Crónicas de lo crónico: El amor mientras tanto...

Capítulo 6: Tan cerca, tan lejos (Marco)

Han pasado seis días del ingreso de Ian. Todo se complicó cuando una bacteria ingresó en sus pulmones, provocándole neumonía. Debe quedarse para recibir un tratamiento adicional y evitar que la infección progrese. Al cuarto día lo diagnosticaron oficialmente con bronquitis.

Nada que estuviera en los planes.

Hoy es momento de que Samantha y yo volvamos a la escuela. Ella aún está muy afectada por esto. No quiere comer, no quiere hablar y no quiere volver al ritmo escolar, pero debe hacerlo. Vive muy preocupada por nuestro hermano pequeño. Además, aún está muy enojada con Alan y conmigo.

—Sami, vamos a la escuela, no podemos volver a llegar tarde.

—No quiero ir, ve tú —dice ella.

Me siento en la mesa donde está desayunando, hablo con un tono suave, tratando de mostrarle algo de empatía.

—Oye... sé que estás muy sensible por esto Sami, tengo el mismo dolor que tú, pero sabes que la vida sigue.

Me mira con ojos vidriosos, toma su mochila y sin decir nada, arrastrando un poco los pies se dirige a la puerta. No ha hablado con nadie últimamente. Solo se pasea por la habitación de Ian de vez en cuando. Lo extraña demasiado y no podemos ir a verlo porque tiene un riesgo muy alto ahora, es muy propenso a infecciones.

Hoy fuimos caminando a la escuela. Nuestra casa le queda de paso a Alan en su trayecto, así que nos acompañó.

—Hola amigo, Hola Ferrer —nos saluda con esa energía habitual.

—¡Hola! Samantha no está muy de humor para saludarte, así que también te saludo por ella.

—No hay problema, se que en el fondo ella me quiere —bromea Alan.

Los tres caminamos a la par sin hablar, todo era tan pesado como si fuéramos sacos de piedras. Y así permanecimos hasta llegar a nuestros respectivos cursos. Alan y yo nos sentamos juntos, solo nos conocemos el uno al otro aquí, excepto por Keenan, que va a nuestra clase. Él es nuestro amigo y es el novio de Melissa, la amiga de Samantha. Ahora solemos almorzar los cinco, Alan, Samantha, Melissa, Keenan y yo. Aunque Alan suele ir con un amigo que hizo, llamado Ricky... solo hablan todo el día de básquetbol.

Me encanta la dinámica que llevamos, me hace sentir parte de algo.

Hoy es martes, y odio los martes. Son los días más largos de la semana: salimos a las 14:00 y almorzamos recién a las 14:30.
En ese pequeño intervalo, Alan y yo escapamos al patio a tomar un respiro.

—Marco... no podía hablar contigo de esto frente a Samantha, pero ahora que estamos solos, ¿Cómo está el pequeño? —pregunta.

—Bueno, no hay buenas noticias de Ian, no ha mostrado mucha progresión.

—Me duele mucho escuchar esto, Marco. Lo lamento amigo ¿Samantha cómo lo lleva?

—Mal. Ella está realmente mal con esta situación, y... sigue muy enojada.

—Oh, me encantaría poder ayudarla, se ve deprimida, pero ahora todo lo que quiere es asesinarnos —me responde.

—Yo también quisiera ayudarla, Alan. No la veía tan deprimida desde el día que mis padres decidieron venir a Argentina... —Aprieto mis manos hasta sentir mis uñas en las palmas. Solo quiero que esto mejore, quiero que podamos respirar un poco. Siento que no puedo.

—Sé que eres fuerte, Marco, todo va a pasar pronto — su tono baja a solo un susurro —a todos nos tocó ser fuertes alguna vez.

—Realmente lo intento, pero es demasiado para mí... todo fue tan repentino...

—Lo fue, sí que lo fue, pero confío en que puedes hacerlo. Yo te ayudaré y estaré aquí para ti —dice Alan.

—Gracias, no sé cómo nuestra amistad se volvió rápidamente tan incondicional —le digo.

—Será porque de esa forma estaba destinada a ser —contestó él, encogiéndose de hombros y sonriendo un poco.

—Y oye... perdón por mi pregunta —juego un poco con mis anillos, nervioso —¿Por qué te mostrabas tan distinto de lo que ahora conozco?

—Bueno... —él ríe, bajando la mirada. —Tenía miedo Marco.

—¿Miedo?

—Miedo de no caerles bien. Me da miedo abrirme con la gente nueva, ya sabes...

—Te entiendo mejor de lo que crees. Yo también tengo miedo de lo que la gente pueda pensar de mí —le dije.

—Me mira un poco extrañado —¿Y eso por qué? Tu eres demasiado genial para pensar eso, Marco.

—Tú también, Alan. A diferencia de ti —susurro —yo tengo mis razones para hacerlo.

—Claro que no, ¿Cuáles? —me preguntó y sentí mi corazón acelerarse.

—A veces siento que la gente no me aceptaría si saben quien soy de verdad.

—Él ríe.

Dejamos de caminar por un momento y nos detuvimos a hablar.

—Marco, a menos que seas un asesino serial de bebés, ¿Por que la gente no te aceptaría?

—Es que... yo... yo... ya sabes, no sé qué suele pensar la gente sobre esto.

Comencé a morder mis uñas, mis palabras comenzaron a mezclarse.

—Pero tranquilo, dime.

—Eh, bueno... yo...

Cualquiera que me vea, aunque sea desde 10 metros de distancia, se daría cuenta de los nervios que tengo.

Balbuceaba sin que nada salga de mi boca, intentado buscar las palabras acordes. Comencé a jugar con el dije de mi collar entre los labios para no morderlos.

—¡Marco! relájate amigo, no voy a juzgarte.

—Tal vez no esté listo para hablar esto contigo —dejé salir esa frase involuntariamente.

En lugar de ofenderse, asintió con la ternura que siempre guarda tan en el fondo de él para estos momentos.

—Bien, cuando quieras amigo.

—Tal vez deberíamos regresar a clases... —suspiro, dejando escapar toda la tensión de esa conversación...

No estoy tan solo como creía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.