Crown, Love And A Cup Of Coffee

9. Expansión

Nikolai escuchaba con atención las ideas que cada empresario presentaba. Hasta el momento, ninguno había mencionado expandirse más allá de Dinamarca, lo cual, a su juicio, le daba ventaja. Evitar lo obvio, lo repetitivo. La mayoría hablaba de construir más fábricas, generar empleos... Todo bien, pero nada original. Él pensaba ir mucho más allá: cinco nuevas fábricas no solo en su país, sino fuera de sus fronteras.

—Nikolai, es tu turno. Habla ya, esto es cada tres meses —comentó el príncipe Joshua, provocando algunas sonrisas entre los presentes.

El joven se levantó con confianza, caminó hasta el frente de la sala, sacó su laptop de la cartera de cuero y la encendió.

—Hola a todos. No me voy a extender demasiado —comenzó, mientras conectaba su presentación—. Primero que nada, voy a comprar las tres fábricas de la hermosísima y amable Francesca. Pero aclaro, esa no era mi idea original al entrar aquí. Incluso, yo mismo estoy sorprendido —dijo con una sonrisa que Francesca devolvió, igual de elegante.

—Le propuse algunas colaboraciones con dos de las damas presentes —señaló a dos empresarias sentadas en primera fila—. Pero ahora sí, a lo que vine. Esta idea la he estado analizando desde hace días, especialmente porque no he visto a nadie aplicarla fuera del turismo.

Puso su presentación en pantalla completa y señaló la primera diapositiva, que mostraba un mapa global con varios puntos marcados.

—Este chico… se expande. Fuera del país.

—Ooh...

—Vaya...

—Buena idea, Nikolai —murmuraron algunos.

—Gracias. Estoy planeando abrir fábricas en países en vías de desarrollo, regiones donde el desempleo y la pobreza siguen siendo desafíos importantes. Mi abogado ya está tramitando reuniones con presidentes de esas naciones. Aún no tengo la lista definitiva, pero he solicitado incluir siete países, y la idea es construir cinco fábricas en cada uno —explicó mientras pasaba las diapositivas—. Esto será parte de nuestra estrategia de expansión internacional.

Los aplausos no se hicieron esperar cuando finalizó la presentación.

—Pero aún no he terminado —agregó con una sonrisa ladina, cambiando rápidamente a otra presentación en Word—. Estoy en proceso de comprar tres propiedades de tierras pertenecientes a daneses. En ellas planeo iniciar plantaciones de algodón. Las nuevas fábricas no serán solo de telas finas; incluirán otros productos que suelen comercializarse en esos mercados.

—Me parece perfecto todo lo que estás haciendo. Espero que Dios te ayude a realizar todos tus planes —comentó Joshua mientras se acercaba para abrazarlo—. Sinceramente, eres ingenioso, Nikolai —añadió en su oído.

El joven sonrió. El reconocimiento del futuro rey significaba más de lo que aparentaba. Quizás faltaran años para que eso sucediera, pero el respaldo de Joshua era valioso.

—Bien, dije que no me extendería. Si tengo algo más que anunciar, lo sabrán cuando salga en las noticias —bromeó, provocando algunas risas.

El comentarista del periódico presente —siempre se aceptaba solo uno, según quién solicitara primero— anotaba velozmente mientras los empresarios comenzaban a despedirse. La reunión llegó a su fin, y todos se trasladaron a uno de los salones del palacio.

—¡Tía hermosa! —musitó Patrick al ver a la princesa Anastasia. La abrazó y besó su mejilla. Nikolai y sus hermanos hicieron lo mismo. Los empresarios, en cambio, la saludaron con toda la reverencia debida a su alteza real.

—Y bien, cuéntenme, ¿qué ha pasado? —preguntó la princesa mientras se acomodaba en una butaca. Una camarera se acercó con una bandeja y entregó una taza a Nikolai.

El príncipe frunció el ceño.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, mirando la taza. El aroma inundó sus sentidos, haciéndolo retroceder un poco.

—Su alteza real, el príncipe Nikolai no consume café. Nada que contenga cafeína —intervino la princesa Anastasia con calma.

La camarera bajó la cabeza, visiblemente avergonzada.

—Discúlpeme, su alteza real. Yo... no lo sabía...

Nikolai tomó con suavidad el rostro de la joven y lo levantó hasta quedar frente a ella.

—No bajes el rostro. No hiciste nada malo. El olor del café me molesta mucho y tampoco puedo beberlo, por eso te miré así. Pero sé que fue un buen gesto de tu parte —le dijo con una sonrisa. Ella se sonrojó y se retiró discretamente.

—Tienes una labia con las mujeres, Nikolai. Ya entiendo por qué Francesca quedó prendada de ti. Eres un romántico —bromeó Patrick, arrancando carcajadas entre los presentes.

En ese momento llegaron Alexander y Marcus acompañados de los tres jovencitos, hijos de la princesa Anastasia. Saludaron primero a su alteza real, luego al príncipe Joshua, heredero al trono.

Miguel y Jonathan ya se habían marchado tras la reunión, pero Marcus y Alexander solían pasar tiempo con los pequeños del palacio Holstein, siempre tratando a la niña del grupo como igual.

—Andrew se lastimó las rodillas —comentó Camila, señalando a su hermano.

El niño frunció el ceño, evidentemente no quería que los adultos se enteraran.

—¿Estás bien? —preguntó su madre, dejando su taza sobre la mesa.

—No es nada. Estábamos jugando crossover, ya saben cómo es —respondió Andrew encogiéndose de hombros.

—¿Cómo va el equipo? —preguntó Patrick.

—Mmm... bien —respondió Marcus, poco convincente.

—Esa respuesta me dice que pierden más de lo que ganan —intervino Nikolai sin apartar la vista de su celular. Robin le había enviado una lista de los países propuestos, junto con una foto desde el consulado.

—Algo así... —murmuró Federico, el mayor de los tres.

—No te burles, tú eres el capitán —lo reprendió Camila.

—¿En serio? —preguntó Nikolai con leve sorpresa.

—Sí, es que él renunció al equipo —añadió Marcus, algo desanimado.

—¿Por qué, hermanito? Si te encantaba el crossover, era tu deporte favorito... ¿o no? —preguntó Joshua.




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