Crónicas de una sirena enamorada 2

Noticias y otras sorpresas

Amanecía y el sol brillaba con intensidad. La sirena despertó, pero su compañero no estaba.  Joseph esa mañana se había levantado un poco más temprano que de costumbre e hizo los  quehaceres de la casa.  

Al terminar, salió a la puerta principal para escuchar las olas y ver las gaviotas volar a lo  lejos. El marinero se sentía feliz y no dejaba de pensar en la noche anterior. Suspiraba, y a pesar de todo no podía creer lo que había vivido con su amada. 

La sirena quien ya se había arreglado, salió y se sentó al lado de Joseph, apoyó su cabeza en  el hombro del muchacho diciendo —¡Buenos días, amor! — y lo tomó de la mano.  

Joseph le dio los buenos días y le sonreía de la manera más tierna —¿Quieres caminar un  rato? ¿O prefieres permanecer aquí?  

—Quiero quedarme en casa por hoy —manifestó Lumina.  

Joseph aceptó y permanecieron en casa. Horas después, el joven recibió una carta en la que  le informaban que pronto sus clases iniciarían. Sabía que sería ascendido dentro de poco. Lo  que era algo más que excelente ya que su sueño de ser capitán estaba cada vez más cerca de  hacerse realidad. 

Meses después Joseph había comenzado con sus clases. De vez en cuando se encontraba con  su amigo quien cursaba para su ascenso por última vez. Evan tenía el dinero ahorrado y  pensaba ingresar a la universidad para estudiar oceanografía. 

—Entonces ¿Ya no comprarás casa? —preguntó Joseph una mañana que se encontró con él  en la cafetería.  

—La casa puede esperar, quiero estudiar en el extranjero. Así que, si se da la posibilidad de  hacerlo no podremos vernos en unos años. —dijo Evan algo triste.  

Joseph le señaló el collar haciéndole entender que seguirían en contacto sin importar la  distancia, por lo tanto, no había de qué preocuparse ya que Tritonia sería un puente para ellos.  Era evidente que los jóvenes eran como hermanos, se protegían mutuamente y deseaban el  bien para el otro. 

Al finalizar la jornada los marineros regresaron a sus casas. Joseph se desvió a una floristería  para llevarle rosas a su amada, esas eran sus flores favoritas. La sirena esperaba a Joseph para  darle una noticia.  

Aquella noche especial tuvo consecuencias, Lumina estaba embarazada. Al escuchar esto  Joseph gritó de la emoción, abrazó a la sirena —No puedo creerlo — repetía — ¿Embarazada? Por todos los cielos, me has alegrado la vida.  

La noticia del embarazo no tardó en llegar a casa de Stara, quien llevó las buenas nuevas a  Tritonia. Los padres del marinero también se enteraron y celebraron por tan increíble y  hermoso acontecimiento. Allí Joseph aprovechó para bromear con su hermano. 

—Sé que no se trata de una competencia, pero tendré un hijo primero que tú. 

William abrazó a su Joseph diciendo — Pronto te daré un sobrino, no te desesperes  hermanito.  

Mientras tanto, en el fondo del mar, la familia real planeaba viajar a tierra firme para visitar  a la princesa. Días más tarde, los tritones se encontraban en Australia. Los Verlander  finalmente conocieron a la familia real y fue algo realmente maravilloso.  

Ranhir se sentía orgulloso de Lumina, verla feliz al lado de un humano que resultó ser un  buen hombre, era más que suficiente para estar tranquilo. La sirena también veía a su padre  con ternura, se acercó y le agradeció por haberle permitido viajar a tierra firme para vivir su  sueño. 

En Australia celebraban sin parar una noticia que no tardó en llegar a oídos de Atolón, quien  no pudo contener la ira —¿Encinta? ¡Maldición! —El príncipe gritaba sin cesar —No solo  partió a tierra firme por ir detrás de un insignificante humano, sino que encima de eso lleva  en su vientre un hijo de ese bastardo desgraciado ¡Hijo que debería ser mío!  

—Ríndete, Atolón que ya no hay marcha atrás. Ese hijo unirá aún más a Lumina con el  australiano — dijo Maher tratando de hacer que Atolón entrara en razón, lo cual era inútil  por la expresión del malvado príncipe. 

—¡Me las pagará! ¡Lumina me las pagará! Destruiré su vida, acabaré con todos los que ama,  la haré sufrir quitando del medio todo aquello que la haga feliz. Acabaré con la vida de ese  maldito marinero y también con la de su hijo. Los devoraré sin piedad frente a sus ojos y  cuando haya terminado la torturaré hasta que muera de dolor.  

—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso, Atolón? Si cada vez que intentas algo contra ellos  fracasas y alguien más sufre las consecuencias como Ligeia, por ejemplo —Maher observaba  a su hijo como si todo aquello que dijo no le importara —¿No crees que es tiempo de dejarla  ir y concentrarte en asuntos más importantes? 

—No me daré por vencido como tú, padre. — El príncipe alzó la voz —No me resignaré a  ser un infeliz.  

—¿Y causándole daño a una criatura que no tiene la culpa en esto te hará feliz?  

—¿Eres Maher de Marania o Ranhir de Tritonia? Tú has causado sufrimiento sin importar  nada y no veo que te juzguen por ello.  

—Lo estoy pagando con el rechazo de uno de mis hijos y el abandono de mi esposa. — Maher  guardó silencio unos segundos mientras que su mirada y la de Atolón se encontraban. 

El rey finalmente pudo notar las verdaderas intenciones de hijo —Es eso, ¿verdad? No solo quieres  destruir a los tritones, sino que también tratas de unir a nuestra familia otra vez ¿O me  equivoco?  




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