Crónicas de una sirena enamorada 2

Un nuevo mal está por venir

Por fin había llegado a su hogar el joven marinero. Con carteles de bienvenida y fuertes  abrazos, Joseph fue recibido por su familia. La dicha era tan inmensa que Judith olvidó por  un momento lo que Stara y Lumina le habían confesado. Ver a su hijo sano y salvo era lo  único que le importaba en aquel instante. 

Próximamente, el muchacho comenzaría a buscar una casa. La deseaba cerca del mar, ya que  el sonido de las olas lo tranquilizaban y por supuesto quería que Lumina sintiera el mar junto  a ella. Había sido un viaje largo y Joseph solo quería descansar. Al llegar a casa, guardó sus  cosas en su habitación y poco después se dirigió al patio trasero para conversar con su padre.  

—¡Bienvenido a casa, Joseph! Me alegra saber que estás bien — dijo Eugene —¿Qué tal tu  viaje?  

—Algo agotador para no estar tan lejos— contestó el joven — creo que el clima en Singapur  no ayudó mucho.  

—Joseph ¿Cómo fue que llegaste a conocer a los tritones? Me queda claro tu relación con Lumina, pero ¿Cómo pasó? — cuestionaba el señor Verlander lleno de curiosidad.  

—Era un día aparentemente común, la tripulación regresaba a casa luego de casi dos años a  bordo del Marsella— decía el joven con un brillo en sus ojos al recordar aquel día — yo me  encontraba en la proa, quería sentir el viento chocar contra mi rostro y de pronto escuché  voces provenientes del mar. Allí estaba ella junto a su primo, sentados sobre una roca. Más tarde conversamos en la orilla, créeme que al principio tenía miedo, pero luego vi que no era  un ser malévolo. — luego, Joseph hizo una pausa y miró fijamente a su padre diciendo — 

¿No te opones?  

A lo que Eugene contestó — En lo absoluto, sé que eres muy feliz con ella, además es un  honor para mí ser el suegro de una princesa. —diciendo esto a manera de chiste para hacer  reír a su hijo.  

Joseph y su padre conversaron como nunca, era el momento ideal para compartir y hablar de  muchas cosas. Todo marchaba bien en Brisbane. Los marineros habían recuperado su vida y  las cosas para Joseph parecían mejorar.  

Poco después de la llegada del joven a tierra firme, el mar comenzaba a tornarse casi  cristalino. Lo cual les indicaba a las sirenas que en Tritonia todo había vuelto a la normalidad,  Lumina podía estar tranquila. Su nación no corría peligro y su amado estaba sano y salvo en  casa de sus padres.  

La noche caía lentamente, y Lumina veía como el sol se ocultaba. Por un instante cerró sus  ojos y sintió su cuerpo relajarse al escuchar el hermoso sonido del mar.

 

—¡Lumina, por fin te encuentro! ¿Qué haces aquí? — preguntó Amaranta acercándose a su  hermana mayor.  

—Acostúmbrate a venir aquí, adoro escuchar el sonido de las olas y sentir la brisa. —comentó  la sirena.  

—¿Sabes? Ahora comprendo tu obsesión por tierra firme. Este lugar es increíble — decía  Amaranta observando el horizonte y continuó — La luz del sol, la brisa, el canto de las aves,  la superficie del océano, la luna… ¡Todo es maravilloso! Es genial salir de la fosa un par de  veces.  

—¡Sí que lo es! — exclamó Lumina apoyando el último comentario de su hermana. —Me  hacías falta, mamá y papá también me hacen falta, pero ya está decidido que me quedaré  aquí.  

—¡Oye! — habló Amaranta interrumpiendo a Lumina —No nos vamos a separar para  siempre, ya el camino a Tritonia no representa un peligro y podemos ir y venir cuando  queramos. Nuestro tío ha reforzado la seguridad en el sur, además, Joseph no te va a negar  visitar a tu pueblo de vez en cuando.  

—¡Lo sé! — comentó Lumina — y me alegra mucho que todo está cambiando para bien — hizo silencio por unos segundos y preguntó —¿Cómo recibieron a Eudora en el palacio?  

Amaranta comentó cómo había reaccionado el pueblo, pero que en realidad solo se habían  asustado. Al recordar lo ocurrido en Nueva Parténope, Lumina le contó a su hermana que el  rey maranio tenía otro hijo.  

—Creí que solo era un simple rumor, pero… ¿Sí es real ese joven? Quiero decir, ¿Cómo se  llama? —preguntó Amaranta un tanto confundida.  

—Su nombre es Evan, es amigo de Joseph y es marinero.  

—¡Vaya! No puede escapar de su destino. Ojalá sea lo opuesto a su hermano. — pronunció  Amaranta.  

—Es un buen sujeto, no existe maldad en su corazón. —Aseguró Lumina —Lo veo en sus  ojos.  

Mientras tanto, en el fondo del océano Eudora tomaba fuerzas para ir a verse con su hijo.  Finalmente estaba decidida a verlo cara a cara. Así que, salió de la habitación en la que se  hospedaba y se dirigió al gran salón para avisarle al rey que estaba lista para su encuentro con Atolón.  

En el trayecto Eudora sentía que su corazón se aceleraba sobremanera. Ranhir al verla un  poco nerviosa le preguntó que si estaba realmente segura de querer ver a su hijo.  

—Absolutamente. Solo tengo miedo de su reacción, pero no importa — contestó Eudora. 

Estando ya en el pasaje de Drake, los tritones guardaron cierta distancia con el fin de darles privacidad, pero a la vez brindarle apoyo a la sirena si algo se salía de control. Allí Eudora  permaneció a la espera de su hijo quien minutos después llegó acompañado de su padre. 




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