Crónicas de un Taxista

El Inicio

La mañana era soleada, con un puñito de pájaros revoloteando en su jardín. Edgar miró a través de la ventana al fruto de su fruto: Sophie.

Era una cosita de nada con una energía y entusiasmo infinito, contagioso, incluso. Su hijo le había encargado cuidarla ese día, para poder ir a su trabajo sin preocupaciones; Edgar aceptó con gusto. Adoraba a esa cosita, algo tan puro y lleno le daba la alegría que no conseguía desde que Marta, su difunta esposa, había muerto.

Escogió su taza favorita y sirvió el café recién hecho dentro de ésta. Con la taza en la mano, caminó rumbo a su sala y se sentó en uno de los sillones de su sala dorada, el color preferido de su mujer. Suspiró y dió un trago al "elixir de dioses", cerró los ojos y disfrutó del sabor amargo de la cafeína.

Logró escuchar como la puerta principal era abierta y, consecuentemente cerrada, seguido, unos pasos rápidos y cortos llegaron hasta la sala. Era Sophie.

-¡Abuelo!- la pequeña niña de vestido rojo y trenzas rubias llegó corriendo hasta Edgar.

-¿Qué pasó, hermosura?- estiró los brazos y cargó a Sophie hasta su regazo, le acomodó su cabeza en su pecho y aspiró el olor a rosas que se había impregnado en ella.

-Abuelo, he estado pensando un poco y me dí cuenta de que papá y mamá trabajan- lo miró con la seriedad con la que mira una niña de siete años, Edgar, quién se estaba riendo bajo, de inmediato calló-, pero no sé en qué trabas tú.

-Yo ya no trabajo, Sophie.

-¿Pero trabajaste, no?

-Sí, pero no es un trabajo muy...

Sophie, con el entusiasmo en los ojos aplaudió y añadió:

-¿En qué trabajaste?

-Bueno, yo era taxista- la miró con una sonrisa sincera, la cual ella devolvió.

-Vaya...-Sophie se quedó callada un momento, al siguiente, sonrió- Papá siempre se queja de algo cuando regresa de su trabajo o mamá, cuando comemos, nos cuánto algún caso extraño o algo por el estilo... ¿Me puedes contar alguna historia?

Edgar analizó la expresión de su nieta: unos enormes orbes miel lo miraban suplicante, mientras que su pequeña boca dibujaba un mohín tierno y encantador. Suspiró, qué se le iba a hacer.

-Está bien, creo que tengo una que otra historia en mi cabeza.

Calló un instante, mientras trataba de poner en órden sus ideas, y creando un inicio aceptable para su curiosa Sophie.

-Listo, lo tengo-puso su dedo pulgar en su labio inferior y sonrió-, ¿estás lista para escuchar las crónicas de un taxista?



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En el texto hay: humor, historia, relatos de vida

Editado: 14.04.2019

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