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Cruzo la sala y me siento en el sillón, dejando mi mochila verde a mi lado y mi cuaderno de tapa gris en la mesa ratona frente a mi, abriendo sus páginas y pasándolas una por una, viendo todas las cosas que había escrito, los dibujos que había echo, las fotos que estaban pegadas, las flores y mariposas secas que conservaba. También aquella carta que jamás será leída. Puedo admitir abiertamente que cada una de estas páginas son un registro de mi vida.
Voy a la última página, donde esta escrito lo que pasó, contando la historia de mi accidente, de cómo eso con mi vida acabó.
Y creer que todo terminó cuando apenas pensaba que estaba comenzando.
La vida tiene sus giros, nadie nunca está preparado para lo que trae, a pesar de que digamos que nacimos listos. Eso es una completa mentira.
Viví feliz y morí de igual manera, aunque no fue una muerte placentera.
Mi cuerpo quemado cruelmente por un incendio ocasionado en esta misma casa, en esta misma sala y por culpa de un corto, lo cual acabo con mi vida completamente.
Lo gracioso aquí es que yo siempre repetí que no quería que me enterraran, siempre pedí que mi cuerpo sea cremado. Y si que lo fue. Pero a pesar de la perdida, puedo decir con alivio que mi familia está bien, que no les paso nada, que podrán vivir más de lo que yo viví.
Miro la sala y sus paredes grises y agrietadas comienzan a quemarse lentamente, al igual que la totalidad de la casa. Pero yo no siento calor.
Afuera el cielo llora, anunciando una perdida. Llora por mi.
La paloma blanca me acompaña, mirándome y diciendo que ya es momento, que debo de marchar, abandonar este lugar que ahora ya no era mío, que no me pertenecía, que a pesar de haber sido construido conmigo ahora ya no soy parte de él.
Y lo acepto.
Es triste el saber que tenía que marchar, que dejar a mi familia y amigos, pero ya no pertenecía a aquí.
Sonrió alegre y orgullosa, viendo como todo alrededor de mi estaba envuelto en llamas grises que todo arrebataban, que consumían cada pared y la reducían a cenizas. Mi cuerpo se desvanecía y mi cuaderno se cerraba, dejando en claro que ya había llegado al final de esta historia.
Quizás para mucho la idea de la muerte sea algo aterrador, un evento del cual no podemos escapar, viviendo y sabiendo bien que en algún momento vamos a abandonar este mundo. Y la verdad si lo es, es aterrador, nos toma por sorpresa y nos lleva sin aviso. Pero así es como funciona, por lo que no podemos interferir con ella.
En vida fui alguien con una vida normal, con una familia normal, con una vida feliz. Tuve mis problemas y los resolví, caí y me pare, llore y reí, pelee y me arregle, me queje y recontra queje, compartí y ayude, me limite pero al mismo tiempo sobresalí.
No puedo decir que tengo las respuesta de todo, fui un ser humano más de esta sociedad que cumplió su ciclo, que murió joven, pero que de alguna manera dejó una huella en la vida de las personas.
Ahora esto es solo una historia escrita más, donde no conocen de la totalidad de mi vida, pero al igual que a muchas personas, solo les hice conocer lo que yo quería que conociera, que quería compartir, que quería sacar a relucir.
Esto es un adiós, me despido de los que ahora conocen mi nombre, al igual que me despedí de cada uno de los lugares que más aprecie en vida.
Mi país, mi ciudad, mi barrio, mi casita.
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