Crónicas de una sirena enamorada 2

La forzosa visita a las Estrófades (Parte II)

Días después del secuestro de Evan, el ejército tritón escoltaba a su rey camino al palacio de  su homólogo Tarek para pasar a Nueva Parténope. En simultánea, Lumina regresaba a tierra  firme, pero esta vez regresaba sola ya que Amaranta se quedó en Tritonia para hacerle  compañía a su madre. 

La sirena nadaba velozmente y como era esperarse Joseph estaba en la zona rocosa atento a  que en cualquier momento su amada saldría del agua. William quien ya sabía el secreto lo  acompañó hasta ver que Lumina estaba de vuelta. La joven cambió de forma y fue por la  ropa escondida entre las rocas. 

—¿Y? ¿Hay noticias de Evan? — preguntó el marinero bastante preocupado.  

Lumina contestó luego de recuperar el aliento — Aun no, pero sabemos dónde lo tienen y mi  padre va en camino para su rescate. ¡Sí! Fue una arpía ya que Gema vio quien se lo llevó, así  que, Evan está en las islas Estrófades. 

William intervino —¿Qué quieren de él? Es solo un pobre humano indefenso.  

—Adoro tu inocencia, hermano. Evan no es humano como creíamos, en casa te explicaré — dijo Joseph.  

—Está bien — comentó William y mirando el reloj manifestó —Bueno, debo irme, Nina está  sola en el restaurante y le dije que no me tardaría. 

—¡Dale mis saludos! — exclamó la sirena. 

A lo que William comentó mientras se alejaba de la playa en dirección al restaurante. —¡Lo  haré!  

Lumina y Joseph permanecieron en aquel lugar por unos minutos deseando que su amigo  estuviera a salvo o que tal vez apareciera en el agua por arte de magia. Por su parte, Evan  pensaba en cómo salir de aquel calabozo mientras que Perla se había resignado. 

—¡Perla! —Dijo Evan llamando la atención de la arpía —Por el amor de Dios, no te quedes  ahí con la mirada anclada en la tierra.  

—¿Qué más puedo hacer? Mi destino está escrito, Ambra va a matarme.  

—Pues, eso si tú lo permites— intentó levantar el ánimo de la emplumada mujer — ¿Sabes?  Aunque no soy humano crecí como uno y aprendí que rendirse es de perdedores.  

Perla se levantó y habló con firmeza —Es tan fácil para ti decirlo, no conoces a Ambra. 

—Y tampoco me interesa conocerla, ni a ella ni a mi perverso hermano mayor. —dijo Evan  volteando la mirada hacia la arpía — ¿O acaso crees que me parece divertido e interesante ir  con él al fondo del océano? ¡Mírame! Soy un maldito marinero mercante y hace poco  descubrí que soy hijo de seres acuáticos que creí mitos toda mi miserable vida. No tengo un  apellido de verdad, no tengo una casa elegante con vista al océano, me gano la vida como un  pobre diablo viajando de puerto en puerto, no tengo novia y aquí estoy en medio de la nada  en un lugar desconocido sin saber si moriré aquí o en una malnacida fosa en manos de un 

hermano del que no tenía idea y que no sé cuáles son sus verdaderas intenciones — Se  tranquilizó y bajó la voz —No me quedaré aquí, como sea voy a salir y no sé cómo haré, pero  me iré a casa. 

Perla se sorprendió al ver el cambio en la actitud de Evan. Lentamente se acercó al joven y  le dijo —Si salimos ¿Prometes llevarme a Tritonia?  

A lo que Evan contestó — Es un reino submarino ¿Cómo sobrevivirás allí?  —Hay una enorme aldea en tierra firme —comentó Perla. 

—¿Nueva Parténope? ¿Es ahí a dónde quieres ir? —preguntó el marinero. 

—¡Sí! — contestó la arpía — He volado durante meses tratando de hallar la isla, pero la  magia de las sirenas es tan poderosa que han estado ocultos durante años ¿Conoces el  camino? 

—Lamento decepcionarte, pero no. Fui rescatado de un naufragio y cuando desperté estaba  en la isla. 

—¡Alguien viene! — Alertó Perla. 

En el pasillo se escuchaban los pasos de dos criaturas. Atolón era escoltado por una arpía de  la guardia. El malvado príncipe pidió sacar a su hermano del calabozo para llevarlo a la  habitación en la que se hospedaba. 

La enorme arpía obedeció y tomó a Evan por el brazo llevándolo a la habitación de Atolón. Perla veía con preocupación al muchacho, allí a oscuras y sin poder hacer nada, la  exploradora se sentó en un rincón y esperó por su ejecución. 

Por otro lado, Evan, quien asustado veía a todas partes sin saber lo que pasaba, pensaba que  su perverso hermano lo asesinaría por venganza. Estando en aquella habitación, el príncipe  Atolón no hacía más que sonreírle a su hermano menor. 

Aquella sonrisa era tierna y despiadada a la vez, causaba temor en Evan y eso era algo que  el príncipe no quería. El ruin maranio buscaba ganarse la confianza de su hermano antes de llevarlo al palacio y tratar de corromperlo. Evan, quien a pesar de ser pícaro y astuto no  captaba el mensaje de su hermano y mucho menos sospechaba de sus oscuras intenciones. 

Luego de haber permanecido en silencio desde que llegó a la habitación, el joven marinero  preguntó —¿Qué demonios quieres de mí? 

Atolón algo disgustado dijo — ¿Es esa la forma de hablarle a tu hermano mayor? Deja de  actuar a la defensiva, ya te dije que no te haré daño. 

—A menos que te obligue — pronunció Evan. 

Atolón guardó silencio y tomó asiento mientras que su hermano permanecía de pie. —¿Vas a quedarte ahí?  




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