcurre con normalidad, solo Antonio me miraba mal cada cierto tiempo. Yo, por mi parte, claro que no le devolvía la mirada. Hay algo que no deja de llamar mi atención y aumentar mi preocupación: vi repetidas veces a Ian llevarse la comida a la boca y apenas poder masticarla, y sus ojos se veían pesados, los cerraba y abría cada vez más lento, pero no parecía tener sueño.

—Bueno, así que nuestros niños están comenzando a ser amigos —le dice Georgia a mi abuela.

Nos miramos entre los tres, como si fuéramos completos desconocidos y nos extrañara que hablen de nosotros en común, pero Marco no tardó en soltar una carcajada por eso.

—Mami, creo que no me siento bien —dice Ian.

En ese momento todos volteamos a verlo.

—¿Qué pasa cariño? —pregunta Georgia.

—No- no puedo respirar mami, siento que algo me presiona a-aquí. El niño habla con dificultad y se señala el pecho. Georgia lo toma en brazos y mira a Antonio con preocupación.

Tanto mis abuelos como yo creíamos saber lo que estaba pasando. Muy similares a mis síntomas de cuando era niño. Vi que sus labios se estaban tornando un poco azulados y comencé a asustarme. No estaba recibiendo el suficiente oxígeno.

—Vamos al hospital —dice Georgia.

—Aguarda, llamaré un taxi, nuestro carro está en el taller mecánico aún. —dice Antonio.

—De ninguna manera, deben llegar rápido, nosotros los llevamos —dice mi abuelo.

—Alan, te recogemos pronto, en cuanto volvamos —dice mi abuela

Sabía que ese "te recogemos pronto", no iba a ser así. Por desgracia y muy probablemente no iba a haber vuelta pronto del hospital, esas situaciones requieren un ingreso casi siempre.

—No te dijimos de sus síntomas porque no queríamos preocuparte Sami...

Samantha estaba discutiendo con Marco. Las manos le temblaban, pero ella intentaba mantenerse firme.

—Chicos, lamento mucho la situación. Él... él estará bien.

Me dolía mentirles, pero no podía decir algo como: "oh, a tu hermano de 8 años lo ingresarán al hospital porque todos los síntomas de los que me habló tu hermano antes que a ti encajan con la bronquitis, ¡Pero no te preocupes!" Quiero decir, no lo diagnosticaron aún, pero esos síntomas son inconfundibles para mí.




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