<Esos ojos y eso labios>
Alguien agarró del brazo a Ángela sacándola de un tirón del frente de Nikolais, ambos habían entrado a una atmósfera dónde parecía que el tiempo se había detenido pero aquello habría roto el hilo que se empezó a entrelazar, el principe se sobresaltó.
—Lo siento alteza real ella está algo perdida —Dijo Adalia, la había tomado del brazo con fuerza, jalandola hacia el grupo de trabajadoras, Nikolais carraspeó; por primera vez había sentido que no había palabras en su boca y ni siquiera sabía porqué. "Era una simple sirvienta" repitió una y otra vez en su cabeza mientras buscaba las palabras sin éxito "la simple sirvienta" aunque los latidos de su corazón decían lo contrario ¿Que había pasado? ¿Cometió un error al ir hacia ella? ¿Quién es ella? No hablo nada, afirmó con la cabeza y salió caminando hacia su hermana y Francesca la cuál tenía una cara de pocos amigos por la situación. Aquello había sido muy incómodo para ella.
—¿Qué te pasa? —Preguntó Francesca cruzada de brazos, hablando siempre en el idioma Danés, empezaron a caminar hacia la habitación dirigidos por un escolta.
—¿No lo vez? Lo flecho cupido.
—¿De qué estás hablando Alisa? —Nikolais se detuvo dándole el frente a su hermana la cuál sonrió y salió de su vista deprisa. Francesca echó un bufido y entro a la habitación—. No es para tanto, bien. No es nada de que temer.
—Eso espero, realmente no vine aquí para verte con otra.
—Calmate mujer, no vine a eso tampoco —Nikolai se fue hacia el baño y se encerró para respirar profundo, se miró al espejo y se fue quitando la corbata.
<No quiero verla, no quiero verla, ¿Pero por qué no quiero verla? Quiero verla? >
—Nikolais! —El joven se sobresaltó agarró su pecho y luego tomó la corbata. Abrió la puerta y caminó hasta la maleta ignorando el llamado de la chica—. Has tardado más de cinco minutos en el baño para solo quitarte la corbata.
—Tal vez hice otras cosas que no tienes que enterarte Francesca, aún sigues con eso. Porque yo ya no lo recordaba.
—Estou alterada y tu hermana...
—No le pongas caso Alisa y no te preocupes cariño.
—Lo siento amor —Camino hacia él abrazándolo, el principe la agarró y le dió un beso.
Ángela miró con el ceño fruncido a Adalia cuando la había arrebatado de la cercanía del principe, no porque la había alejado de él sino por el hecho de que se había sentido humillada con su dicho.
—Es en serio Adalia —El príncipe se había ido deprisa hacia su novia y hermana y después lo perdieron de vista pero Ángela no sé había dado cuenta, no pudo defenderse por lo que había dicho Adalia, su nerviosismo la acorraló dejándola sin palabras.
—Angela de verdad que eres una regalada.
—¡¿De que estás hablando?! —Casi gritó— Él fue el que se me acercó primero, yo no le pedí su cercanía no fui a lanzarme encina de él.
—A no? Y porqué te quedaste mirándola así.
—¿Cómo?
—Ya dejen de discutir y caminen a la cocina —Adalia negó con la cabeza y salió primero, Ángela respiró profundo y luego le cayó atrás a la señora Mercedes, al llegar a la cocina empezaron con la preparación de la cena.
—Es una regalada —Escuchó unos susurros al fondo.
—Viste cómo se le quedó viendo con lujuria.
—Hacen lo que sea para conseguir dinero.
Ángela se había sentido terrible oyendo todos esos comentarios, Mercedes la tomó de las manos y la llevó hacia un rincón de la cocina.
—No hagas caso a lo que están diciendo, no pasó nada malo entre ustedes, solo fue una clic.
—Eso que significa.
—Averígualo Ángela pero no te límites por los comentarios.
—Ya no quiero salir hasta que él no esté por favor.
—¿Eso quieres?
—Sí —Angela afirmó con la cabeza, se sintió como aquella vez cuando recibió el primer comentario negativo sobre su abuso sexual, no podría deducir que tipo de sentimientos se arrimaba pero se sentía horrible.
—Si eso quieres no te voy a obligar.
La señora Mercedes no la obligaría hacerlo, no la trajo aquí para pasar un mal momento, de hecho; todo lo contrario, entonces con la situación de los comentarios que daban las ayudantes y cocineras se había sentido impotente, al final quién la trajo aquí fue ella.
—Bien, dejen de barbusear tantas estupideces y cocinen que a eso vinieron dejen de meterse en la vida ajena —Gritó la señora Mercedes llamando la atención de todas las cocineras y ayudantes, algunas dijeron cosas más bajitas y otras simplemente se quedaron calladas.
—Siempre la apoya en la sinvergüenza —Comento Adalia al lado de Maritza la cuál la miró con el ceño fruncido.
Ángela empezó a cocinar junto con Mercedes el sancocho, la mujer era la mejor en eso y Ángela lo sabía perfectamente así que no perdería el tiempo y aprendería la técnica especial que la señora usaba para darle ese sabor que tanto caracterisaba el plato, la señora Mercedes le daba órdenes de que hechar y que no. Al final Ángela lo hizo con su dirección y había quedado perfecto como siempre.
—Vamos! es hora de servir la cena, ya están en la mesa —Habló Aurelia. Varias ayudantes tomaron las ollas que se llevarían, eran refinadas, de todas formas y tamaño la gran mayoría de porcelana, allí echaban la parte de alimentos que servirían en la mesa.
—Es mejor que te quedes aquí Ángela. Ese hombre se sintió acosado contigo —Adalia susurro aquello cuando estuvo al lado de la joven.
—Yo le dije a la señora Mercedes que no saldré, no fue mi intención causar eso en él.
—Bueno, ya es tarde —Adalia tomó el tazón grande dónde estaba el sancocho y salió detrás de varias servidumbres.
—¿Cómo le fue en su caminata alteza? —El señor Nelson estaba al lado derecho del joven, este sonrió con entusiasmo.
—Pues fue una de las mejores, me encanta este lugar está lleno de naturaleza, la fauna y la flora es muy diferente, me encanta de verdad, quiero salir mañana otra vez.
—Eso me alegra. Ya verás que te vas a querer quedar aquí. Claro que sí, les voy a decir a los chicos que te traigan uno de esos loros de colores.
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Editado: 10.08.2022