Cronicas de una guerra: sombras del tiempo

CAPÍTULO XX

Agua, aire, fuego, tierra, luz y oscuridad. Los seis elementos se combinaron para atacarlos casi al mismo tiempo, pero tanto Duncan como Hinto fueron rápidos. Ya habían pasado por eso antes, eran guerreros veteranos, eran soldados reales. Ninguno de los ataques los tocó, porque antes de que pudieran hacerlo, habían elevado un campo de fuerza a modo de escudo, combinando sus poderes una vez más. Con la fuerza otorgada por las espadas, el escudo fue lo suficientemente fuerte como para resistirlo.

―Tendremos que usarlas o nos matarán. ― el guerrero de la oscuridad masculló, sintiendo como volvían a atacarlos.

―Si matamos a alguien, será aún peor.

―Lo sé, pero es la única salida.

Duncan asintió con la cabeza levemente, sabiendo que el otro tenía razón. Aun así, debían asegurarse de producir la menor cantidad de bajas posibles o jamás lograrían hablar con los líderes de los clanes y terminar aquella guerra.

Ambos aferraron sus espadas con fuerza y se prepararon para atacar. Se miraron por un instante, comunicándose con la mirada, casi como si pudieran leer la mente del otro. Apenas el escudo desapareció, la hoja de las espadas cortó el aire entre ellos y los soldados que los atacaban, lanzando una ola de energía que no solo detuvo los ataques, sino que también mandó a volar a cada uno de sus enemigos.

Se habían limitado, lo sabían perfectamente, pero aun así pudieron ver como algunos soldados caían inertes contra el suelo del templo, producto del choque de energía y quizás combinado con el golpe contra las paredes.

Pero no había tiempo para lamentos, ni siquiera para asegurarse de que Unkas y Shappa estuvieran bien, debían encontrar a los líderes y rápido. Por esa razón corrieron hasta la entrada del templo para luego salir volando a toda velocidad hacia las ruinas del Palacio.

―¿Crees que de todas formas se han reunido?

―Sí, como Unkas dijo que hicieran.

―¿Cómo estás tan seguro?

―Puede que los sacerdotes ya no existan, pero siguen siendo un símbolo de sabiduría y paz. Al escuchar el mensaje, deben de haberse reunido y dado órdenes en conjunto, de lo contrario los soldados no se hubieran unido para atacarnos.

No tenía argumentos para contradecirlo, por lo que continuaron su recorrido en silencio, el aire frío, invadido de un fuerte olor a combustión, chocando contra sus rostros. Al parecer, a pesar de que el mensaje de la resistencia no había tenido exactamente el efecto deseado, había detenido las luchas, porque el planeta ya no parecía una zona de guerra en su máximo esplendor. Aún podían verse humaredas a lo lejos, y por supuesto, los edificios destrozados inundaban el lugar, pero ya no se oían explosiones ni se veían poderes siendo disparados en todas direcciones. Eso significó, además, que pudieron volar sin ningún tipo de contratiempo hasta el lugar donde se encontraban las ruinas.

Al llegar, tal y como Hinto había predicho, pudieron encontrarse con los seis líderes de los clanes. Ambos guerreros aterrizaron y automáticamente levantaron sus manos en señal de paz, dejando a las espadas tranquilas en sus fundas, colgando de sus cinturas.

―Guerreros. ― la líder del clan de la tierra los saludó más amablemente de lo que hubieran esperado. ―Nos da gusto ver que pudieran llegar sin problemas.

―Tiene usted un retorcido sentido del humor, señora Shasta.

La mujer, de cabello y piel del color de la terracota, pero con profundos ojos azules, lo miró extrañado. ―¿De qué hablas? Los seis nos alegramos de verlos, así como nos alegramos de haber escuchado ese mensaje. Gracias a ustedes, la resistencia, ahora sabemos quiénes son los responsables de esta guerra.

―¿Entonces por qué rayos nos mandaron a matar? ― fue Duncan quién preguntó, sin poder contenerse y hablando quizás más fuertemente de lo que debería.

―Duncan, querido, nadie mandó a matarlos. ― Misae, la líder del fuego, le respondió mirándolo fijamente. Casi parecían hermanos, lo único que los diferenciaba era el color del cabello. El de ella brillaba como un puñado de brazas que no querían apagarse y le daba un porte mucho más imponente aunque fuera una de las más jóvenes de los presentes. ―Enviamos a nuestros más fieles soldados a buscarlos, para que supieran que los esperábamos aquí en paz.

Hinto lanzó una pequeña risa. ―Pues sus más fieles soldados casi nos matan. Y ni siquiera sabemos que pasó con Unkas y Shappa.

Los seis se miraron, sorprendidos. ―Lo lamentamos mucho, guerreros. Solo queremos atrapar a los espías y...

―¡Deberían haberlo hecho apenas Unkas lo dijo! ¿No se dan cuenta lo que acaba de pasar? Para ser los líderes de sus clanes son bastante ineptos. ― una vez más, el guerrero del fuego no pudo controlarse y tuvo que desviar la mirada de ellos por un momento para poder tranquilizarse.



#19751 en Fantasía

En el texto hay: amor gay, aliens, poderes elementales

Editado: 09.10.2019

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