Había alrededor de una docena de guerreros en la entrada de la biblioteca, demasiado cerca de los catálogos como para poder revisarlos sin ser vistos. Entre ellos, había al menos tres que pertenecían al clan del fuego; era fácil distinguirlos por sus ojos, de un brillo rojizo único. El resto pertenecían a los clanes del agua y el aire, los otros dos del hemisferio sur. Ninguno estaba armado, como era normal en los guerreros marcianos, pero todos parecían estar completamente alerta.
Desde su escondite entre las estanterías, Hinto y Duncan no podían escuchar de qué estaban hablando, pero no se veían demasiado felices. Aunque a decir verdad, ¿quién estaba feliz en época de guerra?
―Suéltame Hinto. ― el mayor susurró, tirando de su brazo para poder liberarse del agarre ajeno.
―No hasta que te quites de la cabeza las ideas suicidas.
―Tengo un plan, déjame.
―Duncan...
Los ojos del aludido brillaron con intensidad y su temperatura corporal subió abruptamente, de forma tal que Hinto tuvo que soltarlo para no quemarse. ―Gracias. ― Sin dejarle tiempo a nada, el arqueólogo salió de su escondite como si nada y se acercó a los guerreros. ―Eh, hola, disculpen, me preguntaba si podía usar los catálogos.
Todos se giraron para mirarlo y Hinto supo que las cosas terminarían muy, muy mal. Un par de guerreros del agua se plantaron delante de Duncan, amenazantes, con sus auras azules brillando alrededor de sus cuerpos.
―¿Y quién se supone que eres?
―Oh, tonto de mí, no presentarme. Lo siento. Mi nombre es Katu, un placer. ― el hombre mostró una de sus mejores sonrisas encantadoras y estiró la mano pretendiendo estrechársela con los demás.
―Jamás he oído hablar de ti. ― uno de los soldados del fuego se acercó por detrás y fijó su mirada en la suya. ―Tampoco te he visto en las reuniones del clan.
―Ah, bueno, quizás porque nací en la Tierra. Soy un híbrido, ya saben...― hizo un gesto con las manos, restándole importancia al asunto. A veces podía hacer el papel de despistado demasiado bien. ―De hecho, es mi segunda vez en Marte, no tenía idea que hubiera guerra. ¿Ahora puedo revisar los catálogos? En verdad lo necesito.
Los soldados del agua se miraron entre ellos y luego miraron a los del fuego. Luego de unos tensos segundos de silencio, se apartaron y lo dejaron pasar.
―Hazlo rápido y lárgate de aquí.
―¡Sí, señora! ― hizo un gesto militar absurdo, dirigiéndose a quién le había hablado y corrió torpemente hasta los catálogos. Ahora tendría que rogar que no espiaran lo que estaba buscando.
Afortunadamente, la biblioteca tenía un sistema que podía enviar los resultados de la búsqueda a los monitores de cada sección, por lo que si encontraba algo simplemente tendría que enviarle el aviso a Unkas y salir de allí lo más rápido que pudiera.
Comenzó buscando poniendo como palabra clave "vida inteligente", y tal como había leído en el nombre de la sección, todas aquellas especies que no pertenecían a ningún planeta del Sistema Solar estaban catalogadas bajo la etiqueta de alien. Una vez allí, comenzó a buscar por características: piel azul, tecnología avanzada, violencia, guerra. Saltaron un par de resultados y, junto a ellos, los libros que poseían información al respecto, por lo que rápidamente le envió el número de dichos libros al sacerdote. Luego simplemente eliminó la búsqueda y apagó el catálogo una vez más.
Se giró, con las manos en alto y una sonrisa en el rostro. ―Muchas gracias, un placer conocerlos, linda biblioteca, ¡nos vemos!
Comenzó a caminar hacia el lugar de donde había venido, pero antes de que pudiera llegar junto a Hinto una vez más una voz a su espalda hizo que se detuviera en seco.
―Espera un momento. ― el arqueólogo no se movió, ni siquiera se giró para mirar quién era el que había hablado. ―Yo sí te conozco. ― Cerró los ojos, deseando que algo pasara y que los soldados se distrajeran mágicamente. Lamentablemente, no fue así. ―Naciste en la Tierra, eres un híbrido, pero estás lejos de ser nuevo en Marte... Duncan Leblanc.
Un ligero "mierda" escapó de sus labios y no tuvo más opción que girarse. Quién supuso había hablado estaba a tan solo unos centímetros suyo, listo para atacar al menor movimiento. Podía sentir el calor que emanaba su aura y la furia en sus ojos.
―Y no creas ni por un segundo que creeré otra más de tus palabras. No se te ha visto en Marte por años, ¿has vuelto porque tus amiguitos de la realeza fueron a buscarte llorando? Tú y cada uno de los Guerreros Reales son patéticos.