Crónicas de una sirena enamorada 2

La forzosa visita a las Estrófades

Pasó una semana desde el regreso de Evan a tierra firme. El joven aprendió un poco más  sobre su identidad y su origen gracias a su madre, pero sentía que no era suficiente. Sabía que era un príncipe o al menos era de una familia real, y eso explicaba su conexión con el  mar.  

Ahora era más que evidente el porqué de niño pasaba horas y horas surfeando sin parar y  nunca era suficiente, y que, cuando llegaba a cierto punto sentía que algo lo llamaba a  sumergirse hasta lo más profundo para escapar del mundo exterior y jamás volver. 

Una mañana Evan salió a la playa con su tabla en mano buscando buenas olas. A lo lejos  Lumina y Amaranta caminaban y lo veían surfear con agilidad. El marinero ignoraba por  completo que las princesas lo observaban.  

Amaranta estaba sorprendida al verlos surfear con agilidad —¡Vaya! Ese muchacho sí que  tiene talento.  

Lumina le comentó que ese joven era el hermano menor del príncipe Atolón.  —¿Bromeas? — Preguntó Amaranta.  

—No — dijo Lumina —Cuando lo veas de cerca notarás el parecido físico con su hermano  mayor. 

Minutos más tarde Evan se percató de la presencia de aquellas chicas. Al ver que una de ellas  era Lumina, se detuvo y llegó a la orilla para acercarse y preguntar por Joseph. La princesa  de Tritonia le dijo que probablemente ya estaba en casa con su familia.  

—Pasaré más tarde a visitarlo, debe estar muy cansado — Comentó Lumina.  

Evan por su parte se sentía incómodo por la mirada fija de Amaranta, quien al estar frente a  frente con aquel muchacho pudo notar su impresionante parecido con el malvado príncipe  maranio. Para la sirena más joven fue imposible disimular su asombro.  

—Es… es… — decía estupefacta 

—Igual que su hermano, te lo dije —habló Lumina rápidamente y continuó diciendo mientras  trataba de dar paso a tan penosa pero divertida situación —Ella es Amaranta, mi hermana  menor.  

—¡Mucho gusto, soy Evan! — exclamó el marinero con una tierna sonrisa —¿También te  quedarás a vivir en tierra firme?  

A lo que Amaranta respondió — No, pero vendré a visitar con más frecuencia. Me gusta este  lugar. —

Luego de un corto silencio, Amaranta le preguntó a Evan si pensaba viajar algún día al fondo  del océano ahora que sabía su verdadera identidad.  

—En el futuro, tal vez, pero por ahora no estoy preparado. — respondió el muchacho.  

Las sirenas entendieron la situación de Evan, era demasiado para él descubrir tantas cosas a  la vez y necesitaba comprender lo que ocurría a su alrededor.  

En medio de la conversación, una voz los tomó por sorpresa, Joseph había llegado a la playa  a tomar aire fresco luego de haberse dado un largo y merecido descanso. Al ver a su amada  Lumina, corrió hasta ella para abrazarla y cargarla. La sirena estaba feliz de verlo a salvo y  completamente tranquilo.  

Allí pasaron la tarde, esperando el anochecer para ver las estrellas. Amaranta asociaba todo  aquello con el tradicional festival lunar, adoraba ver el cielo nocturno y Evan disfrutaba cada  segundo con sus amigos. En ese momento sintió que de verdad encajaba y que quería  aprender mucho más sobre su cultura. Fue allí cuando le pidió a Lumina enseñarle todo sobre  Tritonia y la vida submarina. 

A medida que caía la noche los muchachos hablaban de los reinos bajo el océano. Lumina  contaba las épicas batallas que solía contarle su padre cuando era niña. También hablaba de  la geografía de Tritonia y que básicamente ambos reinos poseen la misma historia y ciertos  aspectos culturales. 

Finalmente, el joven preguntó —¿Cómo obtengo el collar?  

—El rey debe dártelo — intervino Joseph.  

—Comprendo, sería fenomenal tenerlo ya que así podría mantener el contacto con mi madre.  

—Cuando vayas a Tritonia y mi padre te mire a los ojos, ten por seguro que te hará entrega  de uno — comentó Amaranta. 

Luego de una maravillosa charla, los jóvenes tomaron caminos separados. Joseph se dirigió a casa, las sirenas caminaron a casa de Stara y Evan permaneció un poco más en la playa pues quería ver la luna rodeada de estrellas.  

Estando allí, algo en el cielo captó su atención. Lentamente se puso de pie para comprobar  que lo que estaba viendo en ese instante era una enorme ave que se acercaba a él a gran  velocidad. 

Corrió rápidamente a casa de Stara al percatarse de que aquello no era algo “de este mundo” y  que por lo tanto representaba un peligro. La casa de la sirena era la más cercana a la playa, a  pocos metros de la puerta el joven gritó pidiendo ayuda, pero era tarde. Evan ya se encontraba  atrapado en las enormes garras de aquella emplumada mujer de aspecto aterrador. 

Gema alcanzó a escuchar los gritos, cuando se asomó por la ventana vio al joven luchando  sobremanera intentando soltarse mientras la arpía se elevaba. 

—¡Dios mío, Evan! — gritó Gema despavorida —Algo se lleva a Evan.  

Todos al interior de la casa salieron a ver. La arpía ya estaba a unos treinta metros de altura  con sus alas abiertas volando hasta perderse en la oscuridad de la noche. 

—¡Una arpía! — dijo Stara —Esas malditas emplumadas aparecieron otra vez. —Se llevó a Evan — manifestó Gema con la voz quebrada por el miedo.  

Amaranta y Lumina corrieron hasta el mar y cambiando de forma se sumergieron nadando  velozmente a Tritonia. En el palacio de Thaón se encontraron con su primo.  

—Traimor, traemos malas noticias y hay una arpía involucrada — dijo Amaranta. —¿Una arpía? — cuestionó Traimor sorprendido al escuchar lo que su prima había dicho. 




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