Salimos de la escuela y es hora de ver a Ian. Fuimos mis padres, mi hermano, el chico Napoli -como Melissa lo llama-, y yo.
Es un viaje corto de solo veinte minutos, pero estoy muy cansada, así que recuesto mi cabeza en el hombro de Alan... él me devuelve el gesto y toma mi mano.
—¿Nerviosa Ferrer?
—Sí, un poco.
—Tranquila—dice y aprieta mi mano con más fuerza.
Esa presión me hace aferrarme al momento un poco más, no caer del todo en mis pensamientos.
Así nos mantuvimos en todo el viaje. Al llegar, bajamos en el hospital y nos dirigimos a la ventana de observación de la habitación de Ian...
Está evolucionando. Hoy le bajaron el nivel de suministro de oxígeno.
Aun sabiendo que está saliendo adelante, me duele mucho verlo así. Ni siquiera tuve tiempo de "prepararme" para esto. Pasó de un día para otro. Inevitablemente, mis ojos comienzan a humedecer mi rostro.
Alan lo nota y se acerca a mí para darme consuelo.
—Ferrer...
—Lo siento, yo- es duro para mí —cubro mi rostro con las manos.
—No, no hay nada de que disculparse, sentir está bien —dice él mientras intenta retirar mis manos con cuidado.
Al escucharlo, me sonríen un poco los ojos. Él imita el gesto al verme.
Pasamos media hora allí mientras mis padres hablaban con los médicos. Si todo sale bien, a más tardar dos semanas, estará en casa. Esta noticia me pone muy feliz.
Viendo que la conversación daba para largo rato, fuimos a dar unas vueltas con Marco y Alan.
—¿Escucharon eso? Ian volverá en dos semanas —dice Marco.
—Si amigo, estoy muy feliz por ustedes y por el pequeño.
—Apreciamos eso Alan. Yo voy al baño. Espérenme por aquí, no tardo.
Marco se fue y quedamos nosotros dos, conversando.
—Gracias por estar aquí.
—No tienes que agradecerlo Ferrer.
—Siento que eres el único que me entiende. Siento mucho miedo, está en riesgo aún.
Las lágrimas comienzan a salir de vuelta.
—No hay nada que prometer Ferrer, pero él va a estar bien, está progresando... ven aquí —me abraza y suspiramos en sintonía.
—¿Sabes? Eres realmente fuerte con esto. Debo felicitarte.
—¡Alan! Vas a hacer que siga llorando.
—No es lo que busco, pero estoy aquí si necesitas hacerlo —me abraza mas fuerte, llevándome más cerca de su cuerpo... y de su alma.
—No, no lo necesito hacer, precisamente porque aquí estás...—suspiro con los ojos cerrados, fundiéndome un poco en la relajación que me traen los latidos de su corazón —me siento segura contigo.
Algunas palabras se escaparon de mi boca y fueron mal combinadas, pero ya era tarde.
Alan me tomó y me acercó aún más a él. Tengo ese sentimiento de amor, de seguridad, una calidez inexplicable que sale de mi pecho y me obliga a mantener los ojos cerrados, como si estuviera cayendo en un sueño profundo pero con emoción.
Con un tono de voz muy bajo, que me hace cosquillas en la oreja, corre mi cabello y me susurra —¿Sí? ¿Por qué te sientes segura?
—Porque ahora vi que puedes defenderme, aunque no era necesario que-
Me toma el rostro y lo acaricia con su mano. —Siempre lo haré.
Siento el tacto de sus manos heladas recorrer mi mandíbula.
—Mientras no sea violentamente...
—No te preocupes por eso.
Sus palabras suenan tan firmes que me hacen estremecer. Lo tengo tan cerca que me surge el impulso de poner mis labios en los suyos, se veían helados como sus manos...
—Volví chicos, ya es hora de- ¡Oh! ¿Interrumpo?
Marco acaba de volver del baño.
—No, no lo haces —digo yo.
—Bueno, tal vez un poco —dice Alan.
—"Tal vez un poco" se les esté yendo de las manos la mentirita piadosa, Alan.
—Ni siquiera recordamos eso amigo, toca fingir solo los martes y jueves —responde.
—Esperen... ahora que estoy hablando con ambos a la vez... ¿Se supone que yo debo fingir también?
—Mientras mis abuelos no sepan que es mentira, tú cree lo que quieras, eres libre —responde Alan.
—Que buena forma de desviar mi pregunta. No importa, mamá y papá nos esperan en el auto, andando.
El camino a casa fue un poco más de lo mismo. Reposar la cabeza en el hombro de Alan, él tomando mi mano, charlas infinitas, mamá llorando por Ian, papá consolándola...
Luego dejamos al chico Napoli en su casa, nos fuimos a la nuestra, cenamos, y fuimos a la cama. Me dormí con la sensación de estar apoyada en su pecho.
Así pasaron los siguientes días...
Monótonos, aunque todo parecía mejorar. Comencé a adaptarme mejor a mi nueva escuela, Marco comenzó a conocer a un chico llamado Matteo y sale con él casi a diario, Alan se hizo amigo de una chica, su nombre es Olivia, Mel terminó con Keenan... o en realidad, Keenan ha terminado con ella, dice que se siente atraído por otra persona y está confundido... es un idiota.
Los almuerzos escolares cambiaron, ahora somos Marco, Matteo, Melissa, Alan, Olivia y yo.
Hoy, Ian recibirá alta médico después de un mes en el hospital.
Los Napoli vinieron a casa a ayudarnos a organizar los medicamentos de Ian y darnos algunos consejos sobre cómo cuidarlo y como mantener su entorno limpio. Tienen un amplio conocimiento sobre el tema.
—Este medicamento va cada doce horas, uno por la mañana y uno por la noche. Recuerdo como batallábamos para que Alan se lo tome —dice Estela.
—¿Cómo era él de pequeño? —le pregunto.
—Tu novio era un pequeño muy revoltoso. Estaba lleno de energía, hasta el comienzo de su enfermedad.
La mentira de los novios estaba saliendo de maravilla, tal como lo planeamos... Alan asistía a los entrenamientos los martes y jueves, y yo, le mentía una y otra vez a Estela.
Y sí, me hacía sentir bastante mal, pero veo a Alan realmente feliz jugando, y la posibilidad de que Estela se lo permita era casi nula.
Aunque ahora ya ni siquiera me quedaré a sus entrenamientos, él dijo que Olivia puede acompañarlo, y eso... está bien, supongo.