Crown, Love And A Cup Of Coffee

12. Un lunes con sabor a sancocho

La tarde de Ángela pasó volando entre risas, burlas y fichas de colores. Darleni fue la gran vencedora en esa ya clásica guerra de parchís que las tres hermanas jugaban casi como una tradición.

Esa noche, no hubo mucho por hacer. Ángela lo había hecho todo durante el día: las camas estaban tendidas, la ropa en orden, los platos limpios. Sus hermanas, libres de tareas, aprovecharon para descansar. Ella, en cambio, sentía que necesitaba moverse, distraerse, no pensar demasiado.

A la mañana siguiente, la alarma del celular sonó a las seis en punto. Era la hora habitual en la que solía levantarse para ir al trabajo, antes de desactivarla tras el incidente. Bostezó, se sentó en la cama y salió al patio. Preparó su agua en una cubeta, se envolvió en la toalla y se metió al baño. A las seis y veinticinco ya estaba lista, vestida y colocando la greca en la estufa para colar café.

Salió de casa a las seis y cincuenta y cinco, tomando el autobús que la dejó cerca del restaurante. Frente a la puerta, respiró hondo. Sabía lo que venía: miradas, preguntas, cuchicheos. Aunque su caso no había salido en las noticias —y lo agradecía profundamente—, Kevin y Adalia tuvieron que explicar su ausencia. Ella no era del tipo que faltaba al trabajo, ni siquiera con una gripe.

Entró por la parte trasera del restaurante.

—Buenos días —saludó con voz firme.

Algunos del grupo le devolvieron el saludo; otros, sin filtro, comenzaron a preguntar qué le había pasado.

—¿En serio no sabes? —Ángela se dirigió a la primera que se le acercó, sorprendida. Estaba convencida de que ya todos sabían, o tal vez su mente le jugaba una mala pasada.

—Kevin ha estado muy misterioso, y Adalia ni se diga —dijo la mujer, imitando la voz del joven con sarcasmo.

—Y Mercedes anda igual de callada. No suelta ni una pista —agregó uno de los chicos.

—¿Lo vas a contar? —insistió la primera.

—Seguro está embarazada —soltó Mauro, el encargado del restaurante.

—¡Cállate, Mauro! —saltó Kevin desde el fondo.

—Prefiero no hablar de eso ahora. ¿Pueden darme un poco de tiempo? —dijo Ángela mientras se colocaba el delantal.

—Claro, mi amor. Y si no quieres contarlo nunca, tampoco pasa nada. No le debes explicaciones a nadie —respondió Mercedes mientras fregaba una olla.

—Tú lo dices así porque ya lo sabes —protestó la mujer insistente.

—Sí, pero no porque anduviera de corbetera queriendo saber lo que no me incumbe. Simplemente estuve ahí cuando la enfermera lo dijo —respondió Mercedes sin levantar la voz.

Algunos se rieron. La otra se cruzó de brazos, indignada.

—¿Me estás llamando corbetera?

—Ella está confirmando que está embarazada —saltó otra. Era como si Ángela no estuviera presente. No quería ni imaginar lo que se había dicho en su ausencia.

—¡Corbeteras! Y al que le sirva el sombrero, que se lo ponga —gritó Mercedes, dejando la olla en su sitio—. ¡Basta ya! Tengo cosas que hacer.

El grupo siguió riéndose. Kevin, uno de ellos, se acercó a Ángela, que fingía estar ocupada organizando los platos.

—Hola, flaca. ¿Adivina qué?

—¿Tu esposa dio a luz?

—¿Adalia te lo dijo?

—No, tonto. Solo me pediste que adivinara.

—Pero no pensé que lo harías. ¿Eres bruja o maga?

Ambos rieron.

—Lo supuse por tu cara de felicidad. Fue lo primero que me vino a la mente. ¿Y qué es?

—Una niña. Se llama Jimena.

—Qué lindo nombre. Felicidades, vas a ser un gran papá.

—Gracias… muchas gracias, señorita —dijo con una reverencia teatral antes de alejarse.

Ángela sonrió. Poco después, Adalia llegó y se metió con ella a servir los platos.

—¿Cómo estás, angelita. Tengo que decirte algo —dijo Adalia, en voz baja.

—Muy bien, y tú? Que pasá?

—Más tarde te lo cuento, no te preocupes.

Adalia entró a la cocina. Al regresar, contó lo que Kevin le había dicho sobre la escena entre Mercedes y el grupo riendo pero Ángela estaba pendiente de lo que ella quería decirle así que daba respuesta cortas mientras ella hablaba.

—Dicen que doña Mercedes les dio su buen rapapolvo a Verónica y su corillo.

—¡Ay sí! —Ángela soltó una carcajada—. Y Verónica, ya tú sabes, quilladísima.

—¡Qué bueno! Se lo merece, con esas cejas mal pintadas, tan fea que se ve.

Ambas rieron. Una carcajada de Ángela se escuchó hasta el comedor, causando miradas curiosas.

—Van a pensar que estoy loca —dijo entre risas, mirando hacia las mesas.

—Pues que piensen. No eres loca, solo estás feliz —respondió Adalia.

Pasada la primera hora de trabajo, ambas pasaron a la cocina para almorzar. Era mediodía, pero Adalia no le cayó bien la comida. Apenas comió, se sintió mareada y Ángela lo notó, la joven se levantó y caminó rápido al baño. Vomitó con fuerza. Incluso lo del día anterior, si es que aún quedaba algo en su estómago.

Ángela entró tras ella, le sostuvo el cabello, le echó agua en la cabeza y el cuello, ayudándola a calmarse. Adalia tomó un buche para enjuagarse y se recostó en la tapa del inodoro.

—¿Te cayó mal la comida? ¿Desayunaste?

—Se me olvidó —susurró, intentando acomodarse el delantal.

—¿En serio, Adalia? No, nos podemos enfermar las dos tonta —La chica sonrió pero tuvo otras alcadas.

—Oh, Dios…

—Si te sientes muy mal puedo hablar con la señora Mercedes para que le diga a mauro —Angela la miró con preocupación mientras ella negaba con la cabeza.

—No es nada, te lo prometo.

—Bueno, ven, a ver si queda sancocho. Eso te caerá mejor.

—Sí, justo eso estaba pensando comer hoy.

Fueron hasta las ollas y se sirvieron. El sancocho de la señora Mercedes era famoso entre todos. En los otros restaurantes, solo la llamaban a ella cuando el plato estaba en el menú. Ella tenía un sazón único y las personas amaban ese plato, un aroma que llegaba al alma.

Pero el alivio no duró. A las tres y media, Adalia fue despachada. Volvió a vomitar después de comer. Angela le pidió a la señora Mercedes que le dejara ir con Adalia a su casa y esta las mandó por su propia cuenta diciendo, correrá por mi cualquier cosa, sus hermanas se alarmaron, creyendo que había pasado algo grave, pero Angela las calmó Adalia no quiso llegar a la casa de su madre para que no le esté asiendo preguntas. P




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