Crónicas de una sirena enamorada 2

El precio de una traición

Stara había llegado al palacio de su hermano. Allí se reunió con su familia y los soldados de  los rangos más altos para notificarles que había un traidor. Todos se quedaron atónitos al  escuchar que se trataba de la gobernadora Ligeia y que esta debía ser ejecutada según el  reglamento del fallecido rey Tristán. 

Uno de los soldados inclinó bajó la mirada en señal de vergüenza, acto del que Ranhir se  percató —¿Pasa algo, Leyniker?  

—Me siento muy decepcionado y avergonzado, su majestad. — comentó el soldado — Si  considera necesario exiliarme, respetaré su decisión.  

Ranhir se acercó a su súbdito y le dijo —Has servido muy bien a tu nación, no hay motivo  para exiliarte. Además, tú no eres culpable de los actos de tu tía. Pero sabes que la ley se  respeta y debemos ejecutarla. 

—Sé que es así, mi señor. Y como guardián del reino estoy de acuerdo, pero me afecta el  hecho de que esto puede dañar mi imagen.  

—No debe ser así, tú no has cometido traición y por lo tanto no eres responsable de nada — intervino Andrómeda.  

Leyniker debía lidiar con aquello, luego de muchas generaciones, Ligeia se había convertido  en el primer miembro de su familia en traicionar a la nación.  

Una semana transcurrió luego de aquella reunión. El rey Ranhir había enviado a dos soldados  por la gobernadora y por Eudora. Ligeia no tenía idea del por qué el rey mandó por ella. “solo  seguimos las órdenes de nuestro rey” era lo único que decían los soldados. Mientras que  Eudora tenía claro que se trataba de la ejecución de la gobernadora.  

Antes de partir a Tritonia los viajeros hicieron una pausa a petición de Eudora quien  convenció a su hijo de ir con ellos a la fosa. Evan aceptó al ver que Stara y los demás también  iban. Era evidente que aquel muchacho estaba muerto de miedo. 

—Tranquilo compañero. Será divertido — dijo Joseph. 

Poco después las sirenas lanzaron el hechizo de cambio de forma y todos, incluyendo a la  arpía, nadaron rumbo a Tritonia. 

—¿Por qué Ranhir mandó a buscarme? —cuestionaba Ligeia una y otra vez —¿Tienen  alguna idea?  

Nadie respondió durante el trayecto, solo nadaban. En ciertas ocasiones debían ayudar a Perla  ya que era una nueva experiencia para ella nadar a la velocidad de las sirenas. Además, nunca  había estado a tal profundidad. 

Al llegar a Tritonia, la gobernadora notó que todos los habitantes estaban reunidos en la fosa  de las Kuriles. Stara y los demás se ubicaron cerca del rey Ranhir quien dio la orden de llevar  a Ligeia con su sobrino. La gobernadora comenzaba a asustarse y bajo la mirada de todos los  presentes cuestionó —¿Hay algo que yo deba saber?  

—¿Sabes qué les pasa a los desertores de las guerras y a los traidores en esta nación? —habló  Ranhir.  

—Sí, pero no entiendo qué tiene que ver conmigo — dijo Ligeia descaradamente. 

—Los últimos sucesos fueron causados por ti, no había forma de que Ambra supiera la  ubicación exacta de Evan, solo tú y yo lo sabíamos. Ni siquiera el mismo rey tenía idea — intervino Eudora — Te aliaste con Atolón y eso es traición. 

—¡Está mintiendo! —Exclamó la gobernadora. —¿Qué no lo ven? Trajo a una arpía 

Allí habló Eudora —una valiente arpía cansada de actuar como tal, escapó y estuvo a punto  de ser ejecutada. Trajo a Evan de regreso y dio mi mensaje de alerta a nuestro pueblo. 

—¡Silencio! — Exclamó el rey hablando fuertemente y luego levantó el cuerno de narval  señalando al joven Leyniker —¡Tú, Leyniker! Ven aquí.  

El soldado temblaba de miedo pensando que también sería castigado —Sí mi señor — Habló  con la voz quebrada.  

—Toma tu espada y ubícate a la derecha de Ligeia.  

—¡Oh, por los dioses del Olimpo — susurró Lumina 

—¿Qué ocurre? —Preguntó Joseph 

—No será mi padre el verdugo esta vez.  

El pueblo veía con asombro a su rey, y Leyniker empuñando la espada se ubicó a la derecha  de Ligeia como Ranhir se lo había ordenado. 

—Serás el verdugo de tu tía, para que al morir lleve consigo no solo traición, sino que también  lleve el sufrimiento, la decepción y la vergüenza que en ti súbdito mío ha causado. Solo así  honrarás a tus padres y a los padres de tus padres que, al igual que tú, sirvieron fielmente y  de manera valerosa dieron su vida por su nación. Nadie deberá culparte ni juzgarte por los  atroces actos de Ligeia cometidos no solo en Nueva Parténope, sino en todo el cinturón de  fuego, paraíso llamado Tritonia. — habló el rey dando libertad a uno de sus mejores soldados.  

Leyniker levantó la espada diciendo —Di tus últimas palabras, tía Ligeia. 

Con mucho odio y de manera hostil, aquella sirena traidora dijo —Maldito seas, Ranhir.  Maldito sea tu reino.  

El soldado no soportaba sus palabras y con mucha ira la decapitó. No sintió tristeza, al  contrario. Sintió que había liberado a su familia y a su pueblo de futuras desgracias a causa  de Ligeia y de sus malas decisiones.  

Tomó su espada y lentamente se acercó al rey —He tomado una decisión. Elijo quedarme en  la fosa y seguir sirviendo a mi país.  




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