Crónicas de una sirena enamorada 2

El escape

—¡Atolón! — Gritaba Ranhir enfurecido —¡Da la cara, cobarde! Sé que estás aquí y tienes  a tu hermano en cautiverio —mientras que el rey de Tritonia hablaba fuertemente esperando  a que el príncipe de Marania se armara de valor, dos arpías de la guardia fueron por Ambra  para dar aviso de la llegada de los tritones a la isla. 

Esta al escuchar lo que le habían informado se exaltó sobremanera y salió encolerizada a ver  lo que en ese momento pasaba en su territorio. 

—¿A qué has venido? — Cuestionó sínicamente la líder.  

Ranhir miró fijamente a la arpía —Sabemos que ocultas al príncipe Atolón y tienen a un  joven marinero aquí en contra de su voluntad. 

Ambra se acercó al rey abriendo sus alas de manera amenazante —No tengo idea de qué  hablas, así que llévate a tu ejército de mi territorio o daré la orden de matarlos a todos.  

—No me asustas, ve y dile a Atolón que libere al chico — ordenó Ranhir.  —¿Qué te hace pensar que él está aquí?  

—Mi hija vio a una de tus arpías elevarse con Evan. No seas cínica, Ambra y entrega al joven  si no quieren problemas — Habló Stara sorprendiendo a todos en el lugar.  

Ambra se burlaba de la sirena —Ya dije que no está aquí — Intentó sostener la mentira, pero  fue interrumpida por Atolón.  

—No tiene caso seguir fingiendo, pero lamento informarles que mi hermano escapó con la  arpía rebelde. 

—Atolón ¿Cómo pudiste? — Preguntó Eudora.  

El príncipe no dijo absolutamente nada, solo sonreía de manera perversa mientras los tritones  se cuestionaban por el paradero del joven Evan. En medio de tanta incertidumbre los tritones  adoptaron posición de ataque y las arpías retrocedieron al verse superadas en masa. Los soldados tánzures apoyaban a sus aliados, fue allí que el rey Tarek pronunció  

—¿En dónde está el humano y que hicieron con él?  

—Dije que escapó — Manifestó Atolón — Se perdió de mi vista con una arpía rebelde.  

En Australia no hacían más que esperar por el regreso de Evan. Los hijos de Stara la  esperaban preocupados y Lumina solo deseaba que todo aquello acabara lo más pronto  posible. Para despejarse un poco la sirena salió con Joseph en busca de una casa. El marinero  

había encontrado algunas casas medianas en un vecindario cercano con vista al mar tal y  como él quería.  

—Esta me gusta y tiene un valor razonable — dijo Joseph —Está en un vecindario tranquilo  y podemos ver el océano ¿Qué opinas?  

Lumina veía la casa con asombro, era un lugar bastante acogedor — Es muy bonita, me gusta.  

Joseph se acercó y le comentó que había estado buscando casa mucho tiempo atrás y que esta  era su casa soñada.  

—¿Entonces, comprarás esta?  

—Si a ti te gusta lo haré.  

—Pero será tu casa. 

—También será la tuya — susurró Joseph al oído de la sirena —Aquí vivirás conmigo.  

Lumina no esperaba escuchar algo así, se quedó inmóvil mientras que el marinero se acercó  al agente inmobiliario para discutir algunos puntos y cerrar el trato. Poco después los jóvenes  regresaron y esperaron por aquellos que fueron al mar jónico a luchar. En ese instante, en la  isla Estrófades se había desatado una pelea, los tritones y los tánzures pro primera vez  llevaban ventaja a pesar de no volar. Centenares perdieron la vida (entre acuáticos y  voladoras).  

Ambra al ver que no podía seguir luchando se dio por vencida, arrojó sus armas y levantó sus brazos, seguido de esto sus secuaces se rindieron.  

—¡Tú ganas, Ranhir! Te cederé el permiso de buscar al humano si traen a la fugitiva conmigo  y se llevan a Atolón. Veo que no fue buena idea traerlo a mi isla.  

Ranhir se acercó y le advirtió —Espero que esto te sirva de lección, nunca hagas tratos con  el príncipe Atolón. Ese joven es peor que su padre y solo causa estragos a donde quiera que  vaya.  

Fue allí cuando los tánzures se retiraron y los tritones emprendieron labores de búsqueda por  toda la isla. Ninguna arpía intervino, todas a casa y por órdenes de Ambra tenían prohibido salir hasta el amanecer. 

Por otra parte, Atolón escapó a Nueva Parténope, sin saber que su madre moraba en aquella  isla, allí permaneció horas esperando a que Evan llegara, sabía que al ser el lugar más cercano  llegaría a la isla en busca de ayuda. Atolón no contaba con que su hermano aún estaba oculto  con Perla en Estrófades. Necesitaba recuperarse de aquel golpe, así que decidió que se  quedaría a reposar y saldrían en cuanto las arpías durmieran, a Perla le pareció buena idea. 

A eso de las once de la noche, Perla y Evan partieron a Nueva Parténope. Allí fueron  recibidos por Eudora, quien suplicó a la gobernadora Ligeia dejar a la arpía pasar la noche  en la isla. Perla agradeció por el gesto de quienes la ayudaron y para no estorbar fue a dormir.  

Evan pasó la noche con su madre, la mujer lloraba desconsoladamente. Se sentía culpable de  todo lo que estaba pasando, pero lo que más la quebraba era ver las heridas de su hijo, el  golpe en su brazo y lo estropeado que estaba por huir de sus captoras. 




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