Crónicas de una sirena enamorada 2

Joseph y Lumina en su nuevo hogar

El día del nombramiento de Eudora había llegado y la familia asistió a la ceremonia. Eudora  se convirtió en la primera nativa cariaca en ser gobernadora de la extensión de Tritonia en  tierra firme. 

La mujer juró proteger la soberanía de la isla y respetar las leyes. Ella nunca esperó llegar  tan lejos, pero se prometió a sí misma no defraudar a su rey, a su pueblo adoptivo y menos a  su hijo, quien desde la multitud la veía con felicidad y orgullo. 

Horas más tarde, Lumina y Joseph regresaron a Brisbane en compañía de Evan y Perla. La  arpía pasaría unos meses en casa de Stara hasta que estuviese segura. Si Ambra la encontraba,  Perla sería ejecutada.  

Por otro lado, Lumina y el marinero se encontraban en su casa. Como ya tenían todo  organizado, no había mucho por hacer ese día. En ese instante Evan había llegado a visitarlos,  llevaba como regalo un hermoso florero que había comprado en Japón durante su primer  viaje y que en realidad no tenía espacio en su casa para colocarlo.  

—Espero que les guste.  

—Es muy hermoso ¡Gracias, Evan! — dijo la sirena y lo invitó a pasar.  

Evan estaba encantado con la nueva casa de su amigo. Tenía pensado buscar una casa en ese  vecindario ya que había unas a buen precio y más grandes que su pequeño departamento.  Cuando los jóvenes charlaban, el collar de la sirena comenzaba a brillar. Su hermana menor  trataba de comunicarse con ella para que la ayudara a llevar a cabo su plan.  

—Debo ir a Tritonia — manifestó Lumina.  

—¿Ocurre algo? ¿Están atacando otra vez? —preguntó Joseph preocupado.  —¡No! Es Amaranta. Vendré antes del anochecer, lo prometo.  

Joseph y Evan acompañaron a Lumina hasta la playa. La joven sirena veía el horizonte  mientras lentamente se sumergía para cambiar de forma. 

—Ten mucho cuidado, amor — habló Joseph mientras que su amada se alejaba de tierra  firme.  

—Vaya estilo de vida el que nos ha tocado ¿No? —comentó Evan —¿Vamos por una  cerveza? Yo invito.  

A lo que Joseph lo miró con una sonrisa —¡Vamos!  

De camino al quiosco de la playa, los muchachos vieron a Danielle a lo lejos. 

—¡Por un demonio! — Exclamó Joseph lleno de rabia — Que ni siquiera se acerque.  —Tranquilo, viejo — Evan intentó calmar a su amigo — Si se acerca la ponemos en su sitio.  

Danielle se percató de la presencia de los marineros, por un instante sintió deseos de  acercarse, pero recordó a Lumina y prefirió no hacerlo. Rápidamente dio la espalda y se  perdió en medio de la gente.  

Los jóvenes se miraron entre sí sin entender lo que había pasado. No le dieron importancia a  los hechos y continuaron disfrutando su cerveza.  

Mientras Joseph disfrutaba de la compañía de su mejor amigo, Lumina nadaba velozmente rumbo a Tritonia. Al llegar, se detuvo en el palacio de su tío Thaón y saludó a sus familiares. Poco  después continuó hasta llegar a las fosas de las Marianas y buscó a su hermana menor. 

—Amaranta, hermana mía ¿Ocurre algo? 

—Tengo una crisis — manifestó la sirena más joven —Quiero ingresar al ejército y luchar,  pero no creo que mi padre acepte.  

Lumina no estaba sorprendida ya que su hermana demostraba interés por ser guerrera desde  muy niña — ¿Y qué piensas hacer? — cuestionó.  

Amaranta le comentó a su hermana que la razón por la que la había llamado era para que la  acompañara para hablar con su padre. Si Lumina intervenía, tal vez sería más fácil convencer  al rey Ranhir en dejarla hacer parte del ejército tritón, aunque fuese por un corto tiempo.  

La sirena más joven quería vivir algo de acción, no hacía más que permanecer al interior de  su habitación sin hacer nada. Lumina aceptó y ambas nadaron hasta el trono de Ranhir.  Amaranta estaba algo nerviosa ya que como siempre su padre tenía la mirada fría y cortante.  

—Padre, necesito hablarte y espero que seas comprensivo ante mi petición — habló la joven  sirena de cola rosa.  

—Eso depende de lo que quieras pedir — dijo Ranhir sujetando el cetro mientras miraba  fijamente a sus hijas inclinadas ante él —¿Qué quieres pedir esta vez?  

—Pues— la sirena miró a su hermana y se armó de valor —siempre estoy en mi habitación  y casi no salgo, además, hace mucho que los exploradores no salen de la fosa y me preguntaba  ¿Por qué no hacer parte del ejército tritón?  

Andrómeda se sorprendió y esperó a que su hija diera el motivo por el que le pedía su padre  ser parte del ejército.  

—¿Puedo entrenar? Quiero acción, quiero hacer algo por mi pueblo —dijo Amaranta.  —Pero ya lo haces — interrumpió el rey  

—¿Hacer qué? ¿vivir en mi habitación y que todo lo hagan por mí? Padre, por favor. 

En eso intervino Lumina —Padre, Amaranta está lista para entrenar. Confío en sus  capacidades y considero que sería justo si le das la oportunidad de demostrarle a todos lo  bueno que es mi hermana para luchar. Te lo suplico, déjala ingresar. Sería un gran ejemplo  para nuestra nación.  

—Ranhir, no podemos negarle a nuestra hija ese deseo. Recuerda que está en nuestros genes,  mi familia era guerrera y pues, evidentemente Stara, tu hermana también —Comentó  Andrómeda en su intento por convencer a Ranhir — El tiempo la hará descubrir si esto es lo  que ella realmente anhela.  




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