Cuaderno de tapa gris [elena] #1

Instituto Carlos Pellegrini

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La estructura algo destruida y deteriorada, ventanas rotas y varios árboles creciendo dentro, un lugar con mil leyendas y cuentos, al igual que un pasado oscuro y muchos ya conocidos secretos.

Aquel predio gigantesco, actualmente patrimonio cultural y próxima universidad del tratado de Pilar, es un monumento el cual admiro completamente, a pesar de las turbias historias que hay detrás.

La bandera de Argentina ondeando con el viento ferviente, tan gloriosa allí en el mástil, símbolo de amor y libertad que un gran hombre nos regalo. Es una lástima que muchos ya no la respetan, cuando incluso entre cielo y mar puede admirarse, siendo esta a quien llevó con orgullo en mi alma, que corre por mis venas y pinta mi sangre.

Este lugar que a mi vista parecieran ahora las ruinas de un castillo o similar, con su hermosa torre que me hacia recordar a como nos mostraban en fotos que se veía el cabildo en el 1810 en actos escolares o tareas.

Ahora los colores arruinados por el pasar el tiempo, las ventanas rotas y algunos marcos oxidados. Lo que antes era un colegio pupilo ahora solo es un edificio en ruinas que se roba miradas.

Camino por aquel camino de asfalto circular que pasa por al rededor de la bandera, mirando con atención aquel edificio, deseando ver su interior pero sabiendo que es algo que por mi jamás será visto. Mi paso es lento pero seguro, ignorando los rostros de los estudiantes universitarios que están allí charlando o paseando, algunos adolescentes más chicos que seguro esperan para sus clases de educación física, los autos que deben de usar el camino que cruzo, los profesores haciendo acto de presencia.

Adoraba ese lugar a pesar de la cruda historia que tenía, que mi padre me había contado y que recuerdo cada vez que miró el edificio.

Pero para mi es mejor no contarla.

Además de historias, este lugar tiene también su leyenda, sobre un cruel espíritu que acecha por la noches los terrenos de este predio, única sombra que se vio en su incendio, sobre la punta de aquella torre que se encuentra en el centro.

Cada vez que leo aquella leyenda siento mis emociones vibrar, queriendo saber si es mentira o verdad, deseando explorar en la oscuridad de la noche el lugar.

Paso junto al edificio, bajo la sombra de los árboles, pisando hojas secas teñidas con aquellos colores otoñales.

Frente a mi un terreno inmenso oculto por el edificio, el cual se divide por líneas blancas que marcan las canchas donde se juega aquel deporte que no se su nombre, ni días ni horarios, solo se que los arcos están allí.

Camino por el verde y algo largo pasto, pasando junto a la piscina vacía la cual es protegida por un alambrado, mirando cerca de allí los baños y frente a ella una pequeña casa donde nadie vive. No se su función, pero solamente existe para mí.

Me detengo y miro a la otra dirección, viendo aquel largo terreno donde había corrido más de una vez, gastando aquella energía que en la materia de Educación física me había ayudado a aprobar, siendo desde siempre una chica hiperactiva y con gran ansiedad, logrando después de varias vueltas mi cuerpo cansar.

Adoraba esa sensación.

Escucho a los teros trinar, claramente protegiendo a sus nidos que cerca se encuentran, lo cual me hace recordar una experiencia.

Una clase de educación física, cuando trotaba con alegría, vimos junto a mis compañeros que junto a la cancha un nido de tero había. Vimos el huevo allí guardado y fuimos espantados por su padre, mi compañero fue castigado por intentar pisar aquel huevo indefenso. Era raro, pero no me quejo.

Aun recuerdo lo divertido que era correr y cruzar junto al nido, donde aquella ave nos empezaba a correr por unos segundos y luego volvía a su lado, nosotros riendo y el animal pobrecito sin poder descansar un rato.

Esa clase fue interesante, físicamente yo sobresaliente, el dolor es psicológico es la frase que me pertenece.

Mis piernas me mataron aquella noche.

A lo lejos observo más de aquellas casas, las cual no se bien si están vacías o llenas, la verdad no me importa, pero me gustaría al menos verlas por dentro, siendo ese un pequeño deseo que jamás cumpliré.

Vuelvo la mirada hacia el frente me dirijo hacia un pequeño árbol torcido, no se cual sea su nombre, pero sus ramas caídas y la cantidad de hojas siempre proporcionaron sombra en los días en el que el sol se hacia en nuestra contra. Aunque muy mala idea el sentarse bajo el con el cielo llorando.

Pongo a mi lado mi mochila verde y abro mi cuaderno de tapa gris, anotando lo que recuerdo de la leyenda de ese lugar, admirando cada parte de la estructura que el edificio tenía, amando internamente lo recuerdos que allí había formado, con los amigos que ya no tengo, con los profesores que ya no recuerdo, con las sonrisas que compartimos.

Paso una por una las hojas que escritas se encuentran, algunas con dibujos, otras con mariposas y flores secas, deteniéndome en una donde una foto se encuentra, con un grupo de chicos los cuales felices se muestran.

No recuerdo todos sus nombres, me acuerdo de todos los apellidos y apodos, también del momento en que sacamos esa foto, algo maravilloso.

Un viaje como muchos otros, una experiencia divertida, una foto grupal que guardo y que de verdad marcó mi vida.

Se que nunca volveré a ver a aquellos chicos y chicas que en la imagen sonreían, que con ellos encontré una segunda familia, con quienes compartí risas, chistes, experiencias divertidas, viajes y momento que jamás olvidaría.

Siento mi corazón latir con fuerza al saber que ya no son parte de mi vida, a pesar de que muy felices nos veíamos aquel día, ahora cada quien tiene su familia, o al menos la mayoría, también viajan por el mundo, viven la vida, son almas libre que no tienen cadenas que los aprisionan, cumplen sus sueños, miran siempre hacia su futuro.



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En el texto hay: tristeza, recuerdo

Editado: 22.05.2024

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