Cruel tempestad

Capítulo 11º Rumbo vacío.

En el otro lado del mediterráneo, David ha sido recogido por un barco de pesca, que lo avistó tumbado sobre la moto de agua.

David había perdido sangre debido al fuerte golpe que le dio Damián, estaba con hipotermia, debido a la temperatura del agua.

David había permanecido en posición fetal, abrigándose a sí mismo, para mantenerse con calor.

— Trasladar al afectado horizontalmente y evitar los golpes, quitarle toda la ropa mojada y secar sin frotar, especialmente las extremidades, taparlo con unas mantas, — dijo el médico a bordo.

Atendieron a David y le dieron infusión de tomillo, y un plato caliente de patatas zanahorias y boniato, eso le vendría bien, para calentar más el cuerpo.

Le dejaron descansar en la habitación.

Al cabo de un rato, se presentó el Capitán del barco pesquero para hablar con David.

—¡Hola! ¿Qué tal, se encuentra? —Soy el Capitán, me llamo Mauro.

—¡Hola, me llamo David!

—Se encuentra, ya mucho mejor, por lo que veo.

—Si, muchas gracias, Capitán.

—Y dígame, que ha ocurrido para estar en semejante situación, tiene usted un buen golpe en la cabeza, no se le ocurra moverse el vendaje.

—Íbamos en un yate, con unos amigos a pasar unos días, mi esposa y yo, pero nos sorprendió una tormenta, yo decidí salir a buscar ayuda, las olas eran enormes, cogí la moto de agua sin pensarlo, quería pedir ayuda, solo eso...

—Entonces iba en un yate con su esposa y amigos, y no sabe nada de ellos, avisare por radio a los guardacostas.

—No sé, donde estarán, no se la zona por donde estábamos y no sé, si la tormenta, haya destrozado el yate, es enorme y gris, llevaba una bandera blanca ondeando con dos raquetas de escudo, es del famoso tenista de Palermo Damián.

—¡Oh! ¡Me encanta ese tenista, es buenísimo! Tiene muchos títulos ganados, bueno ahora siga descansando, me ocuparé yo mismo, personalmente de esto.

—¡Muchas gracias, Capitán!¡Se lo agradezco!

David solo piensa en Amanda, se siente culpable por haberla abandonado, por haberla dejado en un yate, que veía a la deriva, aquellas grandes olas lo cubrían por completo, le entraba agua por todos los sitios, el viento era muy fuerte y el yate vagaba por el mediterráneo sin rumbo.

Piensa en lo cobarde que es, en lo mal que ha actuado, él ama a Amanda con locura, da su vida por ella, pero en aquel momento, pensó que, hacia lo correcto, ahora está completamente enfurecido, se desprecia a si mismo por lo que ha hecho, ha abandonado a la mujer de su vida, a su suerte, dejándola sola, en aquel infierno.

Solo le pide a Dios, que este viva, que este a salvo, aunque nunca le perdone, y lo abandone, pero que no esté bajo esas aguas, donde no pueda verla jamás.

Por las noches, los sueños le atormentan, no puede dormir, estar tranquilo, tiene pesadillas y ve como el mar se lleva entre las olas el cuerpo de Amanda, y lo lleva hasta el fondo de las profundas aguas, ve como su esposa, le tiende el brazo para que la coja de la mano y él no llega a cogerla, por más que lo intenta, y con la oscuridad ella se va desvaneciendo hasta desaparecer.

Durante el día David ya se levanta, y sube a superficie, es un barco de pesca, lleno de cajones de merluza, que se dirige a puerto, no le queda mucho por llegar, en unas horas llegará a Palermo.

Lleva unos días en el barco, para no pensar, ayuda a los pescadores, a meter las cajas en los almacenes, y luego les ayuda a limpiar los suelos, así se siente mejor, viendo que es una ayuda y en agradecimiento, por el buen trato, que está recibiendo por parte, de toda la tripulación.

—Bueno, esto está listo, la herida ya ha cerrado completamente, ¡se dio un buen golpe!

—Si, bueno, no se...

—¿Qué tipo, de respuesta es esa? No sabe...—Le insiste el médico.

—Si, todo fue rápido, intentaba manejar el timón, cuando de repente creo que me golpearon.

—¿Le golpearon, alguien? —Pregunta el medico con interés.

—Si, creo que me golpeo mi amigo, porque me desperté debajo de la plataforma de las motos de agua, envuelto en una lona.

—¿Envuelto, en una lona? Quiere decir... ¿Que quiso matarlo? —Comenta el médico.

—Si, eso es lo que le estoy diciendo.

—Pero no era un viaje, ¿con amigos? —Me lo comentó, el Capitán.

—Eso creía, que era mi amigo, pero veo que me equivoque, no sé lo que le pudo pasar, para actuar así,

—Deberá denunciarlo a las autoridades, en cuanto llegue a Palermo, se lo recomiendo.

—Así lo hare, ¡gracias doctor!

El medico salió del camarote, y David permaneció en el sentado sobre la cama, recordando los maravillosos momentos vividos con Amanda, en su viaje a Paris, su dulce sonrisa, su tierna mirada, aquellos ojos azules tan intensos como el mar, aquellas suaves caricias, que hacían que su cuerpo se estremeciera.

 




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